El milagro del santo
San Ferm¨ªn hizo un milagro. Y el milagro que hizo San Ferm¨ªn fue que Rivera Ord¨®?ez saliera ileso de una cogida tremebunda, en la que todos cre¨ªmos que el toro le hab¨ªa partido en dos.Partido en dos, o en tres, o en cuatro. Porque, tras cogerlo, le estuvo pegando cornadas hasta en el carn¨¦ de identidad. Se las peg¨® donde queda dicho, en el vientre bajo y en el alto; y en el pecho, en las piernas, en el cuello, en el cuerpo entero. Lo volte¨®, lo tir¨® al suelo, lo recogi¨® all¨ª, lo zarande¨®, volvi¨® a empitonarlo en el aire.
Cuando las cuadrillas consiguieron hacer el quite pareci¨® que no hab¨ªa hombre. Toreros, mozos de espadas, apoderados, asistencias corrieron a recoger lo que quedara, lo levantaron a pu?ados, iniciaron camino r¨¢pido a la enfermer¨ªa y apenas hab¨ªan dado cuatro pasos se encontraron con la sorpresa de que s¨ª hab¨ªa hombre, y de que hablaba, y de que les daba un sorprendente parte de guerra: "Sin novedad en el frente".
Domecq / Mu?oz, Rivera, Morante
Toros el Marqu¨¦s de Domecq, discretos de presencia, flojos, pastue?os. 5? premiado con vuelta al ruedo.Emilio Mu?oz: aviso antes de matar, pinchazo, estocada tendida trasera ca¨ªda, rueda insistente de peones y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); media atravesada descaradamente baja, pinchazo bajo y descabello (palmas y saluda). Rivera Ord¨®?ez: pinchazo hondo tendido bajo, dos pinchazos, estocada corta trasera y rueda insistente de peones (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada trasera ca¨ªda (dos orejas); sali¨® por la puerta grande. Morante de la Puebla: pinchazo, bajonazo y rueda insistente de peones (silencio); pinchazo y estocada delantera baja (oreja). Plaza de Pamplona, 13 de julio. 9? corrida de feria. Lleno.
La taleguilla estar¨ªa desgarrada pero el torero no. Y pues recomponerla all¨ª mismo, sin hilo y sin m¨¢quina de coser, era imposible, le ofrecieron un pantal¨®n vaquero tipo bermudas, se lo puso, result¨® que le ven¨ªa a la medida, y volvi¨® al toro.
Volvi¨® al toro Rivera Ord¨®?ez nada cojo, nada sofocado, ni tampoco demudada la color; sin chichones ni heridas apreciables, tranquilo y -puede darse por seguro- en estado de gracia. El p¨²blico, que s¨ª estaba sofocado, y demudado, y a¨²n sin posibilidad de reaccionar ante lo que crey¨® una tragedia, rompi¨® en una gran ovaci¨®n. Y se convirti¨® en partidario incondicional del torero.
Partidario incondicional de este torero y de todos los toreros. Despu¨¦s de los angustiosos momentos vividos, todo hab¨ªa de darse por bueno. Para qu¨¦ medir, entre la gente de luces, t¨¦cnicas y calidades; entre la grey cornuda, trap¨ªos y bravuras. Sal¨ªa ¨¦sta fauna sin la estampa que es exigible en la denominada Feria del Toro y como si se tratara del anuncio de la carretera , que los taurinos llaman "el toro del co?¨¢"; sal¨ªa sin esa potencia que deber¨ªa ser inherente a cualquier toro de lidia, y como si fuera el Brav¨ªo aquel que, reventado un pulm¨®n de tanto embestir, segu¨ªa tumbando caballos y ya se hab¨ªa cargado una docena; sal¨ªa con una docilidad aproximadamente pastoril, y se celebraba como si hubiese resucitado el Jaquet¨®n, cuya bravura no conoci¨® parigual en la historia de la fiesta. Al quinto toro, flojito, apenas cumplidor en varas y pastue?o, lo premi¨® la presidenta con la vuelta al ruedo. Y se qued¨® tan ancha. Derechazos pegaron los tres diestros a montones.
Derechazos con templanza, ligaz¨®n y torer¨ªa aut¨¦ntica s¨®lo los dio Emilio Mu?oz en dos tandas de su primera faena. El toreo al natural fue la asignatura pendiente. Los tres diestros lo intentaron en cada uno de sus toros, mas incapaces de templar y mandar, menos a¨²n de ligar, les sal¨ªa un churro, y volv¨ªan a los derechazos.
Emilio Mu?oz estuvo trabajador con el cuarto toro; Morante de la Puebla, voluntarioso y mediocre en los de su lote, lo cual constituy¨® una sorpresa porque es torero inspirado y creativo; Rivera Ord¨®?ez, bullidor y valent¨®n. Las seis faenas transcurrieron musicadas y oleadas -seg¨²n sol¨ªan describir los revisteros antiguos- principalmente las de Rivera Ord¨®?ez, que conservaba una entereza y un sosiego inexplicables despu¨¦s de lo ocurrido. Al toro de la cogida, que sac¨® casta, lo mulete¨® decidido. Al de la vuelta al ruedo le instrument¨® derechazos a mansalva, circulares incluidos, y pues mat¨® r¨¢pido, le concedieron las dos orejas, que pidi¨® el p¨²blico con alborozo, con pasi¨®n y con descomunal estruendo.
"?Im-precionante!", coreaban las pe?as, emulando a Jesul¨ªn. Y en efecto resultaba impresionante ver a Rivera Ord¨®?ez sonriendo tan serrano, con todos los huesos en su sitio. Era un milagro, evidentemente. Debi¨® salir San Ferm¨ªn a saludar a la afici¨®n.
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