V¨ªctimas de tr¨¢fico: entre la lenidad y la hipocres¨ªa
Hace poco tiempo he tenido ocasi¨®n de leer algunas opiniones que, por fin, en relaci¨®n con las tragedias de tr¨¢fico, ya no s¨®lo hablan de lo de siempre, esto es, mejora de carreteras, se?alizaci¨®n adecuada, etc¨¦tera, sino que tambi¨¦n aluden al inevitable e "innombrable" aspecto penal que hay detr¨¢s de muchos de aquelos dramas.Incomprensiblemente, en Espa?a, esta parte oscura del problema de las v¨ªctimas de tr¨¢fico, a pesar de que anualmente afecta y destroza a miles de familias, no suscita el menor inter¨¦s en periodistas, tertulianos, columnistas, opinadores oficiales y oficiosos. ?Por qu¨¦?
Como consecuencia de ese espeso silencio, la sociedad digiere gustosamente, bajo el as¨¦ptico nombre de accidentes, todos los sucesos de tr¨¢fico. Y precisamente en esta confusi¨®n, se encuentra una de las causas (entre otras varias) que impiden paliar en buena medida tales tragedias. El d¨ªa que ¨¦stas dejen de ser tratadas casi como una estad¨ªstica (como el IPC o la EPA), a la que fatalmente debemos someternos, se empezar¨¢ a estar en el camino adecuado para intentar aminorarlas sensiblemente.
Sufrimos en Espa?a desde hace tiempo una enfermedad social (la sensibilitis podr¨ªamos llamarla) que ha producido una inflamaci¨®n desmesurada de la "sensibilidad" de parte (y bien digo parte, porque tengo la esperanza y la percepci¨®n de que el conjunto de los ciudadanos no la padece) de nuestra sociedad; la m¨¢s influyente, por cierto.
Dejo al estudio de los soci¨®logos la explicaci¨®n de este fen¨®meno, pero personalmente s¨ª me atrevo a hablar de sus efectos. Y el principal de ¨¦stos es que existe aut¨¦ntico p¨¢nico a utilizar palabras que signifiquen sanci¨®n, pena, porque ello es sin¨®nimo de "antidemocr¨¢tico"reaccionario, represor y algunos otros calificativos m¨¢s.
La consecuencia de esta perversi¨®n es que la v¨ªctima ha pasado a ser verdugo y el verdugo v¨ªctima. Todos ellos, todos nosotros, somos, al mismo tiempo, una cosa y la otra, pero, si no existiera aquel temor al que me refer¨ªa, nada impedir¨ªa que, puesto que existen unas leyes (el C¨®digo Penal, por citar el caso que aqu¨ª interesa), ¨¦stas deber¨ªan aplicarse a todos por igual, por m¨¢s que mi personal apreciaci¨®n sea la de que no s¨®lo aqu¨¦llas son mejorables, sino que, adem¨¢s, no suelen obedecer a los aut¨¦nticos intereses y/o deseos de la gran mayor¨ªa de los ciudadanos, sino m¨¢s bien a los de las personas, grupos sociales, etc¨¦tera, que realmente deciden sobre el bien y el mal, no s¨®lo en Espa?a, sino en cualquier otro pa¨ªs occidental.
En nuestro pa¨ªs no se tiene (no se quiere tener, mientras a uno no le toque) conciencia exacta de la magnitud del drama de las v¨ªctimas de tr¨¢fico, y, por ello, no se adoptan las medidas suficientes que el mismo requiere, mientras que en otros pa¨ªses como, por ejemplo, en Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, etc¨¦tera, s¨ª que las han adoptado.
Y no es que estos pa¨ªses sean mejores que nosotros, simplemente es que resuelven mejor una repugnante contradicci¨®n: que siga floreciendo la industria del autom¨®vil, que el "dios-asesino" siga siendo adorado, pero, eso s¨ª, quien causa una tragedia responde por ello, seg¨²n la gravedad de su acci¨®n (o de su omisi¨®n) y el grado de su responsabilidad.
Las tragedias de tr¨¢fico provienen de una doble causa: accidentes y conductas delictivas.
Pues bien, as¨ª como el accidente de tr¨¢fico, por su propia naturaleza, es dif¨ªcilmente evitable (aunque toda medida preventiva, mejora las circunstancias e imponderables que provocan los accidentes), el delito de tr¨¢fico s¨ª podr¨ªa, si no eliminarse, s¨ª reducirse apreciablemente.
Los accidentes encajan en las figuras jur¨ªdicas del caso fortuito y la fuerza mayor. La opini¨®n p¨²blica considero que conoce esta vertiente del problema
Respecto de los "delitos de tr¨¢fico", en cambio, opino que en nuestro pa¨ªs parece como si ¨¦stos no existieran, cuando la realidad es, desgraciadamente, otra. Y as¨ª como en todos los pa¨ªses socialmente avanzados son castigados severamente, en Espa?a, por el contrario, la sanci¨®n penal suele ser rid¨ªcula, con lo cual, el efecto disuasorio que toda medida coercitiva persigue, en nuestro r¨¦gimen jur¨ªdico-penal pr¨¢cticamente no existe. Los fiscales y jueces, en general, no parecen admitir la existencia del "delito de tr¨¢fico", y ello se debe, en mi modesta opini¨®n, a que son reacios a comprender (ignoro la raz¨®n) que el arma m¨¢s mort¨ªfera y traicionera, precisamente por ser el s¨ªmbolo del progreso, de finales del siglo XX se llama veh¨ªculo de motor, y quien la utiliza contra los dem¨¢s es, como m¨ªnimo, tan responsable moralmente (y deber¨ªa serlo penalmente) como el que utiliza un arma blanca o un arma de fuego.
El Consejo General del Poder Judicial est¨¢ frecuentemente en los medios informativos, aunque ocup¨¢ndose y preocup¨¢ndose siempre de los mismos asuntos.
Y yo quiero, necesito preguntar al m¨¢ximo ¨®rgano de gobierno del Poder Judicial (y, de paso, al Consejo Fiscal), ?por qu¨¦ no hacen un examen a fondo de qu¨¦ es lo que sucede con la justicia espa?ola y se lo explican a los ciudadanos? ?La culpa de su falta de aprecio por parte de ¨¦stos habr¨¢ que atribuirla siempre a la falta de medios materiales? ?Las encuestas de opini¨®n, siquiera como indicio, no son suficientemente expl¨ªcitas? ?Qu¨¦ ocurre concretamente con los delitos de tr¨¢fico?
Jam¨¢s podr¨¦ comprender, ni menos aceptar, c¨®mo, ante muertes causadas por conductas delictivas (acciones y omisiones) brutales y salvajemente despreciadoras de la vida de los dem¨¢s, nuestro C¨®digo Penal nada severo, por otra parte, y que apenas se aplica (aqu¨ª funciona mejor el contrato de permuta: tantos millones por muerto y el causante voluntario de las tragedias tan campante; hasta el dinero lo pone un tercero: las compa?¨ªas de seguros), cuando es aplicado se hace de forma tan inconcebible e hip¨®critamente benigna.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.