Crimen de lesa patria
De crimen de lesa patria, nada menos, ha acusado el ministro de Fomento, Rafael Arias-Salgado, al ex ministro de Obras P¨²blicas Josep Borrell, por su gesti¨®n aeroportuaria, responsable, seg¨²n Arias, del desastre actual de Barajas. Arias, a lo que se ve, quiere parecerse ahora m¨¢s que a sus antiguos colegas de UCD a su hom¨®nimo parcial en el apellido, aquel inolvidable Carnicerito de M¨¢laga. Pues para ponerse as¨ª de oratorio, de solemne, de excelso, hay que poder responder lo que dijo Castelar a Rub¨¦n Dar¨ªo: "Yo he liberado a doscientos mil negros con un discurso". Si no, no vale. Arias-Salgado ha sido hasta ahora un (in) discreto ministro de Fomento, que casi se estrena proclamando que Barajas era tercermundista, un caluroso gesto de saludo para todos los operadores internacionales y para 1a fraternal competencia tur¨ªstica, que lo recibi¨® con alborozo. La suya ha sido frase para un don V¨¢zquez de Mella, para un orador de levita a punto de infarto, de ahogo, de asfixia impelida por la incontenible majestad de sus palabras. En el libro de sesiones del Congreso la frase deber¨ªa ir como m¨ªnimo subrayada y, si se pudiera, con se?alamiento de oro, que seguro que hay un rotu ¨¢ureo para estas cosas que no se oyen todos los d¨ªas.?Lesa patria! Con la frasecita, Arias se ha pasado directamente a la derechona, es ya pura y compacta derechona, es derechona metaf¨ªsica y ontol¨®gica y teol¨®gica. Es derechona-derechona, derechona de cuello en ristre y maza contundente. Lesa patria, s¨ª, lesa patria as¨ª en el cielo como en la tierra, sobre todo en el cielo, que no hay quien coja un avi¨®n a tiempo. Mi consejo es que Borrell debe esconderse, irse a la cueva de Manresa, que le queda cerca, y all¨ª expiar su pecado y llorar amargamente su insondable delito. Vi por la televisi¨®n al ministro cuando voce¨® su dicterio. Qu¨¦ vehemencia facial, qu¨¦ rigor mortis expresivo, qu¨¦ l¨¢tigo en los labios y en los ojos. Daba miedo ver a aquel hombre tan en su sitial, tan de escalaf¨®n, tan Arias-Salgado.
Ay, Borrell, est¨¢s condenado, no se puede ser socialista, hijo m¨ªo, ni tan siquiera socialdem¨®crata; hay que tener bajo control no ya los aeropuertos, sino el cosmos entero, a Dios mismo que rige cada uno de nuestros actos, y eso no lo puedes hacer t¨², que s¨®lo te llamas Borrell, que eres un r¨¦probo del orden supremo y no sabes que Espa?a fue elegida por Dios para muy altos destinos, sobre todo eso, muy altos, y para que un Arias -un Arias-Salgado- fuera su ministro de Fomento. Lo pagar¨¢s caro, oh ingenuo candidato a presidente del Gobierno en nombre de una cosa tan anticuada como es el socialismo. A qui¨¦n se le ocurre, Borrell, a qui¨¦n se le ocurre eso, s¨®lo a ti, que has sido un becario sin apellidos, un estudiante esforzado y corajudo encima con ide¨ªtas en la cabeza de ingeniero, que eso era antes para los de letras.
Por eso te pasa luego lo que te pasa, que llega un controlador celeste -no a¨¦reo, desde luego- como Rafa Arias -Rafa para los amigos de la copa en Valmoral- y te condena para siempre, para siempre, para siempre, porque careces de las esencias madrile?as, te faltan los linajes necesarios, no has salvado a la patria, hijo, ni t¨² ni tu familia hab¨¦is salvado a la patria, hay que ver, c¨®mo no se os ocurri¨®, tontos m¨¢s que tontos, con lo bien que se queda salvando a la patria, no hab¨¦is sido m¨¢s que payeses, campesinos, gente de la gleba, a qui¨¦n se le pasa por la cabeza gestionar los aeropuertos de Espa?a con tales antecedentes; eso est¨¢ para los Rafaarias, que saben lo que es el pecado y lo esquivan con prudencia, como les ense?aron a hacer los venerables padres de sus cat¨®licos colegios, tan ben¨¦ficos ellos, tan p¨ªos, tan preocupados por la salud espiritual de quienes ser¨ªan los futuros ministros de Fomento.
Borrell, ten cuidado, tenga usted mucho cuidado, que medirse con terrestres es dif¨ªcil, pero con celestes es imposible. Ya es usted reo de lesa patria. As¨ª se empieza y luego se acaba como se acaba. Que algunos aqu¨ª siempre acaban mal, mientras los Rafaarias siempre terminan bien. De Informaci¨®n y Turismo a Fomento, ?lo ve? Porque, estimado Borrell, los arc¨¢ngeles -san Gabriel, san Rafael- vuelan ellos solos por el aire y no les hacen falta los aeropuertos.
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