Argentina, al div¨¢n
... La pelota, en los pies de los jugadores holandeses, conoce de memoria el mapa del campo. Sabe que se sale de adentro hacia afuera y se llega de afuera hacia adentro. Que debe viajar hacia atr¨¢s donde siempre hay un jugador que hace de v¨¦rtice y le ayuda a saltar hacia el otro lado. Que si un jugador est¨¢ de espaldas jugar¨¢ a un toque, que en determinadas zonas est¨¢ prohibido darle m¨¢s de dos. Holanda tiene un pacto con la pelota y atiende a conceptos de toda la vida. S¨®lo la velocidad resulta moderna y se sigue llamando precisi¨®n: si no se es capaz de darle la pelota a un compa?ero la velocidad es mentira. Gracias a ese talento colectivo el equipo progresa organizadamente hasta 25 metros del arco contrario, donde el f¨²tbol empieza a tener nombres propios. Si Holanda no gana por tres goles es porque nadie se llama Johan Cruyff o, al menos, Marco Van Basten. Aun as¨ª hubiera dado dinero por ver jugar de esa manera a la selecci¨®n argentina.... Italia eligi¨® un modo de marcharse que no nos gust¨®, pero ese juego contenido forma parte de su tradici¨®n, est¨¢ aceptado por la cultura popular y, si surgen debates, s¨®lo ser¨¢n sobre la eficacia. No suelen tener contradicciones de estilo. El d¨ªa despu¨¦s los argentinos lloramos a Maradona y apelamos a Freud. No pod¨ªa ser de otra manera. Hace tiempo que la p¨¦rdida de identidad fractur¨® al pa¨ªs futbol¨ªstico entre corrientes de opini¨®n y de intereses. Nos vamos del Mundial y sin la pelota, que se la qued¨® Holanda. Justo la pelota, a la que queremos tanto. Perder es duro, pero a Argentina le pas¨® algo peor: no sabe qui¨¦n es. Puesto que Maradona ya no est¨¢, s¨®lo nos queda Freud. Al div¨¢n.
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