Despu¨¦s del aislamiento
Una anciana t¨ªa m¨ªa, disc¨ªpula que fue de lord Rutherford, contaba que en el Cambridge de los a?os diez y tantos se dec¨ªa del ilustre f¨ªsico que, cuando por primera vez consigui¨® la transmutaci¨®n del ¨¢tomo e intuy¨® lo que la reacci¨®n en cadena iba a suponer, exclam¨®: ?Dios no puede querer esto! Los sabios como lord Rutherford no s¨®lo dan a luz genialidades, sino que, frecuentemente, comprenden su alcance. Desgraciadamente, eso no suele ocurrir con muchos pol¨ªticos. Tal vez porque andan muy lejos de parecerse a los hombres de ciencia. Toman las cosas no como son, sino como querr¨ªan que fuesen, y no se percatan de las consecuencias de las acciones que les dicta m¨¢s la pasi¨®n que la raz¨®n. Por negar la necesidad de las cosas se ven presos de ella y a base de voluntarismo terminan haciendo lo que hubieran querido evitar.Un buen ejemplo de ello es la pol¨ªtica de aislamiento que hace un a?o se decret¨® contra HB y que coincidi¨® con alguna otra medida, m¨¢s que discutible en derecho, y cuya utilidad pol¨ªtica no se ha visto en modo alguno.
Criminalizar el pensamiento y la palabra es, sin duda, m¨¢s f¨¢cil que reprimir el crimen. Pero lo primero no ayuda a lo segundo, porque hay cierto tipo de criminalidad cuya ¨²nica alternativa es pensar y hablar. Cuando la experiencia demuestra la incapacidad para lo uno, la prudencia aconseja, cuando menos, no quemar las posibilidades de lo otro.
El aislamiento, por su parte, result¨®, para empezar, imposible porque en la pr¨¢ctica no se puede aislar un sector cualquiera, por antip¨¢tico que sea, de un continuo social. Despu¨¦s disfuncional, porque cre¨® problemas de disciplina interna en el resto de los partidos y fricciones entre ellos, erosionando la solidaridad de Ajuria Enea, y, como estamos viendo, la del propio pacto tripartito en el Gobierno vasco y tantos ayuntamientos. Y, en todo caso, in¨²til, porque no ha producido ni la conversi¨®n de HB ni la disminuci¨®n sensible de su electorado, que si, como anuncian las encuestas, llega a descender ligeramente, es siguiendo una tendencia anterior.
A ello hay que sumar efectos, supongo que no queridos, como la radicalizaci¨®n, si ello fuera posible, de las posiciones; la consolidaci¨®n del voto de IU en Euskadi que, hace meses, anunci¨¦ en estas p¨¢ginas, o el il¨®gico repudio de la tantas veces deseada participaci¨®n de HB en las instituciones.
En cuanto a lo primero, es evidente que el aislamiento produce radicalizaci¨®n y victimismo, bazas ambas valiosas en un contexto victimizado y radicalizado. Respecto de lo segundo, resulta significativo que, frente a la tendencia general en Espa?a, IU mantenga su voto en el Pa¨ªs Vasco, donde nunca ha tenido un gran arraigo, al hilo de una h¨¢bil t¨¢ctica que, aun condenando la violencia sin ambages, se niega a satanizar y aislar a HB. Por ¨²ltimo, el tercer extremo llueve sobre mojado.
En efecto, en 1993 se cometi¨® el error de no admitir a HB en las Cortes por estrictas razones de mal entendido prestigio partidista: el contar con mayor¨ªa absoluta en la primera votaci¨®n de investidura. Se cort¨® as¨ª una posibilidad de que la convivencia parlamentaria produjera sus frutos y, encima, el Tribunal Constitucional termin¨® dando la raz¨®n a HB. Ahora se va a incidir en el mismo error merced a un proyecto innecesario que daba lugar a inevitables enmiendas. Cuando HB sustituye los exabruptos por las votaciones parlamentarias -algo importante, cualquiera que sea el tenor de las votaciones, y es ingenuo pensar que se pudieran estrenar con otras m¨¢s risue?as- quienes, con raz¨®n, abominan del exabrupto, vuelven a escandalizarse. ?Claro est¨¢ que la com¨²n lealtad a la Constituci¨®n de todos, de ciudadanos y naciones, es el ideal! Pero alcanzarlo tiene sus tr¨¢mites. En 1978 se perdieron ocasiones preciosas para ello y ahora la voluntad pol¨ªtica requiere un plus de imaginaci¨®n. Si la Constituci¨®n ha de ser instrumento de integraci¨®n, no puede utilizarse como arma, sino que ha de ser ofrecida como deseable. Algo sin duda m¨¢s dif¨ªcil, pero necesario. Ahora, como hace cinco a?os, todos parecen empe?ados en dar argumentos a favor de quienes pretenden descalificar, y ello en v¨ªsperas de elecciones auton¨®micas, cuando uno y otros est¨¢n abocados a endurecer sus posiciones y no dejarse desbordar por nadie.
os sondeos parecen anunciar que el mapa pol¨ªtico vasco poco va a alterarse tras las pr¨®ximas elecciones. Pero, gracias a esta suma de supuestas habilidades, puede esbozarse un importante cambio de alianzas en cuya virtud la actual coalici¨®n tripartita de los nacionalistas del PNV y EA con el PSOE-PSE fuera sustituida por otra PNV-EA-HB. Del aislamiento se pasar¨ªa as¨ª a una coalici¨®n de gobierno cuya mayor¨ªa puede llegar a depender de la benevolencia de IU. La escena vasca se dividir¨ªa as¨ª por la mitad, abertzales frente a espa?olistas, y la moderaci¨®n perder¨ªa algunos tantos m¨¢s en pro de la crispaci¨®n. ?Acaso esta soluci¨®n conviene a los espa?olistas, incluso si obtuvieran la mayor¨ªa de los votos? ?Es la confrontaci¨®n de frentes una v¨ªa de pacificaci¨®n? ?sa es la no querida reacci¨®n en cadena. Efectos, por otra parte, desde el principio previsibles aun sin tener la lucidez de Rutherford. Bastaba con pensar un poquito, con m¨¢s raz¨®n que pasi¨®n.
Pero no es menos verdad que, pese a las alarmas iniciales de lord Rutherford, la desintegraci¨®n del ¨¢tomo result¨® muy fecunda cuando tal fuente de energ¨ªa ha sido utilizada para la paz. Otro tanto podr¨ªa ocurrir si una hipot¨¦tica incorporaci¨®n plena de HB a las instituciones y sus tareas, con m¨¢s efectividad que ritualismo, sirviera tanto para terminar con la marginaci¨®n pol¨ªtica de un sector minoritario, pero importante, de la sociedad vasca, como para tender puentes al di¨¢logo. ?sos ser¨ªan los efectos deseables, aunque me temo que no queridos, de los, tampoco queridos, pero indeseables.
Si un desafortunado aislamiento no ha contribuido a la paz sino a la radicalizaci¨®n, ojal¨¢ que una no menos desafortunada bipolarizaci¨®n pudiera contribuir a la integraci¨®n.
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