La suprema belleza del baile

Toda la magia del baile flamenco nos la ofreci¨® Carmen Cort¨¦s en una memorable actuaci¨®n. En su cuerpo, en sus brazos, en sus manos, en su cintura. En su rostro de belleza oscura y afilada. En sus pies, capaces de una percusi¨®n sonora pre?ada de dificultades y de una diversidad de registros de incre¨ªble precisi¨®n.El baile de Carmen Cort¨¦s es un suntuoso regalo para los ojos del espectador. Nunca hab¨ªa bailado en esta regi¨®n hasta el a?o pasado, en que lo hizo en un solo baile acompa?ando el concierto de su marido Gerardo N¨²?ez. Este a?o fue llamada como protagonista, bail¨® siguiriyas y soleares y el p¨²blico enloqueci¨® literalmente.

Dos ¨²nicos estilos, aunque ciertamente de los m¨¢s complejos y dif¨ªciles que existen. Dos ocasiones de oro para la bailaora, que demuestra constantemente una carga de creatividad e imaginaci¨®n que quiz¨¢s ninguna otra alcanza hoy. Cort¨¦s hace cosas de ensue?o en sus giros y quiebros, de tanta dificultad y belleza que se est¨¢ ganando a pulso un puesto de privilegio entre las figuras hist¨®ricas del g¨¦nero.

La otra mujer de la noche, Juana la de Revuelo, estuvo sembrada de gracia y flamencura. Es la costumbre en ella, por lo dem¨¢s. La acompa?¨® primorosamente a la guitarra su hijo Mart¨ªn Chico, quien nos recordaba el eco inolvidable del genial Diego del Gastor. Y Mart¨ªn Revuelo, el marido de Juana, cant¨® por buler¨ªas en gallego, euskera, bable y otras muchas lenguas que s¨®lo ¨¦l conoce, en una estupenda creaci¨®n que llen¨® de buen humor la sala.

Los cantaores, Vicente Soto y Mairena, abordaron los estilos jondos de mayor enjundia con solvencia y con sapiencia. Jerez y Sevilla son siempre escuelas de toda confianza, y estos dos cantaores las representan con dignidad. Les acompa?aron las guitarras j¨®venes, pero excelentes, de Moraito hijo y Antonio Carri¨®n, completando una velada flamenca verdaderamente redonda.