La unidad de la izquierda
De las muchas diferencias que hay entre la izquierda y la derecha, cuando tanta gente dice que no hay ninguna, quiz¨¢s la m¨¢s llamativa sea el concepto en que se tienen a s¨ª mismas en cuanto grupos o colectividades. La izquierda se concibe como una Gemeinschaft (comunidad), mientras que la derecha tiende a verse m¨¢s como una Gesellschaft (sociedad), ambas en la terminolog¨ªa de Ferdinand T?nnies. La izquierda posee un sentido m¨¢s eclesial de pertenencia por muy diversas razones que quiz¨¢ puedan sintetizarse en la ?dial¨¦ctica de la negatividad?; mientras que la derecha se reconoce como un agregado de conveniencia e inter¨¦s. En consecuencia, la izquierda se encuentra m¨¢s cercana a la ?ley de la sangre?, como Ant¨ªgona, mientras que la derecha lo est¨¢ a la ?ley de la ciudad?. De ah¨ª que, por muchos esfuerzos de universalizaci¨®n conceptual que hagan, el ?comunitarismo? tenga su coraz¨®n en la izquierda. Como todo el mundo.Esta diferencia es de la mayor importancia en sus correspondientes acciones colectivas. La derecha no tiene problemas de reconocimiento. Su indiferencia por las cuestiones de fondo hace que quepa aunar orientaciones muy dispares, siempre que sus intereses sean conciliables. Porque de intereses se trata. La izquierda, en cambio, rebosante de valores y principios, est¨¢ en permanente discordia consigo misma, fiel seguidora del mensaje evang¨¦lico, seg¨²n el cual, el que vino no vino a traer la paz sino la espada; basta ver con qu¨¦ in¨²til cuanto c¨®mica sa?a se niegan unas izquierdas a otras su raz¨®n de ser. ?Alguien ha visto una controversia en el campo conservador acerca de si una corriente es ?verdaderamente? de derechas o no? Lo importante es conseguir el poder aqu¨ª y ahora; lo dem¨¢s se dar¨¢ por a?adidura. En la izquierda, no; en la izquierda hay que ir al fondo de las cosas. Para los socialdem¨®cratas, los comunistas no son de izquierdas pues niegan la democracia y, por ende, la libertad. Para los comunistas son los socialdem¨®cratas quienes no son de izquierdas pues est¨¢n faltos de nervio radical. A su vez, dentro del campo comunista, los trostkistas niegan a los estalinistas la vitola de izquierda, etc¨¦tera.
De ah¨ª que parezca destino de la izquierda el se?alar permanentemente las l¨ªneas de diferencia y el buscar un terreno com¨²n en el que trazarlas. Ese terreno com¨²n, ese territorio ideal, ese lugar que no est¨¢ en lugar alguno, esa utop¨ªa, es la unidad de la izquierda. Un fetiche, un espantajo tanto m¨¢s impresionante cuanto m¨¢s imposible e irreal. Algo que s¨®lo sirve para hacer lo contrario de lo que la izquierda predica, esto es, para perseguir al discrepante, para acallar al cr¨ªtico. ?C¨®mo? ?No cree usted en la unidad de la izquierda? Pues es usted un enemigo del pueblo, un agente infiltrado, un derrotista, un traidor o un sectario. Elija.
Ya est¨¢ bien. No hay por qu¨¦ elegir. Si, como es el caso hoy en Espa?a, por diversas razones muy conocidas y muy recientes, todas de cu?o electoral, la unidad de la izquierda es la consigna de moda, quienes la propugnan deber¨¢n ser capaces de refutar las objeciones y no limitarse a lanzar anatemas.
Aproximadamente desde 1920, la izquierda pol¨ªtica (los anarquistas son otra cosa) se ha dividido en dos familias, la socialdem¨®crata y la comunista, muy mal avenidas como es del dominio general. Tan mal avenidas que en estos ochenta a?os, en todo el mundo, la unidad se ha dado en menos de media docena de veces y ha sido problem¨¢tica y ef¨ªmera. Se pueden citar los casos de los frentes populares contra el fascismo, los dos o tres a?os de gobiernos del dopo guerra, la brev¨ªsima unidad popular chilena, el in¨²til programa com¨²n franc¨¦s de los a?os setenta y poco m¨¢s. Como reservorio de experiencias hist¨®ricas, obviamente, no da para mucho.
Con el hundimiento del comunismo, tambi¨¦n llamado en deliciosa per¨ªfrasis ?socialismo realmente existente?, la izquierda de origen comunista, donde sobreviv¨ªa, se ha quedado tan colgada como un mal ordenador cl¨®nico. Preguntad a un comunista qu¨¦ propone en concreto para nuestras sociedades en el harto improbable caso de que su partido gane unas elecciones y obtendr¨¦is una brillante muestra de la m¨¢s abstrusa confusi¨®n mental. As¨ª que, cuando los comunistas presentan su programa como eje vertebrador de la unidad, se aferran a una entelequia. Lo que no est¨¢ mal para solazarse en el principio esperanza de que habla Bloch, pero tiene poco que ver con la posibilidad real de alcanzar el Gobierno, que es el ¨²nico procedimiento que existe de transformar la realidad. No deja de ser gracioso que esta izquierda obstinada en mantenerse en la oposici¨®n a cuenta de unas propuestas que es incapaz de discernir y de argumentar se llame ?transformadora?. Pero eso forma parte de un curioso sentido de la contradicci¨®n que le es inherente: cuanto m¨¢s se escinde, se divide, se depura y se separa, m¨¢s invoca la unidad. En Espa?a, la ¨²nica izquierda que escenifica enfrentamientos internos con expulsiones en la ?unida?.
