Van Morrison se mide con sus fantasmas
El veterano m¨²sico irland¨¦s deslumbra al p¨²blico del Festival de Jazz de Montreux
Los cambios de ¨²ltima hora en el programa del Festival de Jazz de Montreux para el lunes terminaron por dar forma a una noche de ra¨ªces de la m¨²sica irlandesa, aunque no todos los participantes encajaran totalmente en el t¨ªtulo. Tras la ca¨ªda del cartel de Ben Harper y de Wyclef Jean, no mucha gente se enter¨® a tiempo que en su lugar actuar¨ªa Van Morrison en la sala Stravinski, seguido del gaitero David Spillane, el cantante y compositor Mike Scott y Bob Geldof con los Happy Clubsters. Fue una larga velada de contrastes, marcada por la poderosa magia de Morrison.
La reciente aparici¨®n de un doble ¨¢lbum que re¨²ne rarezas y temas in¨¦ditos de Van Morrison, grabados entre 1971 y 1988, titulado The Philosopher"s stone, sirvi¨® de pretexto al m¨²sico irland¨¦s, que actuar¨¢ en el Teatro Municipal de M¨¢laga los d¨ªas 10,11 y 12 de julio, para hacer una revisi¨®n de algunos temas que no hab¨ªa interpretado en muchos a?os. Tras el impulso inicial que suele darle la canci¨®n Days like this, una suerte de reciclaje ante las demandas del presente, Morrison pareci¨® disfrutar de un auditorio con bastante buen sonido, un n¨²mero de p¨²blico suficiente para no sentirse desairado, lejos de los recintos abarrotados en los que suele actuar en los ¨²ltimos a?os, y de una noche fresca, tranquila y silenciosa en Montreux.
Sesi¨®n casi ¨ªntima
Las circunstancias contribuyeron a que el recital fuera convirti¨¦ndose en una de esas sesiones casi ¨ªntimas, a medida que el cantante se adentraba en un repertorio que hurga en su memoria y parece despertar qui¨¦n sabe qu¨¦ fantasmas dormidos. Su temprana fascinaci¨®n por el blues ("canto estas canciones desde que ten¨ªa tres a?os", explicaba Morrison en una de ellas) fue el veh¨ªculo que lo llev¨® por esta senda del recuerdo.A partir de ello, es decir, toda su vida, Morrison ha ido sumando a su repertorio sonidos de soul, ciertos fraseos jazz¨ªsticos, algo del folclor irland¨¦s y unas baladas duras y conmovedoras.
A los 53 a?os, Van Morrison, hijo de un empleado portuario de Belfast, coleccionista de discos de blues y jazz, es uno de los artistas m¨¢s s¨®lidos del panorama actual. Acompa?ado por una banda que lo acoge y apoya con solvencia, en especial James Delaney a los teclados y la participaci¨®n del saxofonista Peewee Ellis, Morrison entreg¨® su emotividad en temas nost¨¢lgicos sin dejar de lado algunas nuevas composiciones.
Protegido tras su eterno sombrero negro y sus gafas oscuras, Morrison lleg¨® a tocar algunos de aquellos instantes sublimes de inspiraci¨®n, roto s¨®lo por el intempestivo aplauso de un p¨²blico incapaz de contenerse ante ese cielo entreabierto. Un recital redondo que, por demandas de la programaci¨®n, deb¨ªa continuar con otras tres actuaciones m¨¢s.
Auditorio anestesiado
A David Spillane le toc¨® la inc¨®moda situaci¨®n de hacerse con un auditorio a¨²n bajo los efectos del "fen¨®meno Morrison". El gaitero, acompa?ado s¨®lo por el violinista Kevin Glacken, ten¨ªa preparado un espect¨¢culo para una sala de menores dimensiones como telonero para los otros int¨¦rpretes y esos factores acusaron la anestesiada reacci¨®n del p¨²blico, que, directamente, se sent¨® en el suelo.Los sonidos desnudos y acogedores de la gaita y el viol¨ªn parec¨ªan acompa?ar esta estela de enso?aci¨®n como ecos de unas ra¨ªces irlandesas, mucho m¨¢s lejanas en el pasado de lo que Morrison estaba dispuesto a llegar. S¨®lo en las ¨²ltimas piezas la gente empez¨® a prestar atenci¨®n a lo que suced¨ªa. Pero ya era tarde.
Mike Scott tampoco estaba preparado para un auditorio grande. ?l y el percusionista Preston Heyman ten¨ªan pensado un espect¨¢culo casi ac¨²stico e ¨ªntimo como campo experimental para las canciones del disco que est¨¢n grabando ahora. Poco a poco, el cantante y compositor escoc¨¦s fue desgranando sus baladas y ganando en confianza, en voz y en soltura. Abord¨® alg¨²n tema tradicional escoc¨¦s junto a composiciones nuevas que lo aproximan a melod¨ªas sentimentales.
Quien s¨ª estaba preparado para un escenario grande como el Stravinski Hall era Bob Geldof. A pesar de la hora a la que sali¨®, -pasada la 1.30 de la madrugada-, y un p¨²blico semiadormecido por las baladas de Mike Scott, Geldof, el bocazas, sali¨® maldiciendo y desplegando una energ¨ªa que pronto contagi¨® a los presentes. Sus Happy Clubsters, una banda compuesta por guitarras, bajo, bater¨ªa, mandolina, viol¨ªn, teclados y acorde¨®n, volvieron a montar la fiesta en el festival.
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