De la irredenci¨®n de la provincia
El llanto por la irredenta provincia espa?ola tiene, sin duda, m¨¢s de un siglo. Arranca de los regeneracionistas como Costa o Ganivet, impregna las posiciones de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, encuentra eco en lo mejor o menos dogm¨¢tico del 98 y desemboca en Ortega. He ah¨ª un legado hist¨®rico bien pr¨®ximo.Los hombres de la provincia espa?ola, en especial los que vivimos la provincia desde sus ?adentros? y desde sus ?afueras?, los que podemos tener, por la longitud considerable de nuestra duraci¨®n, una perspectiva de la vida peninsular de la inmediata posguerra, hace ya bastante m¨¢s de cincuenta a?os, recordamos el mortecino latido de una periferia espa?ola profundamente pobre y despose¨ªda, sin m¨¢s valores culturales que los aportados por una tradici¨®n apenas m¨®vil, pero todav¨ªa pre?ada de un sentido, el no renunciable sentido de lo arcaico, sofocante por las impositivas soflamas de los inicuos vencedores de aquel entonces, irrespirable por el herm¨¦tico cierre a todo aire exterior y s¨®lo positiva por el radical impulso de huida y rebeld¨ªa que generaba en los mejores.
Huyeron los intelectuales, la pobreza fue corroyendo las capas m¨¢s abandonadas y extremas de la poblaci¨®n campesina, se produjo el fen¨®meno masivo de la emigraci¨®n. Los que viv¨ªamos fuera ve¨ªamos llegar a diario trenes cargados de emigrantes, j¨®venes y menos j¨®venes, que eran desinsectizados o espulgados de forma humillante en la estaci¨®n de Cornavin (Ginebra). Todav¨ªa hay muchas personas que pueden dar testimonio del lacerante menosprecio con que se trataba al emigrante, ganado de carga reci¨¦n llegado. Alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que contar la gran miseria de esa emigraci¨®n europea que nosotros fuimos.
Por las precedentes consideraciones, nada me extra?¨® la justeza y precisi¨®n del art¨ªculo de mi amigo Juan Goytisolo, al que tantas cosas me han ido entra?ablemente uniendo, publicado en este mismo peri¨®dico (19 de febrero de 1998), sobre las manifestaciones de xenofobia y racismo en diversos puntos de la zona almeriense de El Ejido.
Las v¨ªctimas graves de tales actitudes son nuestros vecinos magreb¨ªes del otro lado del Estrecho, cuya dif¨ªcil traves¨ªa hecha en fr¨¢giles y sobrecargadas pateras causa la muerte de una elevada proporci¨®n de ellos, y otros africanos del sur del S¨¢hara, en particular senegaleses. Sobre la deplorable explotaci¨®n de estos emigrantes, la falta de compasi¨®n de los naturales de estas tierras, ex emigrantes ellos mismos o hijos de emigrantes, tambi¨¦n he tenido ocasi¨®n de escribir en este mismo peri¨®dico (20 de noviembre de 1996). La respuesta del Ayuntamiento de El Ejido al equilibrado y parco art¨ªculo de Juan Goytisolo fue incoar un estudio con el fin de declararlo persona non grata. En la operaci¨®n participaron portavoces del PP, del PSOE y de IU. Cumplido c¨®nclave.
Tal es la miseria de la provincia, tal el comportamiento insolidario, carente de toda ¨¦tica, del que sufri¨® hambre y sed y niega el pan y el agua a quienes las padecen ahora.
A la miseria, miseria fundamentalmente moral o del esp¨ªritu, habr¨ªa que a?adir otra caracter¨ªstica de la provincia profunda: la impunidad.
Pulpo que todo lo envuelve en su tinta y queda en ella borrado. Por la capital de la provincia circulan personajes que en muchos sentidos la definen y que descienden directamente de los protagonistas del libro capital de la modernidad espa?ola, Luces de bohemia.
Muchos de esos personajes pronuncian su perfil, no siempre gr¨¢cil, cuando la ocasi¨®n es propicia, la posible presa suculenta y la opacidad de las llamadas autoridades resulta particularmente c¨®mplice.
Un caso t¨ªpico de oscura manipulaci¨®n provinciana es el de la red tejida con bien aviesos fines en torno al Cargadero de Mineral El Alquife de Almer¨ªa.
El Cargadero, construido entre 1902 y 1904, es en la actualidad la construcci¨®n m¨¢s significativa de la fachada mar¨ªtima de la ciudad. Estructura de hierro, testimonio de toda una tradici¨®n constructiva generada por la revoluci¨®n industrial, el Cargadero se sit¨²a en la misma l¨ªnea de valores est¨¦ticos a los que corresponden obras tan representativas de una fase capital en el desarrollo de lo moderno como la torre Eiffel o la estatua de la Libertad.
