1998-1978. El aut¨¦ntico centenario
Normalmente la celebraci¨®n de un aniversario sirve para repasar el trecho recorrido desde alguna efem¨¦ride lejana hasta el presente. En primer t¨¦rmino, la celebraci¨®n de cualquier aniversario, como la de un cumplea?os, es, por eso, una forma p¨²blica de decir: "... y, despu¨¦s de todo esto, seguimos aqu¨ª". Sin embargo, tambi¨¦n hay algo de sano orgullo c¨ªvico en el acto de conectar el pasado con la actualidad; bien porque al rememorar un acontecimiento glorioso (como una restauraci¨®n democr¨¢tica o la consecuci¨®n de un premio Nobel) se pretenda atraer su ben¨¦fico impacto hasta nuestros d¨ªas, o bien porque al recordar un suceso no tan glorioso (como una derrota militar o un periodo de crisis social) se quiera poner de manifiesto que sus consecuencias han sido sobradamente corregidas. Todo esto sucede con las distintas conmemoraciones que est¨¢ produciendo, en Espa?a y fuera de Espa?a, la fuerza evocadora del centenario que va de 1898 a 1998. Es obvio que en cien a?os nuestra naci¨®n ha cambiado mucho y es normal, por eso, que, al cumplirse un siglo del m¨ªtico a?o que representa, con su sola menci¨®n, la conjunci¨®n fatal de todas nuestras carencias hist¨®ricas, queramos reconfortarnos en la comparaci¨®n. No hay tema, asunto, materia o circunstancia, a cuyo respecto no estemos ahora much¨ªsimo mejor que lo estuvimos entonces, y por eso, ¨¦ste es un aniversario cargado de sentido pol¨ªtico, en la m¨¢s digna expresi¨®n del sentido pol¨ªtico. Ahora bien, la referencia al 98 no deber¨ªa confundirnos: el afortunado abismo que nos separa de la deprimida realidad de hace cien a?os empezamos a recorrerlo hace s¨®lo veinte, y no m¨¢s. De alguna forma, nuestro siglo XX ha tenido caracter¨ªsticas muy parecidas a las del XIX. Salvo alguna breve, muy breve, excepci¨®n, s¨®lo el periodo que se inicia con la llamada "transici¨®n democr¨¢tica" rompe completamente con algunas desgraciadas constantes de nuestro hist¨®rico de convivir y organizarnos. Por eso, tal vez no sea exagerado decir que, en t¨¦rminos generales, el siglo XX para Espa?a se inici¨® en 1898 y termin¨® en 1978, con la Constituci¨®n. Que, hasta ese momento, las condiciones vitales del pueblo espa?ol siguieron pautas r¨ªgidamente arraigadas en su devenir pobret¨®n y sordo. Que todo cambi¨® cuando todos cambiamos, pero no antes. Y que fue entonces, en 1978, cuando nosotros entramos de verdad en nuestro particular siglo XXI. Este enfoque de la cuesti¨®n es m¨¢s constructivo y m¨¢s realista que el resultante de la sencilla comparaci¨®n entre la Espa?a de 1898 y la de 1998. Porque, entre una y otra, han transcurrido cien a?os, pero, merced a los ¨²ltimos veinte, esos cien a?os son m¨¢s que un siglo. Comparar la Espa?a del XIX con la del XXI, la Espa?a de la sarna y el hambre existencial con la Espa?a constitucional y part¨ªcipe en la Uni¨®n Europea, puede darnos muchas satisfacciones pero tambi¨¦n puede equivocar alguna intenci¨®n. Puede producirnos cierta sensaci¨®n de obra culminada, de consecuencias hist¨®ricas corregidas, y, por lo tanto, distraernos de la tarea transformadora en la que estamos o debemos estar empe?ados. Hemos cambiado mucho y, sin embargo, no basta s¨®lo con constatarlo porque, amigos, debemos seguir cambiando. ?Y mucho! Por eso, en mi opini¨®n, cualquier conmemoraci¨®n del centenario del 98 deber¨ªa hacerse en torno a los dos siglos superados desde entonces, el XIX y el XX. Mirando al futuro. Como evocando aquel 1898, pero con la vista puesta en el 2098. Porque lo cierto es que el centenario que m¨¢s nos interesa es ¨¦se, el que va del a?o 1998 al 2098, el que est¨¢ por venir.
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