La clave de los claveles clavados
El Real ha tenido su bautizo de abucheos con bronca, pitos y pateos, anoche. Respetando criterios y gustos: fue injusto. Pina Bausch sali¨® igualmente a saludar al final, estoica en su media sonrisa que siempre es media tristeza. El patio de butacas, como el senado romano, hirvi¨® y se dividi¨®: unos de pie al son de los bravos y otros pidiendo la cabeza de la core¨®grafa. Se oy¨® la palabra ??Estafadora!?, bajando inclemente desde el para¨ªso.Pina Bausch es todo lo que se quiera, menos una estafadora. Ll¨¢mesele maga, Casandra o Pers¨¦fone, pero nunca nada ligado a la deshonestidad. Ya en 1983 en Avignon presenci¨¦ bronca similar: el Patio de los Papas bramando a dos bandas; y en Roma cuatro a?os despu¨¦s, lo mismo, siempre con estos Claveles reventones de su propia ira. Y eso es maravilloso. Una pieza que tiene 16 a?os y sigue levantando pol¨¦mica, despertando odios y amores, ronchas y suspiros. Al arribar a la primera hora de espect¨¢culo, comenz¨® un goteo de deserciones que no par¨® hasta el final.
Tanztheater Wuppertal
Nelken (Claveles): direcci¨®n y coreograf¨ªa: Pina Bausch; escenograf¨ªa: Peter Pabst; vestuario: Marion Cito; iluminaci¨®n: Johan Delaere. Teatro Real, Madrid. 16 de junio.
Nelken representa el apogeo de la danza-teatro centroeuropea en su m¨¢s feroz heterodoxia; contiene todos los elementos del estilo Bausch as¨ª como todos los postulados de su est¨¦tica, imitada hasta el infinito, y guarda estrecha relaci¨®n con dos piezas-miscel¨¢nea de aquella misma etapa: 1980 (vista en el Mercat des Flors de Barcelona hace una d¨¦cada) y Kontakthof (1978). Desde el vestuario (Marion Cito reinvent¨® el culto de ir al Rastro a dise?ar el vestuario) hasta la luz y el concepto espacial, de pintura abstracta sobre la que se mueve la figuraci¨®n: los bailarines, unas ¨¢nimas errantes en sus propias fantas¨ªas ...y confesiones. En este caso, el espacio abstracto es un alfombra de claveles clavados sobre el suelo: un manto funerario y desconcertante, un sudario para Ofelia que da la clave: pisamos sobre nuestra huella, mancillamos esa flor que es la propia sombra, el amado fantasma.
Sin piedad
La core¨®grafa no tiene piedad alguna con sus fidel¨ªsimos bailarines (se puede a¨²n disfrutar de los artistas de la distribuci¨®n original: Panadero, F?rster, Mercy, entre otros), ella los usa como bayetas para aliviar los lodos morales de su esp¨ªritu. Nelken trata de perversiones, catarsis sentimental en varias cuerdas, y usufruct¨²a con mano maestra el trabajo de taller donde los artistas sacan de s¨ª su parte m¨¢s oscura. Pina Bausch ha convertido al vulgar clavel en una flor nocturna y simb¨®lica, una orqu¨ªdea azul negruzca que representa el grito ahogado de muchos deseos rotos.Si se piensa en su sistema de asociaciones, se la reconoce genial: es la core¨®grafa el eje selector, la mano que aprieta el gaznate del bailar¨ªn, le hace sudar tinta y le suelta, cual gui?apo, sobre esa alfombra tan¨¢tica y fan¨¢tica, inolvidable. Total: ella ya ha conseguido lo que quer¨ªa, hilvanar el collar de perlas negras. No puede hablarse entonces de liberaci¨®n en la danza sino de un postsimbolismo po¨¦tico y apretado sobre una regla estricta. Nelken es un largo poema fragmentario, duro, que se recrea en el escarnio. No se confunda el espectador y se quede en la risa sard¨®nica que emana de algunas escenas. Nelken es un drama, una inmolaci¨®n con careta festiva que no oculta esa mueca de dolor f¨ªsico y de ahogo que hace pensar en los desesperados versos de un Tralk. Nelken, como algunas estrofas del malogrado vien¨¦s, tiene una obligada lectura circular, tr¨¢gica en su ideal primero.
Anoche gan¨® Pina, y no se libr¨® de que sonaran dos tel¨¦fonos m¨®viles, una alarma de reloj, destellara un flash desde el segundo piso y un ni?o gimiera varias veces desde un palco. ?Qu¨¦ noche la de anoche, la de los claveles rotos!
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