El Cargadero representa, tal vez mejor que ning¨²n otro monumento de Andaluc¨ªa, lo que supuso la industrializaci¨®n del sur de la Pen¨ªnsula. Suma as¨ª a su valor est¨¦tico un manifiesto valor hist¨®rico y re¨²ne todas las condiciones necesarias para su declaraci¨®n como bien de inter¨¦s cultural, declaraci¨®n que se hizo p¨²blica el 21 de diciembre de 1997.
A pesar de esa declaraci¨®n y de la afirmaci¨®n tajante -hecha a quien esto escribe y reproducida por la prensa local- de Carmen Calvo, consejera de Cultura de la Junta de Andaluc¨ªa, seg¨²n la cual todo posible proyecto que pudiera atentar contra la identidad del Cable s¨®lo pod¨ªa ser fruto de una mentalidad ?ca
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teta? o ignara, han empezado a moverse de forma ?casualmente? acompasada diversos intereses ?cablizidas?, cuya manifestaci¨®n central ha sido la presentaci¨®n de un plan de reestructuraci¨®n del puerto, a cargo de un curioso personaje de cr¨®nica pueblerina llamado Jos¨¦ Antonio Amate, quien, tal vez a causa de su formaci¨®n como representante de productos farmac¨¦uticos, ha sido nombrado presidente de la autoridad portuaria.
Por supuesto, la trayectoria del se?or Amate, a quien algunos de sus amigos llaman admirativamente Arist¨®teles, es ejemplar. Dirigente de los grupos de Falange Aut¨¦ntica (hedillistas) hacia el a?o de gracia de 1976, pas¨® en un limpio salto dial¨¦ctico a las posiciones extremoguerristas del PSOE, del que ha sido secretario general en la provincia.
En la actualidad sigue ocupando este se?or puestos clave y pasea su humanidad cuadrangular y un poco achatada con el apoyo de distintas entidades, como el Club de Mar -que desea ampliar la zona de embarque a costa del Cable-, o ciertas empresas, como Agruminsa o Jarquil.
Arist¨®teles -dig¨¢moslo as¨ª para abreviar- ya ha hecho saber que la restauraci¨®n y puesta en uso del Cable costar¨¢ m¨¢s de tres mil millones de pesetas, y que, por supuesto, la reestructuraci¨®n del puerto (reestructuraci¨®n que consiste, sobre todo, en la creaci¨®n de una consabida y vulgar zona comercial) ser¨ªa mucho m¨¢s simple sin la enojosa presencia del citado bien cultural.
Los datos referentes a la restauraci¨®n del Cable son absolutamente falsos. Seg¨²n el estudio encargado a los arquitectos Ram¨®n de Torres y Pedro Salmer¨®n por la Direcci¨®n General de Bienes Culturales, que tengo a la vista, el coste total de dichos trabajos de restauraci¨®n asciende exactamente a 722.496.682 pesetas. A la sordidez de la provincia corresponde, claro est¨¢, m¨¢s sordidez de la provincia. El ide¨®logo Amate fue sucedido en su cargo de guerrista aut¨¦ntico por un joven de aire candoroso, bastante angelical, supuestamente cr¨ªtico -no s¨¦ muy bien de qu¨¦-, al que sus amigos atribu¨ªan una gran bondad, pero muy escasa experiencia pol¨ªtica -que ir¨ªa ganando, ciertamente, con el tiempo-, y al que por su aire de novicio de alguna orden mendicante llamaban -cari?osamente, claro- fray Mart¨ªn Soler.
Pero fray Mart¨ªn se ha destapado de s¨²bito con una operaci¨®n sulf¨²rea de gran calado y notable visi¨®n a largo o eterno plazo. Ha creado una plataforma local para presentar como candidato a la alcald¨ªa de esta tan sacrificada ciudad de Almer¨ªa al eminente Barrionuevo (s¨ª, el de los GAL), llamado cari?osamente por fray Mart¨ªn y sus correligionarios, sencilla y santamente, Pepe.
Hay quien dice que detr¨¢s de este aciago tinglado asoma mefistof¨¦lica, no se sabe c¨®mo, la cabeza del llamado Arist¨®teles. Impracticable pasi¨®n vac¨ªa de la provincia deprimida: el retorno a los cl¨¢sicos. Reanudemos el llanto finisecular de los ?regeneracionistas? del siglo XIX. Si todo permanece, permanezca al cabo, luctuoso, el llanto.
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