Pl¨¢cido domingo
DE PASADAUn mal d¨ªa lo tiene cualquiera. ?C¨®mo pod¨ªa imaginar este hombre que ese d¨ªa vestido de domingo y de asueto iba a ser un mal d¨ªa? El hombre es de Mart¨ªn de la Jara, tierra de jornaleros, y ya le hubiera gustado hacer la reforma agraria: tierra, tr¨¢game. Sus amigos lo vieron por la ma?ana en La Habanilla, junto al quiosco de Matilde. Y lo volvieron a ver por la tarde en La Sandunguera, un bar cubano situado junto a la que fue academia de baile de Realito. De una punta a otra de la Alameda. Poemas de Nicol¨¢s Guill¨¦n en las paredes, canciones de Pablo Milan¨¦s y Silvio Rodr¨ªguez, Havana Club de siete a?os, los que hoy cumple la hija de un caballero calatravo de la zona. Antonio S¨¢nchez se las promet¨ªa muy felices en La Habanilla y era un hombre noqueado en La Sandunguera. En este 98 de los pecados, se sinti¨® grumete del Maine asaeteado por tirios y troyanos en la cumbre de IU. No se le ve¨ªan las cicatrices de la tunda, pero le dijeron de todo menos bonito: desleal, clientelista, fr¨ªvolo, hasta bartol¨ªn, ep¨ªteto carolingio que acabar¨¢ haciendo fortuna en futuras ediciones del diccionario de la Lengua. Lleg¨® a la Sandunguera como si viniera de la Divisi¨®n Azul. La misma en la que se alist¨® el mariquita Finito Contreras, uno de los personajes que se dan cita en el Loro P¨¢lido, el garito que da t¨ªtulo a un reciente libro de relatos de Juan Jos¨¦ T¨¦llez. Antonio hizo la guerra de Cuba sin moverse de Sevilla. En La Habanilla vio el espectro de Bertolt Brecht encarnado en uno de sus ep¨ªgonos que hac¨ªa una interpretaci¨®n de La ¨®pera de tres peniques para sablar a un cliente so pretexto de cien duros necesarios para adquirir un libro de Neruda en el dominguillo a precio de saldo. Confieso que no he bebido. Antonio S¨¢nchez, paradigma de los hombres solos que van y vienen por la ciudad. Como Joaqu¨ªn S¨¢enz, el pintor, que se pasea en bicicleta antes de bajar el tel¨®n urbano para irse a su refugio de Conil; como Ton Mart¨ªn Ben¨ªtez, que entre la radio matutina y la tele vespertina se somete a una terapia de peri¨®dico en la plaza de San Lorenzo; como Richard Villal¨®n, cantante peruano que guarda turno en un c¨¦ntrico banco del que han tenido el buen gusto de suprimir una placa inscrita en el suelo que parec¨ªa una l¨¢pida. "Ca¨ªdos por Dios y por Argentaria", bromea un empleado. De La Habanilla a la Sandunguera. Menudo domingo. Antonio se hizo socio del Havana Club, aunque no juegue la UEFA.
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