El triunfo del f¨²tbol civilizado
Holanda se impone a Yugoslavia con un estilo espl¨¦ndido
![Santiago Segurola](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe505581b-3596-4161-bc77-1816c8c68bf7.png?auth=d22627484165dfcb062103e8d1fdebeb92a54c13220f4fd6553111e786e168fa&width=100&height=100&smart=true)
Triunf¨® la civilizaci¨®n. Con su juego met¨®dico y sereno, con su sentido de la participaci¨®n colectiva, con su delicada atenci¨®n a la pelota, con la generosidad para asumir el protagonismo en todo momento, Holanda venci¨® a Yugoslavia, que estuvo a punto de sacar el m¨¢ximo provecho a dos minutos locos. Empat¨® Komljenovic en el arranque del segundo tiempo y un minuto despu¨¦s Mijatovic fall¨® un penalti. Casi se puede decir que esta vez el f¨²tbol perdi¨® su condici¨®n azarosa. Dio la victoria al equipo que hizo el gasto y adem¨¢s lo hizo con hermosura, con la altura que se exige en el Mundial, pero que apenas se encuentra.El partido tuvo dos registros. El primer tiempo fue un mon¨®logo holand¨¦s, seg¨²n su estilo. A partir del buen uso del bal¨®n someti¨® a Yugoslavia hasta extremos impensables, sobre un equipo que se distingue por la buena factura t¨¦cnica de sus jugadores. Ni rastro de la excelente impresi¨®n que hab¨ªa dado frente a Alemania, nada que ver con lo que se espera de Jokanovic, Jugovic, Stojkovic y Mijatovic. A Yugoslavia le faltaba un plan, lo que les sobra a los holandeses.
Ning¨²n equipo es m¨¢s definible que Holanda, en el mejor de los sentidos. Los dem¨¢s son una mezcla de esto o de aquello, sumas m¨¢s o menos abultadas de t¨¢ctica, calidad individual y esp¨ªritu. Eso vale incluso para las grandes potencias, como Brasil. Holanda es la ¨²nica selecci¨®n que mantiene una fidelidad suprema a un estilo, porque lo de Alemania es otra cosa. Es una manera reduccionista de entender el f¨²tbol, alimentada por unos resultados excelentes y por un vigor an¨ªmico insuperable. Pero Holanda propone f¨²tbol. Ah¨ª est¨¢ la diferencia.
Se puede hablar de sus aspectos defectuosos -una incomodidad manifiesta cuando se queda sin el bal¨®n, la falta de un medio centro competente, una cierta timidez para concretar en el ¨¢rea lo que anuncia hasta all¨ª-, pero su categor¨ªa como equipo es indiscutible. Justo en los tiempos en los que la pelota es un artefacto sospechoso, Holanda se atreve a vulnerar la moda con una dosis masiva de bal¨®n. Lo m¨¢s curioso es que utiliza la pelota como garant¨ªa para el juego de ataque y como arma defensiva. Es un equipo que se siente mal cuando no puede protagonizar, cuando se ve obligado a defenderse.
Todo lo que representa Holanda qued¨® expuesto en la primera parte. Su autoridad fue escandalosa. Con paciencia y con sentido para encontrar los caminos, desarm¨® a Yugoslavia, que aguant¨® el chaparr¨®n de mala manera. Su ¨²nica voluntad era agarrar un contragolpe como fuera, pero no lo consigui¨®. A trav¨¦s del bal¨®n, el monopolio holand¨¦s impidi¨® cualquier aventura a los yugoslavos. Durante ese periodo, el f¨²tbol desembocaba con naturalidad en los lugares debidos, alrededor de Overmars, Bergkamp y Ronald de Boer. Hab¨ªa algunas interferencias por el desencuentro de Seedorf con una posici¨®n que no le corresponde. No es medio centro porque no tiene el partido en la cabeza. Es un futbolista que conf¨ªa en su f¨ªsico y en sus intuiciones, pero eso no es garant¨ªa de orden en la distribuci¨®n. M¨¢s bien, lo contrario.
El partido sirvi¨® para valorar a jugadores como Ronald de Boer, metido de extremo. Tampoco es su puesto natural, pero su inteligencia para jugar le pone a salvo de cualquier error. Es el futbolista ideal. Siempre sabe lo que debe hacer y siempre lo ejecuta con naturalidad, con una sencillez que resulta asombrosa en estos tiempos donde el f¨²tbol es hipertenso. Overmars tambi¨¦n es otra garant¨ªa. Cuando Overmars se mide mano a mano con un lateral, el partido queda a un lado, el tiempo se detiene y el asunto se convierte en cosa de dos. Un extremo y un defensa. Ese momento es impagable porque representa lo incierto, el desaf¨ªo, la habilidad de uno y la inteligencia del otro. Hay que agradecer a Holanda que preserve a esta especie.
La victoria debi¨® consagrarse en el primer tiempo y quiz¨¢ de forma diferente a c¨®mo lo hizo. Porque el primer tanto estuvo m¨¢s relacionado con los errores del portero y un central que con el acierto de Bergkamp. Pero de alguna manera hab¨ªa que santificar la excelente actuaci¨®n del equipo holand¨¦s, que se vio comprometido en el comienzo del segundo tiempo. Yugoslavia cambi¨® de actitud, o por lo menos eso pareci¨®, y busc¨® un partido diferente. Al menos lo combati¨®. Durante cinco minutos, Holanda pareci¨® en estado de shock. Permiti¨® un remate limpio de Komljenovic tras el saque de una falta y de repente se cay¨® el chiringuito. Stam cometi¨® otro error de marcaje y cometi¨® un penalti que pudo ser decisivo, pero Mijatovic lo estrell¨® en el larguero.
Holanda volvi¨® a lo suyo. Sali¨® del coma y poco a poco interpret¨® el juego a su manera. Volvi¨® a advertirse una falta de desgarro a un manera tan civilizada, un desgarro conveniente para un equipo espl¨¦ndido por su coraje para vivir el f¨²tbol desde una posici¨®n infrecuente hoy. Por eso, cuando Davids enganch¨® el tiro de la victoria, triunf¨® la mirada civilizada y lo que representa: la esperanza en un modo atractivo, agradable y sensato de entender el juego.
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