Racismo, t¨®picos y medios de comunicaci¨®nXAVIER RIUS-SANT
Si se desea tratar el tema del racismo y la multiculturalidad con rigor, es preciso diferenciar tres planos de debate distintos. El primero es si nuestra sociedad trata con igualdad de derechos jur¨ªdicos y sociales a los inmigrantes, y evidentemente ni en Catalu?a ni en Espa?a ello ocurre. El segundo es si la sociedad es o no multicultural, es decir, si las minor¨ªas son aceptadas como tales, sin ser asimiladas por la cultura mayoritaria ni perder sus ra¨ªces. Sin lugar a dudas, hoy la lengua ¨¢rabe o la religi¨®n musulmana no est¨¢n protegidas, de la misma manera que enterrar a un musulm¨¢n seg¨²n su rito resulta casi imposible en la mayor¨ªa de los municipios espa?oles. Y otra cosa muy distinta es debatir de qu¨¦ manera tradiciones arcaicas de otras culturas, nada respetuosas con la dignidad de la mujer, deben ser superadas, de la misma manera que se super¨® en Espa?a la pr¨¢ctica de la dote en el matrimonio o la costumbre que ten¨ªan nuestras tatarabuelas de Ibiza, el Pirineo o Extremadura de salir siempre de casa con la cabeza cubierta y gruesas medias, incluso en el mes de agosto. Repite siempre el profesor Sebasti¨¤ Serrano en sus conferencias sobre comunicaci¨®n que m¨¢s del 50% del contenido de un mensaje oral no est¨¢ en las palabras mismas, sino en el tono, el gesto, la mirada o la insistencia de la pregunta. Posiblemente, por s¨ª solas, en ninguna de las preguntas que Ramon Pellicer hizo en el programa Domini p¨²blic del pasado 5 de marzo, que motiv¨® las quejas de SOS Racisme y C¨¢ritas, hab¨ªa intenci¨®n de vulnerar la intimidad de los inmigrantes o ridiculizar su cultura, pero evidentemente, como finalmente ha dictaminado el Consejo de la Informaci¨®n de Catalu?a, se vulner¨® el c¨®digo deontol¨®gico period¨ªstico, consigui¨¦ndose un efecto contrario hacia los inmigrantes al que pretend¨ªa el programa. Evidentemente cada director de programa es libre de presentarlo como desee. Pero una cosa es debatir sobre las trabas legales que tienen los ciudadanos extracomunitarios para regularizar su situaci¨®n o la contradicci¨®n que significa que en los mismos municipios en que realizan trabajos que buena parte de la poblaci¨®n aut¨®ctona rechaza, les resulte m¨¢s que dif¨ªcil conseguir una vivienda digna, y otra, muy distinta, es centrar el debate en el porqu¨¦ de tradiciones que practican algunos colectivos, mostr¨¢ndolos como b¨¢rbaros e inferiores. Es leg¨ªtimo dedicar los debates que sean necesarios a la ablaci¨®n del cl¨ªtoris, al velo, al ayuno en el Ramad¨¢n o el Viernes Santo, al cilicio en la Iglesia cat¨®lica, a la poligamia en Nigeria, a por qu¨¦ nuestras bisabuelas llevaban mantilla en verano o a la hist¨®rica marginaci¨®n que sufr¨ªa la mujer que hab¨ªa sido deshonrada. Pero aquel programa televisivo se presentaba como un debate sobre el racismo, y los representantes de algunas ONG invitadas, cuando creyeron que les llegaba su turno, s¨®lo pudieron decir cuatro palabras y fueron cortados por falta de tiempo. En cambio, la ablaci¨®n y la presentaci¨®n de un matrimonio mixto, ciertamente ex¨®tico, de un turco y una catalana que decide cubrirse la cabeza -nada representativo de las muchas parejas mixtas que hay en Catalu?a- acapararon buena parte del debate. Nada o casi nada se dijo de que, pese a las buenas palabras del nuevo reglamento de extranjer¨ªa, muchos inmigrantes afincados desde hace m¨¢s de una d¨¦cada no consiguen la residencia definitiva por culpa de tr¨¢mites burocr¨¢ticos que