La ley del embudo
Se trata de describir un episodio, por lo que de ilustrativo tiene para las actuales relaciones Goliat-David, o sea, grandes corporaciones-ciudadano normal. En unos grandes almacenes encargo un producto que requiere un plazo de tiempo para su elaboraci¨®n, lo pago con Visa en el acto y unos d¨ªas despu¨¦s, en comprobaci¨®n rutinaria, veo el cargo en el extracto del cr¨¦dito de mi tarjeta. Al recoger el producto se observa un error en el precio: he pagado de m¨¢s. En consecuencia, el dependiente procede a hacer un abono de la cantidad pagada y el tr¨¢mite se produce sin incidencia; a continuaci¨®n, trata de hacer el nuevo cargo que es de 5.000 pesetas menos. La operaci¨®n es denegada por falta de cr¨¦dito. ?Qu¨¦ ha sucedido? La que sigue es mi explicaci¨®n, si Visa tiene otra mejor que me lo haga saber: en rom¨¢n paladino, cuando el empleado hace el abono, el gran almac¨¦n devuelve mi dinero a Visa, que lo acepta. Cualquiera pensar¨ªa que mi cr¨¦dito ha aumentado en la misma cantidad que el abono. No, el abono va al limbo, y mi tarjeta, que ya ten¨ªa su cr¨¦dito exhausto (soy buen cliente) y situado en una cantidad inferior a la del nuevo cargo, no lo puede cubrir (con lo que la farsa se manifiesta). Pregunta: si a la hora de hacer el cargo toda la red mundial de telecomunicaci¨®n se activa para hacerle saber a la terminal del gran almac¨¦n que el cr¨¦dito de mi tarjeta no alcanza, ?por qu¨¦ no se activa, aunque sea la red local y con baches para informar, al lugar donde mi cr¨¦dito resida, que el gran almac¨¦n devuelve una cantidad mayor? Corolario: si lo sublime de Kant es concebir lo irrepresentable, he aqu¨ª una situaci¨®n no pensada por don Manuel: representar lo inconcebible. O, al sencillo modo: la ley del embudo.-
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