Refresco de memoria
Una gira por el alto Manzanares y la Maliciosa aviva el recuerdo de la vieja industria del hielo
Los avances de la t¨¦cnica, qui¨¦n lo niega, han mitigado una barbaridad las fatigas de los hombres, pero a cambio nos han reducido a la m¨¢s completa estupidez. Cuando compras un frigor¨ªfico, pongamos por caso, ignoras con perfecci¨®n todo acerca de ese p¨¢lido ser por cuyas venas corre el amoniaco, el cloruro de metilo o el diclorodifluormetano. La noche menos pensada falla el compresor, el condensador o la v¨¢lvula de regulaci¨®n del congelador, y entonces descubres consternado que nada puedes hacer para impedir que las chirlas vuelvan en s¨ª. Es m¨¢s: si quieres hielo, tienes que ir a comprarlo a una gasolinera, lo cual no deja de ser otra estupidez.Antiguamente, nadie ignoraba que el hielo, ya que de eso hablamos, se lograba de forma natural en los ventisqueros, manchas de nieve que, por lo que respecta a Madrid, persist¨ªan (y, aunque en menor cantidad, a¨²n persisten) en las laderas altas del Guadarrama hasta principios del verano.
All¨¢ por el mes de mayo sub¨ªan los serranos a cubrirlos de esti¨¦rcol, paja de centeno o piornos para resguardarlos del calor del sol, aunque suced¨ªa a veces, seg¨²n informaba don Casiano del Prado en 1864, que si despu¨¦s ca¨ªa otra nevada ten¨ªan que repetir la operaci¨®n. De ello cabe inferir que entonces hab¨ªa menos remilgos, por la cosa del esti¨¦rcol, y nevaba m¨¢s.
Ya en pleno est¨ªo, el g¨¦lido elemento era acarreado hasta los pozos existentes en el barrio madrile?o de Pozas (de ah¨ª su nombre), desde donde luego se surt¨ªa de este art¨ªculo a los caf¨¦s, a los botilleros, a los horchateros... Protegida con pieles, esteras y helechos, la carga tardaba cuatro d¨ªas en llegar a la capital, siendo de notar que s¨®lo se perd¨ªa por fusi¨®n un 8% o un 10%. Sabemos que en 1861 hubo que bajar a Madrid m¨¢s de 500 carretas, algunas con un solo bloque de hielo de 300 arrobas de peso (3.500 kilos); as¨ª que, a 20 reales la arroba, pod¨ªa obtenerse un beneficio bruto m¨¢ximo -si no erramos en la cuenta- de unas 1.500 pesetas por viaje.
Ventisquera de la Condesa
Antes de que se abriese la carretera del puerto de Navacerrada en 1788, los madrile?os se refrescaban con la nieve procedente de los ventisqueros del Rat¨®n y del Algod¨®n, pr¨®ximos a Miraflores, pero a partir de esa fecha comenzaron a explotarse con mayor provecho los de la vertiente meridional de Guarramillas (Bola del Mundo): el de la Estrada, los dos del Regajo del Pez y el de la Condesa. Un nombre, este ¨²ltimo, que parece aludir a los condes del Real de Manzanares, quienes arrendaban estos ventisqueros -de los que eran due?os y se?ores- a los neveros, como se conoc¨ªa a los vecinos de Cercedilla y Navacerrada que trabajaban en ellos.Otro nombre que se ha conservado es el del camino de los Ventisqueros, aquel por el que los neveros trajinaban anta?o con sus carros de bueyes, y que hoy se ha convertido en una mera pista de gris hormig¨®n que sube zigzagueando desde el puerto de Navacerrada hasta el repetidor de la Bola del Mundo.
Sigui¨¦ndolo, divisaremos hacia el sur la barranca de Navacerrada, en cuya cabecera se aprecia el descarnado hond¨®n del ventisquero de la Estrada. Aunque m¨¢s evidente es el ventisquero de la Condesa, que queda a una hora del inicio, en la hoyada que cae a espaldas del repetidor, pues all¨ª permanece el muro levantado en tiempos lejanos para retener la nieve, junto a una caseta que aloja la primera fuente -un hilillo de agua apenas- del Manzanares.
Desde la fuente de la Teja, que as¨ª se llama, podemos bajar por la vera del Manzanares durante otra hora de caminata hasta avistar la pista forestal que circunvala la Pedriza, cuyos riscos asoman en lontananza.
Unos 500 metros antes de alcanzarla, surge a mano derecha una trocha se?alada con hitos que asciende al collado de las Vacas, y de all¨ª, virando de nuevo a la diestra, hasta la cima de la Maliciosa.
El regreso lo efectuaremos, enfilando hacia la Bola del Mundo, por el collado del Piornal, donde nace el regajo del Pez.
De los dos viejos ventisqueros que aqu¨ª antiguamente se aprovechaban, s¨®lo queda la memoria.
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