El arte de descordar toros
Pablo Hermoso de Mendoza descord¨® a su toro en el primer rejonazo llamado de castigo. Los rejoneadores estaban muy descordadores en la primera funci¨®n de los sanfermines : cuatro toros llegaron a descordar. Se ve que les ha dado por este arte singular.Los descordamientos ven¨ªan por mor de los rejonazos traseros. Es lo que se lleva en el toreo actual. Tanto si se perpetra a pie como a caballo, cuanto haya que clavar se clava trasero. Lo hacen los banderilleros con sus banderillas, los picadores con sus puyas, los rejoneadores con su arsenal toricida.
No es que hayan variado ni las t¨¦cnicas ni los gustos. Normalmente, si se banderillea, si se pica e incluso si se estoquea trasero, es porque los autores han renunciado a ejecutar de frente las suertes y las practican de costado. Esto tiene su l¨®gica: por delante, los toros presentan temibles cuernos; pero por los lados, mullidos lomos.
Ben¨ªtez / Cuatro rejoneadores
Toros despuntados para rejoneo de Jos¨¦ Ben¨ªtez Cubero (3?, descordado por Hermoso, devuelto) y sobrero de Pe?ajara, dieron juego.Jo?o Moura: rej¨®n trasero descordando (ovaci¨®n y saludos). Luis Domecq: tres pinchazos traseros y rej¨®n trasero ca¨ªdo (aplausos y saludos). Pablo Hermoso de Mendoza: rej¨®n trasero (dos orejas). Antonio Domecq: rej¨®n trasero descordando (oreja). Por colleras. Moura-Hermoso: pinchazo, rej¨®n atravesado traser¨ªsimo ca¨ªdo, rueda de peones y, pie a tierra, dos descabellos (aplausos y saludos). Hermanos Domecq: rej¨®n trasero descordando (aplausos). Hermoso sali¨® a hombros. Plaza de Pamplona, 5 de julio. 1? corrida de feria. Lleno.
Probablemente, los toreros de cualquier ¨¦poca hubiesen preferido liberarse de las confrontaciones con las cornamentas (aquello que anta?o llamaban "asomarse al balc¨®n", por ejemplo) y hacer las suertes al abrigo de los lomos, pero los p¨²blicos no les dejaban hacerlo. Hasta aquellos que eran legos en la tauromaquia ecuestre, la gozaban con las cabalgadas y los sombrerazos, les exig¨ªan a los rejoneadores un m¨ªnimo decoro en la acci¨®n de clavar. Sin embargo, a los p¨²blicos actuales, d¨®nde puedan caer los rejones de castigo y los de muerte, las banderillas largas o las cortas, la rosa y el clavel, son cosas que le traen absolutamente sin cuidado.
Al p¨²blico pamplon¨¦s (por cierto, uno de los m¨¢s santos de la Tierra) le daba por completo igual la punter¨ªa de los rejoneadores y lo mismo ovacionaba a las escasas clavazones en todo lo alto que las abundantes en lo bajo, y si el rejoneador se pon¨ªa a lucir su caballo, oblig¨¢ndole a que hiciera monadas, las ovaciones ya alcanzaban proporciones delirantes.
Antonio Domecq procur¨® que su caballo luciera todas las gracias que haya podido aprender, y el obediente cuadr¨²pedo bailaba, o se cimbreaba a dos pistas, o saludaba con la manita, o se pon¨ªa de rodillas, todo ello lejos del toro, naturalmente. Cerca del toro, en cambio, el caballista hincaba los hierros sin reparo de paletillas ni de ri?onadas y si se trataba de esgrimir el rej¨®n de muerte, iba y descordaba al toro. De modo que las dos veces que lo blandi¨®, dos veces lo descord¨®.
Con estas veleidades de los rejoneadores y de los p¨²blicos se acaban produciendo situaciones injustas, pues despu¨¦s de uno, sale otro rejoneador que intenta practicar un toreo sobrio y a lo mejor resulta que le hacen poco caso. Le ocurri¨® a Luis Domecq, que reun¨ªa al estribo en el centro del redondel sin antes haber pegado caballazo alguno y lo tildaban de soso.
Descord¨® hasta Jo?o Moura, que tuvo una actuaci¨®n anodina. Se descord¨® no s¨®lo en la suerte final de matar sino tambi¨¦n en la inicial de castigar. El primer rej¨®n de castigo lo tir¨® Pablo Hermoso de Mendoza sobre el espinazo trasero y dej¨® al toro medio paral¨ªtico. Devuelto antirreglamentariamente al corral, all¨¢ se fue el animalito, sin requerimiento de cabestros ni nada, dando tumbos.
El sobrero, con hierro de Pe?ajara, pose¨ªa presencia, casta y una codicia que recreci¨® el propio Pablo Hermoso de Mendoza, encel¨¢ndolo con maestr¨ªa, jinete de su famoso caballo Cagancho. Se produjo entonces, una vez m¨¢s, la espl¨¦ndida interpretaci¨®n del arte de Marialba, que es la negaci¨®n del arte de descordar toros. El arte de Marialba es toreo en s¨ª mismo, meritorio y creativo, cargado de emotividad.
El toreo a caballo tray¨¦ndose al toro fijo y templado para ponerlo en suerte y entrar de frente a prender reuniendo al estribo, a¨²na la t¨¦cnica y la destreza, la belleza y la emoci¨®n; es tauromaquia pura, en cuya interpretaci¨®n Pablo Hermoso de Mendoza alcanza la categor¨ªa de sobresaliente cum laude.
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