Proposici¨®n 227PEP SUBIR?S
El pasado 2 de junio, la mayor¨ªa (61%) de los electores californianos que ejercieron su derecho al voto (unos 3,2 millones) aprob¨® la Proposici¨®n 227, impulsada por el empresario de Silicon Valley Ron Unz y sometida a refer¨¦ndum tras recoger m¨¢s de 800.000 firmas de apoyo, m¨¢s del doble de las exigidas legalmente para convocar la consulta. Resulta significativo que el hecho no haya tenido m¨¢s eco entre nosotros, habida cuenta de que lo que pretende la iniciativa es imponer la obligatoriedad del ingl¨¦s como lengua ¨²nica en el sistema educativo primario y secundario, frente a la actual -y vigente desde hace 30 a?os- coexistencia del ingl¨¦s con otras lenguas habladas por los diversos colectivos sociales residentes en California, y muy especialmente con el espa?ol. Posiblemente esa falta de atenci¨®n se deba a que, para las fuerzas pol¨ªticas que en Catalu?a se sirven habitualmente de la lengua como instrumento partidista, no es f¨¢cil capitalizar ni tampoco criticar la Proposici¨®n 227. Para los nost¨¢lgicos del dominio absoluto del castellano como lengua oficial, que sin duda se sienten plenamente identificados con el esp¨ªritu imperial de la propuesta English only, porque resultar¨ªa harto problem¨¢tico mostrar su acuerdo de fondo cuando la lengua perjudicada, borrada del sistema educativo, es precisamente el espa?ol. ?Qui¨¦nes son los espa?oles de la actual California, los anglos o los hispanos? Para los defensores a ultranza del monoling¨¹ismo catal¨¢n porque seguramente su alma est¨¦ dividida entre un sentimiento de apoyo a una lengua y a una identidad cultural que se hallan en clara situaci¨®n de inferioridad pese a tener s¨®lidas credenciales hist¨®ricas en el territorio californiano, y el de distanciamiento con respecto a unos hispanos que en su inmensa mayor¨ªa no dejan de ser unos inmigrantes de bajo nivel social y cultural en una regi¨®n que durante este siglo se ha convertido en uno de los m¨¢ximos exponentes del sue?o americano de ra¨ªz anglosajona. ?Qui¨¦nes son los catalanes de California, los hispanos o los anglos? Para unos y otros, en fin, porque el 37% de los votantes hispanos han apoyado la proposici¨®n en la creencia de que una educaci¨®n monoling¨¹e en ingl¨¦s facilitar¨¢ la promoci¨®n social de sus hijos. En todo caso, lo interesante de la experiencia californiana es que, por razones hist¨®ricas obvias, el debate se plantea, por lo menos formalmente, en t¨¦rminos de derechos democr¨¢ticos y de mayor o menor eficacia de un sistema biling¨¹e o monoling¨¹e de educaci¨®n como instrumento de formaci¨®n cultural y de integraci¨®n y promoci¨®n social. Por supuesto que, m¨¢s all¨¢ de los siempre inciertos argumentos sobre la superioridad o inferioridad pedag¨®gica de un sistema educativo u otro, o sobre su potencial m¨¢s o menos integrador o fragmentador, algunas afirmaciones de Ron Unz en sus boletines de campa?a ponen de manifiesto el trasfondo clasista e incluso racista de su iniciativa, al utilizar, por ejemplo, los peores estereotipos ¨¦tnicos para comparar a los hispanos californianos con sus abuelos, "que vinieron a California en los a?os veinte como inmigrantes europeos pobres. Vinieron a trabajar y a triunfar, no a sentarse y ser una carga para quienes estaban ya aqu¨ª". Y es que, en el fondo de todo debate socioling¨¹¨ªstico siempre subyace una cuesti¨®n de ideolog¨ªa y de poder. En este caso, y m¨¢s all¨¢ de las dudas razonables sobre los diferentes sistemas pedag¨®gicos, es altamente significativo que los impulsores de la proposici¨®n sean sectores anglos ultraliberales en lo econ¨®mico y ultraconservadores en lo pol¨ªtico, que sienten amenazada su hegemon¨ªa social y cultural ante el creciente peso demogr¨¢fico de la poblaci¨®n de origen hispano. Tanto en California como en Catalu?a, las lenguas son instrumentos y v¨ªctimas de las aspiraciones hegem¨®nicas de unas determinadas estrategias pol¨ªticas y sociales. Con todo, a nadie se le ocurre en California -en todo caso, se les podr¨ªa ocurrir a los hispanos- apelar al ingl¨¦s o al espa?ol como lengua propia de un territorio. A casi nadie -con la excepci¨®n de algunos sectores anglofundamentalistas, pero desde luego no a ninguna fuerza pol¨ªtica seria y democr¨¢tica- se le ocurre postular e imponer una ideolog¨ªa nacional de corte esencialista, basada en una lengua y una cultura homog¨¦neas, y defender la exclusividad del ingl¨¦s en nombre de una supuesta cultura nacional. Y es que la ventaja de Estados Unidos es su car¨¢cter de aluvi¨®n multicultural -de hecho, como en toda sociedad moderna y compleja-, pero en Norteam¨¦rica la historia es, en este caso, transparente. Por ello, lo que est¨¢ formalmente en discusi¨®n son los intereses y los derechos de las personas. Lo que est¨¢ formalmente en discusi¨®n es la bondad y eficacia del sistema educativo. Y todo ello se discute y se resuelve sin grandes dramas mediante procedimientos pol¨ªticos perfectamente ordinarios, sin demonizar como antipatriotas a los proponentes de una u otra opci¨®n. Ello es fundamental porque en unas sociedades en cambio constante y acelerado, en las que las desigualdades econ¨®micas y sociales son plenamente estructurales, con movimientos migratorios intensos e inevitables hacia los pa¨ªses y regiones m¨¢s desarrollados; en las que los sectores sociales m¨¢s favorecidos y acomodados tienen tasas de natalidad bajo m¨ªnimos, muy inferiores a las de la poblaci¨®n pobre, las situaciones de diversidad cultural y de conflicto ling¨¹¨ªstico tienen el futuro asegurado. Lo realmente importante -y esa es la gran ventaja de Estados Unidos- es que, descontadas las inevitables excepciones, haya un reconocimiento claro de la legitimidad de las diferencias y, por tanto, del conflicto, y una capacidad y disponibilidad para revisar leyes y sistemas establecidos convencionalmente teniendo como referente no vaporosas entidades colectivas y transhist¨®ricas, sino los individuos reales y concretos. Y as¨ª como hace dos d¨ªas se ha aprobado la Proposici¨®n 227 -aunque est¨¢ por ver que sea convalidada por los tribunales competentes-, dentro de 2 a?os o de 22 puede haber una Proposici¨®n 337 que modifique nuevamente el sistema sin que ello suponga una crisis pol¨ªtica de consecuencias incalculables.
Pep Subir¨®s es escritor y fil¨®sofo.
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