El pueblo de los tesoros J¨®venes de todo el pa¨ªs buscan en Carmona antig¨¹edades de otras civilizaciones
El llamado terremoto de Lisboa de 1755 resquebraj¨® las paredes y los cimientos de la casa del gobernador de Carmona (Sevilla) hasta dejarlos en tal estado que el Ayuntamiento de la ciudad decidi¨® que recuperar el edificio ser¨ªa excesivamente costoso. Hoy, los 30 chicos -m¨¢s bien chicas, hay 27- que excavan cada ma?ana en los alrededores del Parador de la ciudad donde en tiempos estuvo el palacete, esperan encontrar alg¨²n indicio que impregne de realidad hist¨®rica un terreno ahora bald¨ªo y rodeado de ruinas. Todos se afanan de ocho a doce, cuando todav¨ªa el calor es soportable, con los picos y las palas extrayendo la tierra a espuertas, donde a veces se cuela alguna cer¨¢mica de origen irrebatible: "Estas azules con pinturas azules tambi¨¦n son del siglo XVI porque solamente se hicieron en aquella ¨¦poca", dice Jes¨²s D¨ªaz, un tinerfe?o de 20 a?os que estudia Bellas Artes y que ha decidido compartir con otros chicos de Espa?a y con su novia medio mes del infernal julio en tierras de Andaluc¨ªa. ?l no es una eminencia datando cer¨¢mica, pero estas a?iles que acaban de encontrar las ha clasificado de un vistazo la arque¨®loga que dirige las excavaciones en el campo de trabajo que ha organizado el Instituto Andaluz de la Juventud en Carmona. Roc¨ªo Anglada trabaja todo el a?o para el Ayuntamiento de la ciudad y ahora en verano le toca aleccionar a estos aprendices de Indiana Jones. Es arque¨®loga "de pico y pala" y ya ha encontrado en este pueblo sevillano, aljibes, un mausoleo romano y dos termas. El polvo de la tierra seca removida se pega en la ropa, en las piernas y en las caras sudorosas de los muchachos. Cuando llegan casi nadie conoce al que duerme en la cama de al lado ni al que tiene enfrente del plato. De eso se trata, de hacer amistad con el paso de los d¨ªas, compartiendo mantel y lugar de alojamiento. Un estrecho contacto que entrar¨¢ a formar parte de los archivos indelebles de la memoria, aunque el paso del tiempo termine por sepultar la amistad como si fuera una vasijas romana de las que guarda las entra?as carmonesas. Pero ahora est¨¢n aqu¨ª, algunos por primera vez, y les ha sorprendido el terrible calor andaluz que a veces suena a guasa en boca del hombre del tiempo. Y alucinan con las calles empedradas, con las rejas de las ventanas y con las enormes puertas de madera. Noelia Segarra ha llegado al campo de rehabilitaci¨®n arqueol¨®gica de Carmona con su amiga Mae Moll, desde Alicante, despu¨¦s de desechar la idea de ir a Madrid a un campo medioambiental. El de Madrid estaba demasiado cerca de la propia ciudad, una circustancia que acab¨® por descartar la idea de los esquemas veraniegos que se hicieron las alicantinas. Ambas estudian Ingenier¨ªa T¨¦cnica Forestal en Gand¨ªa y buscar restos de antiguas civilizaciones es para ellas "una forma diferente" de pasar las vacaciones. En el campo de trabajo han conocido a Suso, como llaman al tinerfe?o, y a su novia, Silvia L¨®pez, tambi¨¦n de Canarias, que est¨¢ encantada con la experiencia: "Yo siempre he ido a campamentos y es incre¨ªble, conoces gente de much¨ªsimas partes". Es verdad, porque entre los 30 aprendices de arque¨®logos, hay acentos de todo el pa¨ªs. Incluso de la propia Carmona: "?Parra qu¨¦ ir a otro sitio sin conocer mi propio pueblo?", se pregunta Juan Manuel ?vila. Y acabar¨¢ conociendo hasta c¨®mo viv¨ªan sus antepasados medievales si no deja de escarbar en las cuadr¨ªculas que dibujan en el suelo unas cuerdas blancas como las que tiran los alba?iles con la plomada cuando van a levantar una pared de ladrillos. A Juan Manuel le pic¨® el gusanillo por las antig¨¹edades en los meses que trabaj¨® en el museo arqueol¨®gico de su pueblo. Y ahora disfruta aprendiendo el proceso que se sigue antes de que los objetos se coloquen en los estantes de las galer¨ªas. Eso s¨ª, a la hora de dormir, este carmon¨¦s no se tumba como los dem¨¢s en su jergoncillo, ¨¦l se va a su casa y ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa. Otra jornada de excavaciones hasta que el sol est¨¦ alto y charletas por la tarde. Tienen un d¨ªa libre a la semana, el que usar¨¢n para dormir despu¨¦s de haber salido de marcha. Pero, pese a que todos tienen edad para conducir lo tienen prohibido aunque dispongan de veh¨ªculo y bajar a Sevilla es m¨¢s complicado en estas condiciones. Sabr¨¢n buscar la diversi¨®n entre la gente del pueblo. Para iniciarse en las costumbres y las caracter¨ªsticas de Carmona recibir¨¢n sus conferencias por las tardes, a esas horas t¨®rridas en que s¨®lo les da por cantar a las cigarras. En estas reuniones vespertinas podr¨¢n aprender lo que pasa en el pueblo en la actualidad y lo que ocurr¨ªa cuando bajo la tierra que ahora pisan se alzaba un fabuloso alc¨¢zar medieval. Y sabr¨¢n de las crueldades de Pedro I, de cuya memoria guarda la ciudad unos muros en ruinas desde donde se ve, entre la calina estival, la extensa vega de Carmona y el horizonte.
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