El profesor contado
Con este merecido galard¨®n a los talentos, saberes, erudici¨®n, penetraci¨®n, br¨ªos, porte, indumentaria y distinci¨®n del profesor Francisco Rico, creo que se da por primera vez la circunstancia de que sea premiado en la realidad un personaje m¨ªo de ficci¨®n. Digo bien de ficci¨®n, y aun por partida triple y con tres diferentes nombres: profesor Del Diestro hace nueve a?os, profesor Villalobos hace seis, profesor Rico este mismo a?o, desde hace tan s¨®lo un mes. Cualquiera deber¨ªa saber que el hecho accidental de que alguien lleve en una novela el mismo nombre que lleva en la vida no priva de ser ficticio al de la novela, esto es, al que es contado o representado. Incluso seguir¨ªa siendo ficticio si fuera representado o contado en una biograf¨ªa veraz: el profesor Rico tendr¨¢ sin duda la suya, a su debido tiempo, y es posible que una estatua ecuestre en alg¨²n tranquilo jard¨ªn (sugiero a las autoridades de Barcelona, donde reside el premiado, un emplazamiento en Horta, cerca del Laberinto).Hace poco recib¨ª una carta del profesor en la que me comentaba ben¨¦volamente su ¨²ltima aparici¨®n ficticia, con su propio nombre de Rico. Dec¨ªa estar ?razonablemente satisfecho? de las p¨¢ginas por ¨¦l dominadas, y que en todo caso ¨¦stas le hab¨ªan ?divertido mucho, alguna vez hasta la carcajada?. S¨®lo me reprochaba ?alguna ca¨ªda de estilo imposible en m¨ª?, y que le hubiera atribuido ?la afectaci¨®n de subirme las gafas con otro dedo que el ¨ªndice, en la que jam¨¢s incurrir¨ªa?. Luego pasaba a discutir ciertos aspectos de la conversaci¨®n que en el libro sosten¨ªa conmigo, o mejor dicho, con el personaje que all¨ª lleva mi nombre; y apelaba a Jenofonte, recordado ?no, desde luego, por la exactitud de sus noticias, sino por la calidad de su estilo?, para negar que la novela pudiera perdurar m¨¢s que el ensayo o la cr¨®nica o la historia: nadie se acuerda hoy de los autores de las f¨¢bulas milesias. Y a?ad¨ªa: ?Y aqu¨ª, entre nosotros? (espero que la f¨®rmula fuera s¨®lo ret¨®rica; si no, vaya traici¨®n la m¨ªa), ?me pregunto con una cierta alarma cari?osa si no se te habr¨¢ pasado por la cabeza que tu prosa es superior a la m¨ªa: de sobra te consta que no es el caso?.
Creo haberle concedido que la suya era superior en precisi¨®n, la m¨ªa en intensidad. Tambi¨¦n que la novela, en efecto, es un g¨¦nero h¨ªbrido, bastardo, de escaso linaje, demasiado indefinido y amplio y -lo peor para un hombre como ¨¦l- ?moderno?. Ya es mucho concederle al profesor, que f¨¢cilmente lo abruma a uno, no menos con su distinci¨®n que con su gran saber. Francisco Rico ha alcanza do logros muy considerables, con Petrarca o con su sola prosa, v¨¦ase su libro m¨¢s rec¨®ndito e inspirado, Primera cuarentena. Ahora ha conseguido que se hable de ?el Quijote de Rico?, lo cual trae a la memoria aquella f¨®rmula inglesa para distinguir las traducciones inolvidables ?Pope"s Odyssey, Chapman"s Iliad?; y aunque no lo tengamos presente nunca, fueron gentes como Pope y Chapman y B¨¦rard quienes hicieron de la Odisea y la Iliada lo que son a¨²n en nuestras lenguas, pese al empe?o de nuestros ministerios de Educaci¨®n sucesivos de convertirlas en olvidadas f¨¢bulas milesias. As¨ª que en cierto sentido, de Rico y de sus secuaces -hoy quiz¨¢ no tenga iguales- depende que cualquier bastardo novelista o nobil¨ªsimo poeta sean en el futuro sepultadas f¨¢bulas o textos vivos. S¨®lo en cierto sentido.
Eso ser¨¢, en todo caso, en el futuro. Hoy por hoy, y dado que no pertenezco a la clase de novelista pusil¨¢nime al que ?se le rebelan? los personajes, el profesor Rico est¨¢ en mis manos, o digamos su personaje. He sabido que a muchos lectores les cae mejor el propio Rico, el de la vida, tras haber hecho su connaissance ficticia. Y al parecer gusta m¨¢s a las mujeres. Hoy le conceden este alto y enjundioso premio. Empiezo a darme miedo a m¨ª mismo, sobre todo porque caigo ahora en la cuenta de que el Premio Cervantes ha sido para Cabrera Infante, que tambi¨¦n sale en esa novela falsa, y de que hace unos a?os el supuesto modelo de otro personaje, Rylands, recibi¨® cuatro millones del Premio Nebrija al poco de hac¨¦rseme del todo ficticio. Debo pensar en la posibilidad de abrir negocio y ofrecerme como retratista por encargo. Pondr¨ªa en mis folletos propagand¨ªsticos una foto de Francisco Rico laureado como Petrarca, a modo de garant¨ªa. Aunque dados sus talentos, saberes, erudici¨®n, penetraci¨®n, br¨ªos, porte, indumentaria y distinci¨®n, quiz¨¢ se me reconocer¨ªa escaso m¨¦rito y ser¨ªa tomado el recurso a su imagen como apropiaci¨®n ventajista e indebida.
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