Desde la linterna del mar El faro de Chipiona, el m¨¢s alto de Espa?a, abre sus puertas a los visitantes
"Subir al faro provoca un v¨¦rtigo muy agradable". Algo tienen los faros que los sit¨²an en la frontera entre la mitolog¨ªa relacionada con el mar y el esfuerzo del hombre por asegurar su vinculaci¨®n al medio marino. Desde el mirador del faro de la localidad gaditana de Chipiona, el m¨¢s alto de Espa?a y el tercero mayor del mundo, se divisa una perspectiva distinta de la costa. Como se?alaba este espectador, el v¨¦rtigo no s¨®lo est¨¢ provocado por la altura, sino tambi¨¦n por la experiencia de contemplar c¨®mo el Atl¨¢ntico abraza la costa gaditana y c¨®mo el mar, visto desde arriba, no es uniforme, sino que presenta decenas de tonos distintos de azul, que delatan fosas marinas y corrientes que hacen peligrosa la singladura en la zona. La Autoridad Portuaria de Sevilla y el Ayuntamiento de Chipiona acaban de firmar un acuerdo por el que, por primera vez, se permite el acceso del p¨²blico a la torre. Cada jueves, entre las 18.00 y las 20.00 de la tarde, peque?os grupos acompa?ados de Septimio, el farero, y un gu¨ªa suben los 344 escalones que separan la tierra de la linterna, a 69 metros de altura. Chipiona siempre ha tenido su faro. Los historiadores afirman que el general romano Castionis alz¨® la primera turris de la ciudad, y que este militar del imperio pudo dar su primer nombre a la localidad. El crecimiento del tr¨¢fico mar¨ªtimo en el Guadalquivir para acceder a la capital hispalense a mediados del siglo pasado anim¨® la empresa de construcci¨®n del actual faro en la desembocadura del r¨ªo. El entonces Ministerio de Puertos y Canales encarg¨® al ingeniero Jaime Font la redacci¨®n del proyecto. Las obras comenzaron en 1862 y se prolongaron por espacio de cinco a?os en los que las cuadrillas de trabajadores se encargaron de la extracci¨®n de la piedra ostionera de la cercana playa de La Cantera, de su pulido y del montaje de los bloques. El faro dio su primera luz el 28 de noviembre de 1867 y, seg¨²n cuenta la leyenda, s¨®lo ha permanecido apagado desde entonces durante la Guerra Civil. El bando de los insurrectos del general Franco, sabedor de la supremaci¨¢ naval de la armada republicana, lo ceg¨® para impedir un ataque costero en los primeros d¨ªas de la contienda, tras tomar posiciones en la zona. En Chipiona aseguran que el dicho "Sabe m¨¢s que Brij¨¢n" tiene su origen aqu¨ª. El tal Brij¨¢n no era sino un marino escoc¨¦s, cuyo aut¨¦ntico nombre fue Brian, y que despu¨¦s de naufragar a finales del siglo pasado en la costa de la ciudad fue atendido en las instalaciones del faro. Una vez comprobada la belleza del lugar, el escoc¨¦s se neg¨® a volver a su pa¨ªs y, gracias a su desparpajo para los negocios, lleg¨® a convertirse en una de las fortunas de la ciudad, fijando definitivamente su residencia en esta costa. En la actualidad, el trabajo del farero es m¨¢s tranquilo, pero anta?o, cuando la luz estaba provocada por una mecha alimentada por petr¨®leo, el encargado ten¨ªa la obligaci¨®n de subir hasta en tres ocasiones cada noche para activar el complejo sistema de poleas y pesas que permit¨ªa la rotaci¨®n de la linterna. Un esfuerzo que garantizaba la navegaci¨®n segura de los barcos que se acercaban al estuario del Guadalquivir. Hoy el faro de Chipiona cuenta con cinco potentes puntos de luz que provocan una gigantesca raya blanca que alcanza en la noche las 25 millas marinas. Los marineros aseguran que su brazo blanco es lo ¨²ltimo que se ve de la costa espa?ola cuando se viaja en direcci¨®n al Nuevo Mundo. Las visitas al faro deben ser concertadas con antelaci¨®n en la oficina de turismo del Ayuntamiento, en la Plaza de Andaluc¨ªa. Cada semana se permite el acceso a un m¨¢ximo de 60 personas en grupos de 15, al precio de 300 pesetas.
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