provocan transitorios periodos de ilegalidad entre permiso y permiso. Tampoco se abordaron las estafas que sufren tantos extranjeros a la hora de buscar piso, cometidas por empresas de servicios que venden a 20.000 pesetas listas de pisos fant¨¢sticos que no existen. Apenas se habl¨® de las miserables viviendas en las que se hacinan en ocasiones m¨¢s de una docena de inmigrantes que cuidan a nuestros enfermos seniles o realizan servicio dom¨¦stico. No es ning¨²n secreto que cuando al inmigrante se le margina y se conculcan sus derechos, su respuesta ante esa imposibilidad de integrarse es encerrase m¨¢s en sus tradiciones, reforz¨¢ndose as¨ª el fen¨®meno del gueto. Fen¨®meno que, salvando todas las distancias, tambi¨¦n se dio hace unas d¨¦cadas en Catalu?a en aquellos municipios en los que buena parte de la poblaci¨®n catalana recibi¨® con desprecio a la inmigraci¨®n andaluza y extreme?a. As¨ª, hace 30 a?os, cuando en Sabadell o Barcelona ya era totalmente normal el matrimonio entre andaluces y catalanes, en municipios geogr¨¢ficamente y sociol¨®gicamente cerrados, como fue, por poner un ejemplo, Montorn¨¨s, en el Vall¨¨s Oriental, la relaci¨®n entre las familias rurales catalanas y los inmigrantes del pol¨ªgono no era precisamente buena ni fluida, y un noviazgo entre una catalana y un andaluz era algo as¨ª como una herej¨ªa. Por lo general, los procesos de liberaci¨®n de la mujer y de tolerancia e intercambio multicultural han ido parejos a la generalizaci¨®n de la educaci¨®n, a la industrializaci¨®n y crecimiento de las ciudades, as¨ª como a la democratizaci¨®n de la sociedad. Y en la mayor¨ªa de los pa¨ªses que generan emigraci¨®n hacia Europa no hay ni una pol¨ªtica educativa que llegue a todos y todas ni un r¨¦gimen de libertades, ni se desarrolla esa sociedad laica que tanto ha contribuido a la emancipaci¨®n de la mujer. Sin lugar a dudas, Domini p¨²blic repiti¨® ese viejo clich¨¦ paternalista ante los inmigrantes, en lugar de desmontar t¨®picos como el supuesto impacto negativo en el empleo para los espa?oles. ?Qui¨¦n conoce hoy las cifras sobre emigraci¨®n e inmigraci¨®n espa?ola y extranjera? En Espa?a hay actualmente 600.000 extranjeros en situaci¨®n legal, de los que la mitad son comunitarios. Posiblemente habr¨¢ unos 100.000 m¨¢s en situaci¨®n irregular, pero es que el n¨²mero de espa?oles emigrantes residentes en el extranjero es de 1.174.102, seg¨²n un informe reciente del Congreso de los Diputados. Los medios de comunicaci¨®n no son culpables del racismo expl¨ªcito o impl¨ªcito, ni de las trabas que sufren los inmigrantes para integrarse, pero desempe?an un papel muy importante a la hora de motivar actitudes de la colectividad. Si los inmigrantes se presentan como b¨¢rbaros y atrasados, se convierte en una evidencia t¨¢cita de dominio p¨²blico que no hay que molestarse demasiado en integrarlos porque ni ellos mismos lo desean. Si la prensa acosa a las mujeres subsaharianas por la pr¨¢ctica de la ablaci¨®n, ¨¦stas se encierran en su gueto y se rompe un di¨¢logo necesario a todos los niveles de cada una de ellas, del que podr¨¢ surgir en una pr¨®xima generaci¨®n que muchas de aquellas a quienes se les mutil¨® el cl¨ªtoris, sinti¨¦ndose aceptadas por el entorno social, mirando m¨¢s a la Europa multicultural que a la tradici¨®n de sus abuelas, decidan por s¨ª solas no permitir que sus hijas sufran la ablaci¨®n.
Xavier Rius-Sant es periodista especializado en temas de derechos humanos, seguridad y defensa.
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