Grandilocuencia
El sentido del rid¨ªculo es uno de los grandes motores de la Historia. Las costumbres, los estilos literarios, los c¨®digos de la educaci¨®n y de la cortes¨ªa, las opiniones sobre el cielo y el infierno, cambian de piel, como las serpientes, gracias a esa ¨ªntima lucidez que provoca el rid¨ªculo. La vida supone un di¨¢logo perpetuo con la realidad, un esfuerzo por no sentirnos in¨²tiles, fuera de escena, sin una conciencia clara de la situaci¨®n. La verg¨¹enza golpea aisladamente para responder a una equivocaci¨®n concreta, se venga en nuestra piel de los errores, pero el rid¨ªculo es un estado de ¨¢nimo m¨¢s destructivo, m¨¢s profundo, una alarma privada que enciende las dudas y avisa del lugar que ocupamos en la sociedad, de nuestras conversaciones trasnochadas con el mundo. Ni siquiera a los poetas les gusta hacer el rid¨ªculo. Aunque una parte de su mitolog¨ªa moderna se funda en la rareza, en la extravagancia de sus modas y sus vocabularios, a veces llegan a cansarse del papel que repiten por un mecanismo convencional y huyen de la empalagosa cursiler¨ªa de una ret¨®rica anticuada. En muchas novelas de Gald¨®s aparece la figura rid¨ªcula del poeta que vive al margen del tiempo, provocando risas en salones decimon¨®nicos cansados de su grandilocuencia. La teatralidad ampulosa y desmedida acaba denunciando su propia falsedad, su inexistencia. Surge entonces el poeta que se cansa de hacer el rid¨ªculo y busca un tono nuevo, un modo de concederle verosimilitud sentimental a los adjetivos, los deseos y las acusaciones. B¨¦cquer cambi¨® la poes¨ªa espa?ola para no seguir haciendo el rid¨ªculo, o sea, para que la gente pudiera creerse de nuevo las palabras de un poeta. El debate sobre el estado de Andaluc¨ªa se ha llenado de frases grandilocuentes, de palabras rotundas, con muchas acusaciones implacables y algunos deseos ilimitados. "Ladridos de los perros a la luna", escribi¨® B¨¦cquer, dispuesto a devolverle a sus versos una realidad inteligente y discreta. Ladridos de los perros a la luna me han parecido a m¨ª las acusaciones de traici¨®n a Andaluc¨ªa, la denuncia de conspiraciones y pactos oscuros, el catastrofismo o el orgullo optimista de casi todos los discursos, la falta de poder real que esconden las elucubraciones andaluzas sobre Maastricht, el euro y la entidad futura del Mediterr¨¢neo. La ret¨®rica grandilocuente, la fiebre electoralista de nuestros pol¨ªticos, empieza ya a provocar risa, alude a su inexistencia objetiva, a su teatralidad inveros¨ªmil. Los pol¨ªticos auton¨®micos se hacen notar a golpes de denuncia, quejas y debates afantasmados, al tiempo que el Estado de las Autonom¨ªas muestra su fracaso en el deseo de una vertebraci¨®n razonable del pa¨ªs. Todas las coyunturas acaban desembocando en el estribillo de que Espa?a es la culpable de los problemas de Murcia, Castilla-La Mancha, el Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y Andaluc¨ªa. As¨ª las cosas, habr¨¢ quien empiece a pensar que las autonom¨ªas son un problema para Espa?a. Aunque tal vez tengamos suerte y el sentido del rid¨ªculo se convierta tambi¨¦n en un motor social para autoridades, portavoces de la oposici¨®n y gentes que se ganan la vida con la pol¨ªtica. Deber¨¢n aprender a hablar de otra manera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.