Oposici¨®n
El consejero de Relaciones con el Parlamento, el andalucista Antonio Ortega, ha declarado a Luis Barbero en este peri¨®dico que, de haber estado en la oposici¨®n en lugar de en el Gobierno, el PA habr¨ªa exigido dimisiones por el desastre de Aznalc¨®llar. Explica Ortega que "de haber actuado como suele hacer la oposici¨®n", habr¨ªan pedido esas dimisiones. Lo que dice el consejero puede resultar inquietante si se insiste en entenderlo. Si nos resignamos a aceptar la realidad sin mover un dedo por cambiarla, si aceptamos que no es lo mismo estar que querer llegar, dejamos de exigir a los partidos que, una vez llegados a las responsabilidades de gobierno, act¨²en exactamente como prometen hacerlo cuando, desde la oposici¨®n, buscan el poder de gobernar. Resignados, entendemos que una cosa es sembrar y otra dar trigo. Y as¨ª vamos tirando. Pero a veces tambi¨¦n supone resignaci¨®n el aceptar que, con soluciones o sin ellas, la oposici¨®n est¨¢ para dejar en evidencia situaciones y nada m¨¢s. Quien gobierna tiene poder. Quien no gobierna, pero tiene un sitio en las instituciones, tambi¨¦n tiene poder. Tiene tanto poder que no debe ser bueno utilizarlo ¨²nicamente para evidenciar lo que est¨¢ mal hecho. Los ciudadanos votamos una vez cada cuatro a?os, y es el momento en que m¨¢s atenci¨®n nos prestan los pol¨ªticos. Votar es dar sitio, voz y voto a unos representantes que m¨¢s parecen utilizar todo eso como alimento de la memoria de los votantes, que como posibilidad de influir en las soluciones a los problemas de esos mismos votantes. La obligaci¨®n m¨¢xima, la responsabilidad sin paliativos, la obligaci¨®n de decidir y hasta de acertar, es del Gobierno. Pero nadie ha dicho, ni ser¨ªa bueno que lo dijera, que la oposici¨®n s¨®lo tenga un papel, y que ese papel sea el de gran acusador perpetuo. Algunos radicales no aceptan nunca las terceras v¨ªas; por esas, sin embargo, es por donde suelen salvarse muchas veces los m¨¢s graves y enconados problemas de los pueblos. Sin recurrir a las situaciones tr¨¢gicas y sin que la capacidad de di¨¢logo de la oposici¨®n hiciera creer a los gobiernos en su inocencia eterna, acaso estar¨ªa bien que no hubiera que dar siempre por hecho que estar en la oposici¨®n es estar en contra del Gobierno, haga o no haga falta. Y no estoy escribiendo de situaciones concretas, sino de actitudes ideales y generales. Aunque en pol¨ªtica acaso sea mucho pedir.
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