Pasado
Todo el mundo tiene derecho a cambiar de ideolog¨ªa, en especial si es para mejorar. Todos hemos cometido errores. Yo misma tuve un novio sindicalista que no me dejaba visitar la bas¨ªlica de San Marco, en Venecia, por considerarla un monumento a la opresi¨®n y el boato. En este sentido, la lectura de los art¨ªculos que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar public¨® en 1979 en La Nueva Rioja -h¨¢ganse con un juego de fotocopias- debe ser objeto de nuestra comprensi¨®n.Sabemos que se ha centrado. Ahora, incluso, le gusta el Parlamento -contra lo que pensaba en 1979- y hasta acude a ¨¦l, y se sienta. Alegr¨¦monos. M¨¢s me mosquea que algo de lo que Aznar escribi¨® y public¨®, hace aproximadamente 18 a?os, est¨¦ tan en sinton¨ªa y haya sido tan bien complementado por las c¨¦lebres declaraciones en las que el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairi?o, justificaba las dictaduras militares chilena y argentina, calific¨¢ndolas de una mera "sustituci¨®n temporal del orden constitucional", un mal menor destinado a poner orden.
En un art¨ªculo literariamente pl¨²mbeo pero anodino -en esto no se centr¨® lo m¨¢s m¨ªnimo-, titulado La lecci¨®n de la Historia (La Nueva Rioja, 23-2-79), perge?ado para estimular a los bien pensantes al voto, recurr¨ªa Aznar al siguiente argumento: "Piensen aquellos que se sienten atra¨ªdos por ideales nuevos y por soluciones moderadas y reformistas, en los dem¨®cratas cristianos chilenos descansando en Vi?a del Mar, mientras la izquierda, como por otra parte nunca dej¨® de hacer, votaba en masa y aupaba al poder a Salvador Allende. ?Cu¨¢ntas desventuras podr¨ªa haberse ahorrado el pueblo chileno si en aquella ocasi¨®n quienes no lo hicieron hubiesen cumplido con su deber!".
M¨¢s que cambiar, quiz¨¢ ha aprendido a callar lo que piensa y a que otros lo apliquen por ¨¦l.
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