?Por qu¨¦ sucede de nuevo en Sud¨¢n?
La nefasta combinaci¨®n de la sequ¨ªa y la incompetencia humana causan otra tr¨¢gica hambruna en el pa¨ªs africano
Las llanuras lisas y resecas de Sud¨¢n parecen extenderse hasta el infinito, m¨¢s all¨¢ del horizonte. Aparte de unas cuantas ciudades, no existen carreteras, ni tel¨¦fonos, ni electricidad. El pa¨ªs es una vasta extensi¨®n vac¨ªa de m¨¢s de 2,5 millones de kil¨®metros cuadrados; pero s¨®lo tiene 28,5 millones de habitantes que, para ir de un lugar a otro, no tienen m¨¢s remedio que andar. Cuando uno est¨¢ muri¨¦ndose de hambre, puede tardar d¨ªas o semanas en llegar, tambale¨¢ndose, hasta alguno de los centros de alimentaci¨®n que, por docenas, mantienen las organizaciones humanitarias internacionales.Eso es lo que hacen en este momento millares de sudaneses con sus figuras escu¨¢lidas como postes: caminan desesperadamente en busca de alimento, vacilan, a menudo caen en el polvo y mueren, a veces cuando est¨¢n a punto de alcanzar su meta. En esta ocasi¨®n no se trata s¨®lo de madres consumidas con sus hijos de mejillas huecas, sino tambi¨¦n de hombres esquel¨¦ticos, y no s¨®lo en el Sur asolado por la guerra, sino tambi¨¦n en el Norte. Por toda la superficie de Sud¨¢n, el hambre amenaza a 2,6 millones de personas, de las cuales es posible que mueran 350.000.
?Por qu¨¦ ocurre? ?Por qu¨¦ estamos viendo otra vez esas im¨¢genes desgarradoras? ?No cumple su labor Naciones Unidas? ?No fue el presidente Clinton a ?frica el pasado mes de marzo y prometi¨® prestar m¨¢s atenci¨®n? Al parecer, Sud¨¢n es lo que los profesionales de la solidaridad llaman, de forma eufem¨ªstica, una "emergencia compleja". En su terminolog¨ªa, una emergencia simple es la que ha provocado el hombre o la causada por desastres naturales. Una emergencia compleja es una cat¨¢strofe causada por el hombre y la naturaleza en una labor de destrucci¨®n conjunta. La definici¨®n se ajusta de forma tristemente precisa a la crisis de Sud¨¢n.
Como un reloj
Y, sin embargo, no es nada nuevo. Durante gran parte de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, cada tres o cuatro a?os, como un reloj, el pa¨ªs cae en una hambruna provocada por la mala suerte y por la estupidez de casi todos los que tienen algo que ver. Los 15 a?os de guerra civil entre el Gobierno isl¨¢mico de Jartum y los rebeldes del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n del Pueblo de Sud¨¢n (SPLA, en sus siglas en ingl¨¦s) en el Sur han despojado al pa¨ªs pr¨¢cticamente hasta dejarlo en los huesos. Cuando la lucha le es desfavorable, el Gobierno intenta someter a los rebeldes por el hambre, cortando toda ayuda alimentaria.Los rebeldes, a su vez, roban constantemente comida a la poblaci¨®n civil para subsistir o impiden el paso de los suministros al territorio de la facci¨®n rival. Y a las organizaciones humanitarias se les acusa de ser pusil¨¢nimes y someterse con docilidad a las restricciones impuestas por el Gobierno sudan¨¦s, en lugar de introducir por la fuerza los auxilios que el pa¨ªs necesita urgentemente.
Incluso Estados Unidos, que ha prometido evitar esas hambrunas recurrentes e innecesarias, "ha metido la pata hasta el fondo", admite un alto funcionario de la Administraci¨®n de Clinton. "Todos somos responsables de este inmenso fracaso".
Ahora que el mundo est¨¢ descubriendo el alcance de esta tragedia incipiente, Washington, la ONU y las organizaciones no gubernamentales de ayuda se se?alan con el dedo entre s¨ª e insisten en que alguien ten¨ªa que haber visto lo que se avecinaba y haber tomado medidas. Los funcionarios de la Casa Blanca aseguran estar furiosos con el organismo estadounidense de ayuda internacional, por no haber dado antes la se?al de alarma.
Pero el hambre es una amenaza constante, y la principal organizaci¨®n proveedora de auxilio, Operation Lifeline Sudan, un consorcio de organismos de Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales, lleva trabajando en la zona desde 1989, cuando murieron 250.000 personas. Hace s¨®lo cuatro a?os, Sud¨¢n sufri¨® otra hambruna asesina. Todos los que trabajan en la regi¨®n sab¨ªan que el pa¨ªs iba a necesitar ayuda alimentaria este a?o; lo que sucede es que no deb¨ªan de saber cu¨¢nta o no fueron capaces de moverse con la suficiente rapidez.