De forma que ni por experiencia hist¨®rica ni por razones sustantivas parece posible la tal unidad. Es m¨¢s, tampoco es f¨¢cil probar que sea conveniente; qu¨¦dese la demostraci¨®n, sin embargo, para otro momento.
Se dir¨¢ que en los ¨²ltimos a?os ha ido apareciendo una constelaci¨®n de formas, grupos y tendencias de muy diversa naturaleza, nuevos movimientos sociales, ONG, grupos alternativos, iniciativas varias que precisan de un horizonte unitario. Todos ellos, en teor¨ªa, pertenecen al multiverso de la izquierda y son una muestra de la riqueza y el pluralismo de los que debemos sentirnos orgullosos, como de hecho lo estamos quienes somos de izquierdas. Pero carece de sentido buscar la unidad con un conglomerado variopinto cuya riqueza reside precisamente en su fraccionamiento. Todo cuanto cabe decir es que, en la medida en que la izquierda se rige por la ley del coraz¨®n, cuyo primer mandato es considerar al individuo como un fin en s¨ª mismo, debe hacerse acreedora al apoyo electoral de estos grupos y tendencias, por lo dem¨¢s dedicados a sus muy variados quehaceres. Y, si no lo consigue, peor para ella.
El fetiche de la unidad de la izquierda se refiere a la acci¨®n pol¨ªtica y tiene su manifestaci¨®n tot¨¦mica m¨¢s sagrada en la unidad electoral. La cual s¨®lo puede conseguirse, evidentemente, en torno a la gran formaci¨®n, que en todos nuestros pa¨ªses suele ser, guste o no, un partido de tipo socialdem¨®crata, interclasista, semicentrista, moderado y ?atrapalotodo?, como en los pa¨ªses n¨®rdicos, en Inglaterra, Alemania, Austria o Francia, o un antiguo partido comunista debidamente reciclado en socialdem¨®crata, como en Italia. Esta comprobaci¨®n tiene una ir¨®nica semejanza con aquel ?socialismo realmente existente?; pero, a diferencia de ¨¦l, convertido hoy en ?socialismo realmente inexistente?, ¨¦ste parece gozar de buena salud.
Suele argumentarse que la vis atractiva del gran partido agosta el pluralismo de la izquierda. Pero eso no es cierto. Por m¨¢s colores que a?ada al rojo en su bandera la izquierda comunista no podr¨¢ apropiarse del pluriverso social antes se?alado, ni est¨¢ autorizada a hablar en su nombre, que es lo que (contradictoriamente) pretende. Y como partido pol¨ªtico, es mucho m¨¢s monol¨ªtica que el partido socialdem¨®crata. En el interior de ¨¦ste suele haber tal variedad de corrientes que, muchas veces, m¨¢s que partidos, parecen crisoles partidistas. Algo que los viejos partidos comunistas que ten¨ªan a gala su monolitismo ?bolchevique? criticaban altaneramente no hace mucho. En Espa?a, en concreto, ?puede alguien se?alar las diferencias reales entre el grupo de Izquierda Socialista dentro del PSOE y el PDNI fuera de ¨¦l?
Son los partidos menores de la izquierda los que tienen que mantener r¨ªgidas ortodoxias cuyo dogma es que los partidos mayores no son ?verdaderamente? de izquierdas, sino partidos de derechas a los que hay que desenmascarar primero y combatir despu¨¦s. O al rev¨¦s, que tanto da.
Surge as¨ª, por eliminaci¨®n, el ¨²nico criterio que avala la confusa propuesta de la unidad de la izquierda, el de la supervivencia de una formaci¨®n sin perspectivas reales que cifra toda su fortuna en algo muy parecido al chantaje que hace el perro del hortelano. Lo dec¨ªa do?a Rosa Aguilar con palabras m¨¢s retorcidas: no es posible echar a la derecha del Gobierno sin IU ni contra IU. De donde parece seguirse que s¨®lo puede haber unidad cuando la mayor¨ªa (9.419.620 votos) acepte las condiciones de la minor¨ªa (2.638.928 votos en el momento del sorpasso). La cuesti¨®n es, sin embargo, muy otra, y empieza por responder a la pregunta de c¨®mo sea posible que, en estas condiciones, est¨¦ la derecha en el Gobierno.
No se trata de volver a cuestiones pasadas, pero la pregunta requiere una respuesta y, seg¨²n la que se d¨¦, se entender¨¢ no solamente lo que ha venido sucediendo en nuestro pa¨ªs en los ¨²ltimos tiempos, sino, mucho m¨¢s importante, qu¨¦ cr¨¦dito real merecen las propuestas unitarias, qu¨¦ confianza suscitan quienes las hacen y qu¨¦ resultado real se obtendr¨¢ en un necesario an¨¢lisis de costes beneficios en el mejor sentido de los t¨¦rminos. Porque a esa pregunta puede responderse de varias maneras. Pero ninguna de ellas sirve para demostrar que la unidad de la izquierda sea necesaria. Ni siquiera deseable.
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