Una lenta adicci¨®n
En Estados Unidos, donde una serie de televisi¨®n puede ser, para muchas personas, algo m¨¢s que una serie de televisi¨®n (en caso de duda, as¨®mense al universo trekkie), la despedida de Seinfeld despu¨¦s de diez a?os en antena ha tenido connotaciones de cat¨¢strofe nacional. En tales circunstancias, cuando un producto tan querido en Norteam¨¦rica llega a Espa?a, lo normal es que se produzca una gran expectaci¨®n y muchas ganas de comprobar si la cosa era para tanto o si se trataba de otra peculiaridad estadounidense de dif¨ªcil comprensi¨®n fuera de sus fronteras.Tras ver el primer episodio de la serie, que Canal+ estren¨® el lunes a las diez de la noche, la inc¨®gnita sigue sin resolverse. Por un lado, no es que Seinfeld resulte incomprensible fuera de Estados Unidos, sino que parece de dif¨ªcil entendimiento m¨¢s all¨¢ de la isla de Manhattan. Es un producto tan neoyorquino, tan humor¨ªsticamente jud¨ªo y tan centrado en la neurosis del urbanita contempor¨¢neo que s¨®lo puede ser tan disfrutado por los habitantes de cualquier gran ciudad europea o norteamericana como ignorado por las grandes zonas de la Espa?a, la Europa o la Am¨¦rica profundas.
La serie se mueve en el territorio marcado por Woody Allen desde hace a?os, y si recluta un p¨²blico en Espa?a, lo har¨¢ entre los que se duermen con M¨¦dico de familia o cambian de canal a la que aparece Lina Morgan haciendo muecas y torciendo las piernas.
Estructura simple
Seinfeld parte de una estructura muy simple: en cada episodio se alternan las penosas andanzas de su protagonista, el tal Seinfeld, con sus actuaciones en clubes nocturnos como practicante de eso que los anglohablantes definen como "stand up comedy". Seinfeld y sus amigos (un gordito que intenta, sin mucho ¨¦xito, darle buenos consejos y un vecino holgaz¨¢n permanentemente envuelto en un horroroso albornoz) son, como muchos personajes de Allen, tipos de treinta y tantos a?os que parecen estar a punto de cumplir catorce. O sea, que resultan perfectamente comprensibles por sus denostados equivalentes humanos de cualquier ciudad de Occidente.Con el primer episodio, correcto y con tres o cuatro buenos chistes, se intuye que Seinfeld puede acabar enganchando al espectador al cabo de unas cuantas semanas. A fin de cuentas, eso es lo que sucedi¨® en Estados Unidos, donde la serie se estren¨® sin pena ni gloria y result¨® que al cabo de unos meses hab¨ªa funcionado el boca-oreja y se hab¨ªa creado un nutrido grupo de seguidores del inseguro Jerry Seinfeld y sus no menos inseguros compinches.
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