Tentaci¨®n caudillista
CARLOS MENEM ha resistido la tentaci¨®n caudillista. Ya sea por voluntad propia o forzado por las circunstancias, al no forzar una tercera elecci¨®n consecutiva el presidente argentino ha evitado una inmensa equivocaci¨®n pol¨ªtica. Pues tal intento tendr¨ªa que haberse hecho a costa de cambiar o violentar la Constituci¨®n y en la l¨ªnea de esa peligrosa tendencia al caudillismo s¨®lo aparentemente democr¨¢tico que tiende a crecer en Am¨¦rica Latina, ya sea en el Per¨² de Fujimori o en el Panam¨¢ de P¨¦rez Valladares. Cambiar las reglas del juego en plena partida para seguir jugando el papel principal no favorece la consolidaci¨®n y perfeccionamiento de la democracia en Am¨¦rica Latina. Menos a¨²n cuando, en el caso de Argentina fue el propio Menem el que impuls¨® la ¨²ltima reforma constitucional en 1994 que permiti¨® una ¨²nica reelecci¨®n consecutiva, que el dirigente peronista aprovech¨® en 1995 con gran ¨¦xito.Menem hab¨ªa coqueteado con el proyecto de una posible tercera elecci¨®n consecutiva y la convenci¨®n de su Partido Justicialista el pasado fin de semana le respald¨®, aunque con una profunda divisi¨®n en sus filas. Sin duda debe de haber contribuido a su solemne y sorpresivo anuncio de que dejar¨¢ "indefectiblemente" -hay que tomarle la palabra- el cargo el 10 de diciembre del a?o pr¨®ximo, la perspectiva de verse refutado por un refer¨¦ndum al respecto en Buenos Aires, que el gobernador de esta provincia, y principal candidato peronista a las pr¨®ximas presidenciales, Eduardo Duhalde, iba a convocar para septiembre. Tampoco dispon¨ªa Menem, que ha de dedicarse a gobernar en los meses que le quedan, de mayor¨ªa suficiente en el Congreso para concretar su plan de reforma constitucional, y la instrumentaci¨®n de la Corte Suprema de Justicia para los fines presidenciales no hubiera servido a la causa de la democracia.
Si tantos sistemas -democr¨¢ticos o no- en Am¨¦rica Latina limitaron los mandatos presidenciales fue, justamente, para evitar caer en el caudillismo y la dictadura, de tan larga y p¨¦sima tradici¨®n. Con este l¨ªmite se intenta tambi¨¦n dificultar la corrupci¨®n que puede entra?ar una larga estancia en el poder en unos pa¨ªses donde la justicia funciona muchas veces de manera deficiente, y que han padecido en el pasado de ejecutivitis, enfermedad que implica la preponderancia del poder ejecutivo sobre el legislativo o el judicial, que tanto da?o ha hecho en aquellas tierras y en las nuestras. Cuando en Espa?a y en otros pa¨ªses europeos se habla de recortar mandatos, mal camino tomar¨ªan los Estados latinoamericanos si siguen el opuesto, por mucho que la excusa sea siempre la de disponer de tiempo para poner en pr¨¢ctica los programas de reforma que propugnan quienes se quieren perpetuar en el poder.
Lo ocurrido en Per¨², donde Fujimori dio el autogolpe en 1990 y ahora se ha constituido un Tribunal Constitucional a su medida para facilitar su reelecci¨®n en el 2000, es una verg¨¹enza que podr¨ªa llevar al populista peruano, si repitiera, a estar tres lustros en un poder que se parece poco a una democracia homologable. En Panam¨¢, los intentos de P¨¦rez Valladares para ser reelegido est¨¢n levantando ampollas. El mal ejemplo no debe cundir.
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