Espetos: espadas como labios
El tibur¨®n de Spielberg es un chanquete al lado de la sardina de M¨¢laga, que es cet¨¢ceo al paladar y m¨¢s que crust¨¢ceo para tomar. Espeto para espetar. El sustantivo se transustancia en verbo que se hace carne de pescado. Se dice el nombre del pescado, mas no el del pescador, que probablemente aprendi¨® con Rabindranat Tagore en un afluente del Ganges. La sardina es la reina del espeto, asegura un colaborador muy cercano del consejero de Agricultura y Pesca de la Junta de andaluc¨ªa, Paulino Plata, que fue alcalde de tierra adentro en Antequera y es en verano consejero de la mar y c¨®nsul plenipotenciario ante los caladeros senegaleses y mauritanos. No hay chiringuito en toda la costa del Sol, desde Nerja hasta Estepona, que no ofrezca un buen espeto a su clientela. Casi siempre son media docena las sardinas que se ensartan en un pincho hecho con restos de ca?a. Se espeta la sardina; tambi¨¦n el mero, el rape y hasta el pez espada, aunque ¨¦ste tiene el h¨¢ndicap de que se deshace mucho antes. Espadas como labios, parafraseando el libro del poeta Vicente Aleixandre, que naci¨® en Sevilla y vivi¨® en M¨¢laga. Al espeto le llaman espadarte en Portugal y el ritual es el mismo. Brochetas marineras que no hay que confundir con las espadinhas, como llaman los lusitanos a esas escaleras que alguna vez pis¨® lord Byron en Sintra. El equivalente a las albarra¨ªllas de Olvera y de otros pueblos serranos con calles empinadas. Hay entre los espetos una delicia para gourmets, la Espada Negra, que no es ni corsario bravuc¨®n ni portero ruso, sino pez espada alanceado en Funchal, capital de Madeira, manjar de dioses que se degusta en tiempos de vendimia. En las barbacoas malague?as abundan los espetos, prodigio gastron¨®mico unido a un verbo, espetar, que es sin¨®nimo de soltar a bocajarro, sentenciar a deshora o proferir con ah¨ªnco. El espetador y la cr¨ªtica. En una emisora contaban historias de un torero de moda y el periodista dec¨ªa: "Le espet¨® al respecto...", que debe ser mucho peor que faltarle al respeto. Ya lo dec¨ªa Pierre Louys cuando vino a Andaluc¨ªa de visita: "Hay una infinidad de palabras que no sirven para nada en absoluto, pero que hay que esparcir, como el perejil, en las frases m¨¢s simples, so pena de no ser comprendido". Espeto con perejil. Sardinas del Sardinero, el campo c¨¢ntabro en el que un espeto de artistas, Alberti, Carlos Gardel y Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo, vio la final de Copa del a?o 28 en la que se gest¨® la Oda a Platko.
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