Estados Unidos, que es el m¨¢ximo contribuyente de fondos y alimentos a Sud¨¢n, ofreci¨® inicialmente 23,7 millones de d¨®lares (cerca de 3.600 millones de pesetas) de aqu¨ª al a?o pr¨®ximo. Hace dos semanas, aument¨® su donaci¨®n a 75 millones de d¨®lares y, en su discurso radiof¨®nico del s¨¢bado pasado, Clinton prometi¨® enviar m¨¢s.
Sin embargo, la gravedad de cada hambruna est¨¢ ¨ªntimamente relacionada con la guerra civil, que, se calcula, ha causado la muerte de un mill¨®n y medio de personas desde hace 15 a?os. Las partes en conflicto utilizan los alimentos como arma, y prestan poca atenci¨®n a la gente que muere de hambre hasta que el mundo, cada cierto tiempo, dirige sus c¨¢maras sobre el horror. El ¨²ltimo invierno, a los da?os provocados por el hombre se uni¨® una lucha de poder a tres bandas. Una facci¨®n rebelde y sediciosa que se hab¨ªa pasado al bando del Gobierno rob¨® y se dedic¨® al pillaje en aldeas hambrientas para Jartum, y luego volvi¨® a ofrecer su lealtad al SPLA.
En enero, el SPLA lanz¨® una sangrienta ofensiva contra el Gobierno en el Sur que impidi¨® que los campesinos llevaran a cabo sus cultivos y cort¨® la escasa ayuda alimentaria que llegaba, lo que provoc¨® la huida de 100.000 refugiados a los 135.000 kil¨®metros cuadrados de la regi¨®n meridional, ya hambrienta, de Bahr el Ghazal. En la actualidad, 700.000 personas de la zona no tienen para comer m¨¢s que lo que pueden hacerles llegar los trabajadores humanitarios.
El Gobierno isl¨¢mico, que perd¨ªa terreno en el campo de batalla, vio la oportunidad de presionar a los rebeldes, de modo que Jartum prohibi¨® durante febrero y marzo todos los vuelos de suministro de ayuda -el ¨²nico medio eficaz de llevarles alimentos- que pretend¨ªan llegar a las ¨¢reas m¨¢s necesitadas. A lo largo de los a?os, Operation Lifeline se ha sometido a las restricciones del Gobierno, que consideraban como el precio que ten¨ªan que pagar para conservar su posibilidad de acceso; ello ha erosionado el poder y la independencia de la organizaci¨®n.
A principios de este a?o, sus directores tuvieron miedo de que el r¨¦gimen fuera a prohibir sus actividades por completo si insist¨ªan demasiado en sus presiones.
?nica soluci¨®n
"La ¨²nica forma de acabar con esta situaci¨®n es detener la guerra", afirma Catherine Bertini, directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos. Pero la guerra existe, de forma encarnizada e intermitente, desde la independencia de Sud¨¢n, en 1956. El pa¨ªs m¨¢s grande de ?frica consiste, en realidad, en dos: uno isl¨¢mico y arabizado, al norte, y otro cristiano, animista y africano, al Sur.El Gobierno de Jartum est¨¢ encabezado por el teniente general Omar Hasan al Basbir, pero quien tiene el verdadero poder es Hasan al Turabi, un intelectual radical que dirige el Frente Nacional Isl¨¢mico y pretende imponer las leyes musulmanas en todo pa¨ªs. En el campo de batalla, la inestable coalici¨®n encabezada por el SPLA de John Garang ha obtenido victorias recientes, y se ha abierto un frente nuevo en el Noreste. Oficialmente, los rebeldes luchan por su autogobierno, pero sus intenciones privadas han incluido siempre la independencia sin tapujos.
Ahora que la atenci¨®n mundial vuelve a centrarse en Sud¨¢n, el Gobierno y los rebeldes han acordado una breve tregua para dar libre acceso a los cargamentos de comida. La pausa no garantiza que el alimento necesario para acabar con el hambre logre atravesar las l¨ªneas de facciones rebeldes descontroladas ni los bandidos, as¨ª como tampoco que las conversaciones para obtener una paz m¨¢s permanente puedan desarrollarse con claridad. El r¨¦gimen de Jartum, cansado de una guerra que cuesta un mill¨®n de d¨®lares diarios, y cada vez m¨¢s impopular porque intenta reclutar a los j¨®venes del pa¨ªs para una lucha sin sentido, est¨¢ dispuesto a hablar de autonom¨ªa para el Sur; Garang, que tiene visiones de victoria, se niega.
No obstante, la paz es el art¨ªculo que m¨¢s necesitan los sudaneses. Su hambre es a¨²n peor porque es innecesaria. El Sur ofrece unas tierras que se encuentran entre las m¨¢s productivas de ?frica, y la gente que all¨ª vive est¨¢ formada por granjeros y ganaderos muy trabajadores, que sol¨ªan dominar la cr¨ªa de ganado, la lucha con las lluvias escasas y la siembra de sus semillas.
Si los combates terminasen, esos campesinos podr¨ªan salir adelante. Mientras tanto, decenas de miles de ellos van a morir, con toda probabilidad, en esta hambruna o en la siguiente que llegue. De eso no hay duda.
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