La carpetilla del esp¨ªa
Alguien me ha hablado de un circo que inclu¨ªa entre sus menesterosas atracciones al enano m¨¢s alto del mundo. El ex coronel Juan Alberto Perote es el agente secreto m¨¢s conocido de Espa?a, el esp¨ªa m¨¢s locuaz y m¨¢s fotografiado, el oficial de inteligencia m¨¢s h¨¢bil en lograr que los informes ultrasecretos que se le conf¨ªan alcancen enseguida la difusi¨®n p¨²blica. Entra a declarar como testigo el ex agente secreto y ex coronel Perote, apareciendo en la puerta con el mismo aire de espionaje taimado que suele tener en las fotograf¨ªas, con el mismo pliegue circunflejo en la frente, encima de las cejas alzadas. Hasta hace unos instantes la sala ha sido el escenario de una doble confrontaci¨®n dram¨¢tica, el careo de Jos¨¦ Barrionuevo primero con Juli¨¢n Sancrist¨®bal y luego con Ricardo Garc¨ªa Damborenea. Hay algo muy triste, muy enconado, una tensi¨®n de teatro torpe, de actores aficionados que permanecen r¨ªgidos, uno frente a otro, desplegando unos pocos gestos consabidos, cruzar los brazos, mover las dos manos con adem¨¢n de ira, se?alar con el dedo ¨ªndice en una acusaci¨®n melodram¨¢tica. Barrionuevo y Sancrist¨®bal, Barrionuevo y Damborenea, se acusan mutuamente de mentir, alzan cada uno el dedo ¨ªndice en direcci¨®n al otro, se cruzan de brazos como en arrebatos pueriles de dignidad, mueven las manos en una mala tentativa de elocuencia y las dejan enseguida caer a lo largo del cuerpo, como sin saber ya qu¨¦ m¨¢s hacer con ellas.Todo parece igual de simple que en las comedias malas con mensaje: s¨ª o no, verdad y mentira, un solo acto recordado o inventado, una negativa o una afirmaci¨®n, la llamada que Barrionuevo hizo o no hizo a Sancrist¨®bal en la noche del secuestro de Segundo Marey, una burbuja de tiempo de hace 15 a?os en la que nos sentimos todos atrapados, escuchando timbres perentorios y multiplicados de tel¨¦fonos, imaginando habitaciones llenas de humo hasta la madrugada, caras desveladas y ansiosas, muchos a?os m¨¢s j¨®venes, las mismas caras que vemos todas las ma?anas en el juicio. Son¨® un tel¨¦fono como otro golpe de amenaza y premura en esa noche fracasada y alguien escuch¨® la voz de Barrionuevo. ?l niega, fieramente, met¨®dicamente, hoy de pie, dando el perfil achatado a la sala, la barbilla adelantada, los brazos cruzados, primero enfrente de uno de sus antiguos compa?eros y luego del otro, Damborenea recio y pele¨®n, Sancrist¨®bal lacio, firme, apacible, los tres unidos hace 15 a?os por lealtades pol¨ªticas y una disposici¨®n resuelta o temeraria a hacer lo que fuera contra la crecida sangrienta del terrorismo, separados ahora por un foso de hostilidad en el que caben todas las verdades y mentiras, y tambi¨¦n lo que Damborenea llama el fardo de la culpa, que nadie quiere cargar sobre s¨ª.
Pero llega el agente Perote con su ce?o circunflejo y la pesadumbre se convierte de nuevo en chabacaner¨ªa de tragicomedia espa?ola. M¨¢s que a la turbia niebla clim¨¢tica y moral de los esp¨ªas de Graham Greene o de John Le Carr¨¦, el ex coronel Perote pertenece a las vi?etas burlescas de F. Ib¨¢?ez y de Anacleto agente secreto. En sus manos, por lo que se ha visto en los ¨²ltimos a?os, los documentos m¨¢s herm¨¦ticamente guardados del Cesid han tenido las mismas garant¨ªas de confidencialidad (y hasta de verosimilitud) que los informes de Mortadelo y Filem¨®n para la T. I. A. Profesional hasta la m¨¦dula, Perote se complace en el vocabulario t¨¦cnico: "despliegue operativo", "operaci¨®n de inteligencia", "valoraci¨®n de fuentes", "¨®rgano de adquisici¨®n", "?rea de an¨¢lisis". Lo m¨¢s t¨¦cnico de todo es cuando habla de un cierto "Control integral de relaciones". Se le pregunta qu¨¦ es eso y responde enarcando las cejas sobre los ojos at¨®nitos : "Entrar a un sitio para llevarse algo".
Para control integral de relaciones el que hizo ¨¦l mismo, cuando se dedic¨® lucrativamente a vender por ah¨ª la informaci¨®n secreta que se le hab¨ªa confiado, la que dice que guardaba en una carpeta en el interior de un armario met¨¢lico, uno de esos tristes armarios Roneo de chapa gris, imagina uno, que agravaron durante tantos a?os la melancol¨ªa y la abulia de los funcionarios espa?oles. El agente secreto Perote lo apuntaba todo, lo guardaba en su carpeta y en su armario Roneo y a continuaci¨®n lo perd¨ªa, o se lo quitaban, o lo filtraba ¨¦l mismo, permitiendo as¨ª a la prensa espa?ola y al p¨²blico en general el disfrute de los secretos m¨¢s inaccesibles. En un momento dado de su relato, la c¨¦lebre carpeta se convierte en una "carpetilla". Es el diminutivo lo que me llega al coraz¨®n: en medio de la deshumanizaci¨®n del espionaje moderno, de los despliegues operativos, de las operaciones de inteligencia, de la valoraci¨®n de fuentes, de los ¨®rganos de adquisici¨®n, nuestros agentes secretos siguen usando las inveteradas carpetillas espa?olas, las entra?ables carpetillas de cart¨®n azul, con gomas el¨¢sticas, las carpetillas de los cobradores humildes, de los empleados m¨¢s modestos de las gestor¨ªas de provincias. Armarios met¨¢licos, carpetillas azules, sellos de caucho y almohadillas de la vieja administraci¨®n espa?ola: entre sus muchas tareas secretas y operaciones de inteligencia, el ex agente Perote declara que le fue encomendada la misi¨®n de fabricar el tamp¨®n con el sello de los GAL.
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