Sopita de la olla
Si le gust¨® Criaturas feroces, amigo Carlos Col¨®n, no deber¨ªa perderse Un pez llamado Aizpuru, trabajo anterior del mismo equipo y aut¨¦ntica obra cumbre del cine de cultura-ficci¨®n. Trata la pel¨ªcula del descalabro emocional y posterior pataleta medi¨¢tica de aqu¨¦llos a los que se les acaba el chollo de la Administraci¨®n, con un final absolutamente espectacular en el que se descubre todo gracias al an¨¢lisis de las huellas dactilares dejadas por los sospechosos en la tapa de la olla p¨²blica. La vida deber¨ªa ser como el cine, materia en la que nuestro sin par pregonero ha resultado ser todo un maestro, por m¨¢s que se le haya pegado el vicio hollywoodiense de abusar de los efectos especiales y de la prosa pirot¨¦cnica para encubrir las carencias de gui¨®n y la holgura de interpretaci¨®n. Un exponente m¨¢s, en el fondo, del nuevo cine de meteoritos (que, al final, por cierto, como si de amenazas de cierre de galer¨ªas se tratasen, siempre se acaban desintegrando). Me conmueve Carlos Col¨®n, al que hac¨ªa yo m¨¢s af¨ªn al poco subvencionado cine de arte y ensayo, cuando se pone del lado de las grandes majors y sus pelis de dinosaurios, colapsos, tragedias, cat¨¢strofes y grandes capitales de autonom¨ªa que se ven destruidas por avalanchas de indiferencia t¨®xica, propias del fin del milenio. Entiendo que le duela el cierre por vacaciones del negocio de Aizpuru, aunque me resulta un tanto m¨¢s incomprensible que abogue desde su p¨²lpito por la acci¨®n urgente de la Junta para que lo evite. ?Est¨¢ queriendo decir que la Junta, con nuestro dinero, tiene que comprarle cuadros a esta se?ora para que no quiebre? Me gustar¨ªa saber cu¨¢ntos andaluces ilustres han piado desde las tribunas de los medios cuando se trataba de salvar empresas, talleres, peri¨®dicos, churrer¨ªas y otras modalidades de cultura y de puestos de trabajo, q.e.p.d., pidiendo subvenciones salvadoras. Probablemente, cuando se diluya en el aire de la verdad todo este crujir de dientes y todo este ruido de vestiduras rasgadas, Col¨®n reconozca que no se puede tolerar que la Administraci¨®n sea el James Bond que todo lo remedia. Qu¨¦ le vamos a hacer, si el cine tiene el mal gusto de no parecerse a la vida. El propio Col¨®n no se parece en nada a James Stewart. Como estamos tan narcotizados por el celuloide, todos ser¨ªamos m¨¢s felices si Aizpuru vendiese muchos cuadros (a particulares), si los teatrillos cutrones se llenaran (con gente que compra su entrada) y si el certamen sevillano de M¨²sica de Cine, insigne iniciativa del propio Col¨®n, se llenara a rebosar durante un mes, sin necesidad de subvenciones, con mel¨®manos y cin¨¦filos deseosos de ver en carne y hueso a John Barry, John Williams o George Fenton, en vez de morirse de aburrimiento con conciertitos en los que el ¨²nico que viene de fuera, ¨²ltimamente, es el transportista que trae las partituras. Pero para ese final de cine har¨ªa falta m¨¢s compromiso de la gente, que por desgracia sigue teniendo la misma fastidiosa man¨ªa de ser libre para ir o no a los espect¨¢culos, para comprar cuadros o pasar de ellos por completo, para elegir su men¨² entre los gatos y las liebres, toda vez que la sopita de la olla (?por qu¨¦ no me guardaste?) se ha acabado. A Dios gracias. ?Qu¨¦ bello es vivir... del cuento! -
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