El guiri en el guirigay
Hab¨ªamos salido a ganar, pod¨ªamos hacerlo, pero la banda de las tres erres (Ronaldo, Rivaldo y Roberto Carlos) nos estaban royendo la moral. Entonces sali¨® Emerson. Sentencioso, les dije: "Si encima estos cariocas nos sacan a Fittipaldi, pagad y v¨¢monos". La holandesa parec¨ªa abatida. Adem¨¢s, el sanguinolento chulet¨®n a la brasa que le hab¨ªan servido con abundante sal gorda le estaba resultando, si yo no intu¨ªa mal, poco diet¨¦tico y nada digestivo, por no decir que pantagru¨¦lico y canibalesco. El que ven¨ªa arrastrando desde el tendido de sol una zodiac, trat¨® de reconfortarla: "Los Tercios de Flandes se hunden, pero el bote salvavidas es m¨ªo y podemos remar juntos". Ya iba a besarla cuando, Kluivert, con su cr¨¢neo privilegiado, meti¨® el bal¨®n donde todos so?¨¢bamos. Todos, menos el de la zodiac. La fiesta estall¨®. En el asador se arm¨® el guirigay. Hubo gritos jubilosos de "?San Ferm¨ªn, San Ferm¨ªn!", abrazos, brindis y grandes aspavientos. Luego se hizo la ola y con ella se fue, como hab¨ªa venido, la holandesa. La corriente tambi¨¦n se llev¨® a la zodiac y su propietario naufrag¨®: "Pod¨ªa haber sido una bonita historia de amor", dijo cariacontecido. Cuentan que los matrimonios con extranjeros dan resultados muy duraderos y no me extra?a. Los falsos amigos idiom¨¢ticos (como el que padeci¨® Michener cuando le contaron que en los Sanfermines se duerme hasta enlos bancos: "?No es incre¨ªble?", escribi¨® en su Hispania, "?los bancos abren para que la gente duerma en las mismas barbas del cajero!") son excelentes amigos, tanto de los nativos sanfermineros como de los guiris que viajan al encuentro de lo raro, lo ex¨®tico, los buenos salvajes. Dicen que nadie es forastero en San Ferm¨ªn. Por el contrario, San Ferm¨ªn es el guirigay en el que todo el mundo quiere ser guiri: navegar en esa risue?a zona de equ¨ªvoco idiom¨¢tico donde todo encuentro es posible.
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