El 'miura' artista
Lo nunca visto: el Miura artista. Podr¨ªan exhibirlo como rareza de la zoot¨¦cnica, mostrarlo en congresos internacionales como ejemplo de los avances de la gen¨¦tica. El concepto del toro artista, que invent¨® Juan Pedro Domecq para su producci¨®n ganadera, ha entrado en los legendarios predios de Zahariche, cuyo original portal¨®n adornan calaveras. O a lo mejor lo que ha entrado es el virus, pero es preferible eludir ahora esta moci¨®n, que suele ser causa de peleas.Miura tiene fama universal. De Polo a Polo, de aqu¨ª a la China, dicen Miura y la gente se pone de pie. O por lo menos se estremece. Miura es sin¨®nimo de bravura, de poder¨ªo y de susto. Estuvimos tiempo ha en Zahariche, y don Eduardo Miura, ya fallecido, nos ense?¨® un variad¨ªsimo repertorio de objetos e ingenios etiquetados Miura. Desde un coche hasta una salsa, pasando por licores y calzados llevaban el nombre Miura, que pregonaba su consistencia y su fundamento.
Miura / S¨¢nchez, Rodr¨ªguez, Garc¨ªa
Toros de Hijos de Eduardo Miura, muy desiguales, varios escasos de trap¨ªo y sospechosos de pitones, flojos, boyantes. 2?, anovillado, pastue?o; 5?, grande, aborregado. Sergio S¨¢nchez: pinchazo, espadazo en el vac¨ªo que va al suelo, dos pinchazos, estocada delantera, rueda de peones -aviso- y cae el toro (silencio); dos pinchazos, media estocada tendida ca¨ªda -aviso- y descabello (silencio). Miguel Rodr¨ªguez: pinchazo, estocada y rueda de peones (vuelta por su cuenta); tres pinchazos y descabello (silencio). Juan Carlos Garc¨ªa: tres pinchazos -aviso-, pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio); dos pinchazos bajos, bajonazo descarado, rueda de peones y descabello (silencio).Plaza de Pamplona, 12 de julio. 8? corrida de feria. Lleno.
Miura, por tanto, no puede ser nada dulz¨®n, mediocre o feble. Miura no puede ser un toro como la mayor¨ªa de los lidiados en Pamplona, que llevaban el hierro y la divisa Miura, pero que no ten¨ªan ni el aspecto, ni la fuerza, ni la agresividad de los Miura. Los Miura lidiados en Pamplona salen anunciados Dom¨¦, y se lo cree todo el mundo.
No es mal asunto que los Miura resultaran f¨¢ciles para los toreros. Lo que ocurri¨®, sin embargo, fue que los toreros debieron creerse que los Miura ven¨ªan disimulando, que otra guardaban por dentro, y no se acababan de fiar. De manera que los torearon igual que si los Miura hubieran salido con el potente motor del cochazo Miura, con el picante de la salsa Miura, con la dureza de los zapatones Miura, con el fuego del licor Miura que le arde en la cabeza al consumidor y acaba peg¨¢ndose con su padre.
Y pues no era el caso, y la bondad de los Miura adquir¨ªa proporciones de meridiana evidencia, tanta precauci¨®n resultaba rid¨ªcula. Sergio S¨¢nchez pegando mantazos; qu¨¦ horror. Miguel Rodr¨ªguez toreando despegado lo mismo a un toro -anovillado por cierto- de excepcional nobleza y a otro grand¨®n que sac¨® la aborregada docilidad propia de los toros artistas; qu¨¦ desilusi¨®n. Juan Carlos Garc¨ªa, pasando a dos toros boyantes con el pico de la muleta, nunca quieto pues ejecutado el muletazo se quitaba precipitadamente para marchar a otro terreno y citar all¨ª de nuevo; otra oportunidad perdida.
Tampoco se crea que esta exhibici¨®n del arte de adefesio se reduc¨ªa a espor¨¢dicas tentativas. ?Qu¨¦ va! Por el contrario, los tres espadas no ve¨ªan llegado el momento de poner fin, el suplicio dur¨® horas. Las faenas, abundosas en derechazos y cicateras en naturales, las hac¨ªan reiterativas e interminables.
Juan Carlos Garc¨ªa no banderille¨®, Dios le bendiga por eso. En cambio sus compa?eros de terna s¨ª banderillearon y extendieron la inaguatable pesadez de sus formas toreras a ese noble tercio. En los primeros toros intervinieron individualmente; en los segundos, emparejados, y aun fue peor.
Sergio S¨¢nchez cuarteaba a toda velocidad y una de las suertes la inici¨® sentado en silla de enea. Pero no quebr¨®. Antes al contrario, se levant¨® raudo, eludi¨® la embestida cuarte¨¢ndola sin ning¨²n academicismo y clav¨® a cabeza pasada. Ve aquello El Gordito, inventor del quiebro y del alarde a?adido de quebrar en silla, y le da la risa. A Miguel Rodr¨ªguez le costaba encontrar toro, menudeaba las pasadas en falso, algunos banderillerazos los tir¨® al vac¨ªo. Y una vez que prendi¨® menos ca¨ªdo que lo habitual, se puso a presumir, se?alaba la colocaci¨®n de los palos con el dedo.
Casi diez minutos hab¨ªan necesitado S¨¢nchez y Rodr¨ªguez para consumar semejante banderilleo al quinto toro. Sali¨® luego el sexto, tomaron los palos los peones Jocho y Nicanor Blanco -que no son, precisamente, David y Pinturas- y en dos minutos dejaron prendidos en lo alto los tres pares de banderillas. Ah¨ª qued¨® eso. Claro que, toreros experimentados al fin, seguramente no se llegaron a creer nunca que aquellos toros eran los terror¨ªficos Miura. Y consumaron la suerte con la confianza y el gusto que da ponerle un par de banderillas a un toro artista.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.