"L"Aven?", un patrimonio colectivoJOAN B. CULLA
El pasado 25 de mayo se publicaba en estas mismas p¨¢ginas una noticia alarmante para algunos miles de lectores, de ense?antes, de investigadores: L"Aven?, revista mensual de historia con 21 a?os de vida a sus espaldas, tiene los meses contados y desaparecer¨¢ como tal, o cambiar¨¢ sustancialmente de perfil, desde el pr¨®ximo oto?o. A partir de ese anuncio ha transcurrido un plazo prudencial, suficiente en todo caso para que los actuales responsables de L"Aven? corrigieran, matizasen o desmintieran la informaci¨®n de EL PA?S. No lo han hecho. Tampoco han hallado la ocasi¨®n de ponerse en contacto con las cuatro decenas de historiadores que ostentamos el modesto pero honroso t¨ªtulo de asesores de la revista para explicarnos los ¨²ltimos cambios en el staff y el alcance de los proyectos de futuro que, al parecer, albergan. Este silencio y el aparente secretismo del golpe de tim¨®n que se acaba de producir resultan especialmente inquietantes porque contradicen el esp¨ªritu fundacional, la idiosincrasia de la ya veterana publicaci¨®n. L"Aven? constituye uno de los frutos m¨¢s valiosos y perdurables del clima universitario catal¨¢n de las postrimer¨ªas del franquismo. Su gestaci¨®n se inici¨® entre los estudiantes y algunos profesores de la licenciatura de Historia Moderna y Contempor¨¢nea de la Universidad de Barcelona a lo largo del curso 1974-1975, y tuvo un primer esbozo en los llamados Cuadernos Cr¨ªticos de Historia: un par de n¨²meros precariamente ciclostilados que, reflejando las hegemon¨ªas tem¨¢ticas del momento, se consagraron a Marx y la historia y a La monarqu¨ªa absoluta con textos -no originales, por supuesto- de Eric J. Hobsbawn, de Pierre Vilar y de Roland Mousnier, entre otros. Unos meses despu¨¦s, gracias al impl¨ªcito mecenazgo de la Copister¨ªa Mar Blava, que regentaba el benem¨¦rito Joan Crexell, el proyecto adquiri¨® mayor prestancia formal y, bajo la nueva cabecera de Hist¨°ria i Societat, dio a luz otros dos n¨²meros con contribuciones -tambi¨¦n pirateadas, claro est¨¢- de Manuel Moreno Fraginals, de Henry Kamen, una vez m¨¢s de Pierre Vilar... A lo largo del curso siguiente, el 1975-1976, la extinci¨®n biol¨®gica de la dictadura coincidi¨® con la salida de la Universidad, finalizados ya los estudios, del n¨²cleo promotor de estos balbuceos. Sin embargo, la tenacidad de algunos de sus miembros -citar¨¦ s¨®lo a Leandre Colomer porque ya no est¨¢ entre nosotros- y el incipiente clima de libertad que impregnaba al pa¨ªs obraron el prodigio: en diciembre de 1976 sal¨ªa a la calle el n¨²mero cero de L"Aven?, una revista profesionalizada, de presentaci¨®n cuidad¨ªsima y en cuyos cr¨¦ditos figuraba el m¨¢s amplio espectro ideol¨®gico y tem¨¢tico de la historiograf¨ªa catalana. L"Aven? naci¨®, pues, bajo el signo y el clima unitario -o, si se quiere, frentepopulista- que caracteriz¨® entre nosotros el arranque de la transici¨®n. Desde sus primeros textos editoriales reivindic¨® "la historia entendida como herramienta de progreso y no como an¨¦cdota de museo" al tiempo y con el mismo ¨¦nfasis que se autotitulaba "una revista de afirmaci¨®n catalana" y que escog¨ªa como ¨¢mbito propio los "Pa?sos Catalans". Luego vinieron las constricciones constitucionales, la l¨®gica competencia entre partidos, algunas sorpresas electorales..., y el clima pol¨ªtico y cultural del pa¨ªs fue evolucionando. Pero L"Aven? ha logrado mantenerse, en general, como un espacio de pluralidad, como un ¨¢gora de debate y cr¨ªtica serenos, como un reflejo pasablemente fiel de las complejidades y las contradicciones en el seno de la profesi¨®n. Y me atrevo a afirmar que los peores d¨ªas de la revista fueron aquellos -all¨¢ por 1985-1987- en que dudosas rentabilidades pol¨ªtico-partidistas de cort¨ªsimo vuelo estuvieron a punto de desdibujarla y desprestigiarla. Si entonces hubo margen para la rectificaci¨®n, conf¨ªo en que, una d¨¦cada m¨¢s tarde, no se vaya a reincidir en el mismo error. En otro orden de cosas, los 225 n¨²meros de L"Aven? aparecidos hasta hoy, sus miles de art¨ªculos y de rese?as bibliogr¨¢ficas han supuesto y representan a¨²n una plataforma fundamental, imprescindible, para la difusi¨®n de la historia y de las dem¨¢s ciencias sociales en Catalu?a. La revista ha sabido estar en el quiosco sin desvincularse de la academia, ha ofrecido a sucesivas hornadas de historiadores noveles la oportunidad de publicar los primeros art¨ªculos, de foguear las primeras investigaciones, y ha suscitado por todo ello la sana envidia de los colegas vascos, gallegos o madrile?os, desprovistos de instrumentos equiparables. Es cierto que, a pesar de tales m¨¦ritos, L"Aven? no ha logrado asegurar nunca su independencia financiera -?cu¨¢ntos productos culturales de su estilo y con su mercado lo consiguen?- y ha necesitado ciertas ayudas institucionales. No creo que fueran, ni por su cuant¨ªa ni por su destinatario, especialmente gravosas ni dif¨ªciles de justificar. Y he aqu¨ª que ahora, tras 21 a?os de singladura, la nave amenaza con irse al garete, ?sacrificada a qu¨¦ superiores objetivos? Pues, a juzgar por las informaciones de prensa, sacrificada al problem¨¢tico lanzamiento de una revista de historia en castellano para todo el mercado espa?ol (?modelo Tiempo de Historia, tipo Historia 16 o estilo Historia y Vida?) y, sobre todo, a la transformaci¨®n de L"Aven? en un mensual de cultura y pensamiento, en "un Serra d"Or de izquierdas"... ?Serra d"Or? Con todo mi afecto hacia la abnegada revista montserratina, no s¨¦ yo si un tan singular ejemplo de publicaci¨®n mensual concebido hace cuatro d¨¦cadas es, por mucho izquierdismo que se le inyecte, el referente m¨¢s apropiado para adentrarse en el siglo XXI. Desde el punto de vista jur¨ªdico, L"Aven? es, como cualquier otra empresa, propiedad de sus accionistas. Pero, por origen y trayectoria, la revista tiene tambi¨¦n un numeroso accionariado moral formado por quienes, en una u otra etapa, han contribuido a impulsarla, por sus cientos de colaboradores gratuitos o semigratuitos,por los profesores que han intercambiado a trav¨¦s de ella experiencias did¨¢cticas, por los suscriptores y los lectores. Y ser¨ªa deplorable, aunque perfectamente legal, que los primeros pusieran a los segundos ante hechos consumados y decisiones irreversibles.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.