Las lanzas se tornaron ca?as
Antes de que termine la temporada, Lorin Maazel, amigo y admirado de Espa?a desde hace m¨¢s de 40 a?os, parece haberse sacado una espina: la de su accidentado programa con la Filarm¨®nica vienesa, cuyos solistas transitaron el Bolero de Ravel de traspi¨¦s en traspi¨¦s. Este g¨¦nero de fallos, advertibles hasta por el m¨¢s ignaro, resultan tan escandalosos como un m¨ªnimo gallo en los cantantes. Total: hubo movida y la noticia salt¨® a los medios de aqu¨ª y de fuera de aqu¨ª.Ahora, con la Sinf¨®nica de la Radio de Baviera, de la que es maestro titular, Maazel vino dispuesto a recuperar la limpieza y el tono elevado de anteriores triunfos. Lo consigui¨® plenamente y hasta lo acrecent¨® al conceder ?propinas? de importancia - El caballero de la rosa, de Strauss, y dos Danzas h¨²ngaras , de Brahms- tras haber interpretado la Segunda sinfon¨ªa de Schumann, el Preludio a la siesta de un fauno, de Debussy, y La consagraci¨®n de la primavera, de Stravinsky. Ayer y hoy como quien dice; la plenitud rom¨¢ntica alemana de Schumann y la revoluci¨®n de Claudio de Francia e Igor de Rusia. El 22 de diciembre de 1894, ?la flauta del fauno instaura una respiraci¨®n nueva del arte musical?, escribe Boulez; 19 a?os despu¨¦s, el 29 de mayo de 1913, estalla en Par¨ªs la bomba stravinskyana de La consagraci¨®n, convertida inmediatamente en inmensa y perdurable luminaria. En medio del tumulto, voces como la de Ravel o Falla supieron proclamar que la novedad de esta invenci¨®n sorprendente no reside en los procedimientos, sino en la misma entidad musical.
Concierto extraordinario de primavera (Caja Madrid)
Orquesta Sinf¨®nica de la Radio de Baviera. Director: L. Maazel. Obras de Schumann, Debussy, Stravinsky, Strauss y Brahms. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de junio.
Lorin Maazel, de tan extenso repertorio, hizo desde su juventud un excelente Stravinsky y en su primera actuaci¨®n madrile?a con la Nacional, febrero de 1956, nos salud¨® con una esplendorosa Petruschka. No sorprende entonces constatar una vez m¨¢s su dominio, comprensi¨®n y clarificaci¨®n de Le Sacre , convertida en sus manos y en la de los estupendos instrumentistas de Baviera en una exhibici¨®n de virtuosismo orquestal que puede parecer, a veces, demasiado apabullante en dem¨¦rito de la intensidad po¨¦tica y ritual.
Las ovaciones y bravos sin cuento, m¨¢s mesuradas en Schumann, se desbordaron y el divo se converti¨® en l¨ªder sin renunciar siquiera a la dosis de demagogia que suele acompa?ar al liderazgo. El caballero de la rosa, dos a?os anterior a La consagraci¨®n, desencaden¨® sobre la audiencia la legendaria ?lujuria orquestal?, de Strauss, antes que dos danzas brahmsianas hicieran bailar al p¨²blico al ritmo y al son que quiso Maazel. Clima de apoteosis, con ¨²ltima salida en solitario del maestro, decidieron el nuevo titular para la prensa de M¨²nich o Viena: ?Maazel, aclamado en Madrid?.
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