Remo y sedal
El lago de la Casa de Campo, con menos usuarios estivales que el estanque del Retiro, permite que los jubilados echen la ca?a a las carpas de ida y vuelta
Le llaman lago y ¨¦l intenta serlo. Con tanto empe?o que ha logrado dar su nombre a una estaci¨®n de metro. M¨¢s justo -y menos po¨¦tico- ser¨ªa llamarlo embalse, pero entonces la Casa de Campo perder¨ªa otra joya de su corona. Adem¨¢s, tiene botes de remo, piraguas, pescadores y hasta un falso g¨¦iser.En verano demuestra otra rara habilidad: puede proporcionar fresco o calor. El primero lo disfrutan quienes acuden a solazarse a sus riberas durante el d¨ªa -por la noche, en los alrededores, el solaz es m¨¢s bien l¨²brico y de pago-.
La sofoquina diurna es monopolio de quienes deciden bogar bajo un sol de justicia. Son los menos, pero los hay. Se suelen acercar al g¨¦iser central, en realidad un surtidor que oxigena el agua, con el deseo de recibir una ducha que aten¨²e el riesgo de congesti¨®n. Los deportistas federados prefieren las horas frescas.
Por 550 pesetas, los remeros tienen derecho a navegar, o a dejarse mecer si los brazos dicen basta, durante tres cuartos de hora. Este lapso permite, incluso, bautismos n¨¢uticos. Como el de Carmen Gonz¨¢lez Guerra, una ni?a de nueve a?os que el pasado mi¨¦rcoles navegaba por primera vez con su sudoroso t¨ªo de patrono. "Me gusta mucho esto. No me he mareado", dec¨ªa esta chiquilla llegada desde un pueblo madrile?o.
Al contrario que su primo hermano, el estanque del Retiro, el lago de la Casa de Campo tiene en los meses de verano una afluencia discreta, por culpa del calor (2.681 usuarios el pasado julio frente a los 15.245 del recinto monumental). En cambio, en primavera le gana la partida (18.260 clientes lacustres frente a 14.672 del estanque), seg¨²n los datos del gestor de ambos, el Instituto Municipal de Deportes (IMD). "En el lago, la cifra de usuarios depende m¨¢s del clima, quiz¨¢ porque la Casa de Campo es menos c¨¦ntrica que el Retiro", detalla el gerente del organismo, Guillermo Jim¨¦nez.
Diferente emplazamiento, pero el mismo n¨²mero de barcas en alquiler (un centenar) e id¨¦nticos precios. Para sacudirse cualquier riesgo de complejo, el lago puede esgrimir su superficie -80.000 metros cuadrados frente a los 37.000 del Retiro-. Otro punto a su favor, el pedigr¨ª lacustre y hasta fluvial: el embalse, de metro y medio de profundidad, se desbord¨® en junio de 1995 y aneg¨® la M-30. Una vez reparados sus muros de hormig¨®n, se rellen¨® con el agua que le llega naturalmente, la del arroyo Meaques. Hubo que esperar meses a que se colmara, y combatir luego las algas nacidas en ese l¨ªquido no potable.
La calidad de este agua turbia, "deportiva" seg¨²n el IMD, no preocupa a los deportistas m¨¢s tranquilos: los pescadores jubilados. Echar la ca?a en la Casa de Campo es un privilegio reservado a mayores de 65 a?os y a minusv¨¢lidos. Pero las 3.000 carpas son de ida y vuelta.
"Si no pican, uno echa la ma?ana. Y si pican, se devuelven y tambi¨¦n se pasa la ma?ana", explica Rafael Manzanares, un habitual que ha cobrado y devuelto en poco rato un par de peces. "La cosa es distraerse", tercia otro pescador, Ferm¨ªn Arranz. Como su compa?ero, ha llegado con los trebejos en la l¨ªnea 10.
Las gentes de la ca?a y los pirag¨¹istas han alcanzado un pacto de no agresi¨®n que evite riesgos a unos y otros, explica Ram¨®n Lacaba, del IMD. Los remeros eluden bogar junto a la orilla, para no interferir el rumbo de los cortantes sedales, y los pescadores limitan el carrete.
Entre unos y otros, los patos hacen su vida. "No los hemos puesto nosotros", asegura Lacaba. Detalla que la procedencia de los palm¨ªpedos es sobre todo dom¨¦stica: hay padres que han dejado en estas aguas al patito infantil que creci¨® demasiado en casa. "Tambi¨¦n hay algunos ejemplares salvajes que han decidido quedarse aqu¨ª. Tienen comida y est¨¢n tranquilos", a?ade.
Una decena de jubilados maneja la ca?a en las riberas sombreadas. Al frente, Madrid se encarama sobre una muralla verde. A la espalda, los chiringuitos preparan las mesas de mediod¨ªa y los piperos esperan a la clientela infantil. Por un instante, am¨¦n de estaci¨®n de metro, este lago parece casi alpino.
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