Singular cita musical en Robles de Laciana
El piano lleg¨® a las nueve en punto de la ma?ana del pasado viernes. Poco despu¨¦s se present¨® el afinador procedente de Valladolid. Eran los ¨²ltimos detalles para un d¨ªa so?ado. Los int¨¦rpretes de la jornada inaugural, la pianista Rosa Torres-Pardo y el tenor Enrique Viana, estaban desde la v¨ªspera en Robles de Laciana, peque?a poblaci¨®n leonesa de 250 habitantes, a medio camino entre la miner¨ªa y la ganader¨ªa, y con un car¨¢cter fronterizo que, de la mano del pintor Eduardo Arroyo, estaba dispuesta a vivir su primer encuentro en vivo con la m¨²sica cl¨¢sica.Como encuentro, efectivamente, se anunciaba y no como festival, palabra que a los organizadores les parec¨ªa grandilocuente para la modestia de una primera edici¨®n limitada al piano y al canto. Sin auditorio, sin sillas, sin gabinete de prensa, sin pol¨ªticos, sin protocolo, la m¨²sica pura se saltaba todos los convencionalismos. ?nicamente un bello cartel de Andreu Alfaro anunciaba la cita por todo el valle. La respuesta a la convocatoria fue emocionante. Asisti¨® todo el pueblo al concierto vespertino frente a la ermita, en una plaza inclinada donde hubo que calzar el piano, encaram¨¢ndose a los muros los m¨¢s j¨®venes y sent¨¢ndose en el suelo o tray¨¦ndose una silla el resto. Asistieron tambi¨¦n numerosos grupos de los pueblos vecinos del valle, sobre todo de Villablino y Villaseca, y hasta medio centenar de aficionados forasteros -denominados cari?osamente "los music¨®logos"- de Madrid, Galicia o Asturias.
Piano con sombrilla
En el concierto matinal, en el patio de un viejo caser¨®n restaurado, al piano se le puso una sombrilla, imagen evocadora y surrealista. All¨ª, Rosa Torres Pardo, inmensa, empez¨® a desgranar con primor p¨¢ginas de Mozart, Schubert, Granados y Gershwin, y ya, con Enrique Viana (c¨¢lidamente presentado por Arnoldo Liberman), p¨¢ginas belcantistas o de ¨®pera francesa. Un se?or con tirantes azules se levantaba respetuoso para aplaudir despu¨¦s de cada aria. Algunas se?oras no pod¨ªan evitar una furtiva l¨¢grima. El silencio era estremecedor hasta que son¨® la bocina de la camioneta del panadero. ?Qu¨¦ hacer? ?Comer un d¨ªa sin el b¨¢sico alimento o salir sigilosamente y luego volver? As¨ª lo hicieron algunas espectadoras que se incorporaron inmediatamente a tiempo de escuchar un aria de Linda de Chamounix.El concierto de la tarde fue fascinante. Se desvi¨® por grupos espont¨¢neos el tr¨¢fico, y Bach o Schubert se adue?aron del valle. Rosa Torres Pardo volvi¨® a enamorar con unas prodigiosas Sugestiones diab¨®licas, de Prokofiev, y Viana, luchando a brazo partido con la ac¨²stica de espacios abiertos sin referencias ni retornos, concentr¨® toda la magia del mundo en unos pescadores de perlas maravillosos (los cant¨® dos veces). La exhibici¨®n pirot¨¦cnica vendr¨ªa con la colecci¨®n de Dos de La hija del regimiento, expuestos con absoluta limpieza.
Babelia
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