La nueva c¨²pula china busca con la visita un certificado de reconocimiento internacional
Ninguna relaci¨®n es m¨¢s crucial para los chinos que su relaci¨®n con Estados Unidos. Se trata de una curiosa combinaci¨®n de fascinaci¨®n y repulsi¨®n que obsesiona a los gobernantes de China. Crecido por su ascenso en la escena internacional, el llamado imperio del centro puede ahora sentirse con la capacidad de medirse como potencia con el gran pa¨ªs de la otra orilla del Pac¨ªfico, hasta el punto de intentar construir un Hollywood nacional que pueda producir una pel¨ªcula como Titanic, que ha provocado el entusiasmo de los chinos por su gigantismo y sus efectos especiales.
Si la visita de Bill Clinton es tan importante para la nueva c¨²pula dirigente es debido a que s¨®lo la unci¨®n de Washington le parece actualmente digna de inter¨¦s. S¨®lo eso les permite obtener un certificado de honorabilidad capaz de consagrar sus nuevas ambiciones. Esta b¨²squeda del reconocimiento de EEUU no significa, sin embargo, que el antiamericanismo haya desaparecido como por encanto del esp¨ªritu de los l¨ªderes chinos.La sospecha contra Estados Unidos contin¨²a bien anclada, como han demostrado las dos recientes crisis regionales. De entrada, la pasividad inicial de los norteamericanos ante las turbulencias financieras en Asia ha sido muy mal recibida en Pek¨ªn. Los dirigentes chinos creen que Washington apost¨® por una reconsideraci¨®n a la baja del peso del Asia emergente.
Por otra parte, Pek¨ªn jam¨¢s se ha sentido completamente convencido de la sinceridad de la actitud norteamericana sobre el programa nuclear indio. Y todo eso a pesar de la buena cooperaci¨®n entre Bill Clinton y su hom¨®logo chino, Jiang Zemin, a la hora de protestar por los ensayos at¨®micos realizados por India. En Pek¨ªn persiste la sensaci¨®n de que Washington ha intentado mostrar una actitud benevolente con Nueva Delhi con la esperanza de que India sea un pe¨®n en la contenci¨®n de China.
Todas estas sospechas no han sido abiertamente denunciadas. Los dirigentes chinos no han alimentado violentas campa?as de propaganda como las que inflamaron a la prensa oficial durante el periodo de tensi¨®n que se desarroll¨® entre la represi¨®n de Tiananmen (junio de 1989) y la cumbre regional del foro de Cooperaci¨®n Econ¨®mica Asia-Pac¨ªfico de Filipinas (noviembre de 1996), que supuso el recalentamiento de las relaciones chino-norteamericanas despu¨¦s de la crisis de los misiles en el estrecho de Taiwan. Ya no se leen en la prensa local diatribas contra EEUU como el principal enemigo de China.
Desde hace m¨¢s de un a?o las autoridades se hallan involucradas en una estrategia de seducci¨®n de la opini¨®n internacional. Deseosa de mostrarse ante el mundo como buen alumno, se mantiene discreto sobre Hong Kong, no deval¨²a su moneda y anuncia su intenci¨®n de suscribir la convenci¨®n de Naciones Unidas sobre derechos civiles.
A cambio de esta nueva pol¨ªtica de sensatez, China busca negociar dos contrapartidas con ocasi¨®n de la visita de Clinton: el olvido de los sucesos de Tiananmen y el respaldo a su pol¨ªtica sobre Taiwan.
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