Ordenanza para la ciudad sin ley
La nueva ordenanza municipal de circulaci¨®n, que aprob¨® el pleno del pasado 30 de julio y que entrar¨¢ en vigor el 1 de octubre, tiene ante s¨ª una complicada misi¨®n: eliminar los h¨¢bitos negativos de los conductores madrile?os y hacer m¨¢s seguras las calles de la capital. Dobles y triples filas de aparcamiento, conductores que hablan por tel¨¦fonos m¨®viles mientras manejan el volante y la palanca de cambios con una sola mano, automovilistas que tienen el cintur¨®n de seguridad de adorno, veh¨ªculos siempre fuera de la ley por exceso de velocidad y peatones temerarios que cruzan las calles por cualquier sitio son algunas, s¨®lo algunas, de las m¨¢s frecuentes irregularidades. EL PA?S pudo comprobar sobre el terreno el poco respeto que muchos conductores madrile?os tienen por las m¨¢s elementales normas de conducci¨®n.L¨ªmite de velocidad.
La velocidad del tr¨¢fico en el interior de la ciudad es una asignatura pendiente del Ayuntamiento. Los conductores s¨®lo obedecen el art¨ªculo 40 de la nueva ordenanza, el que marca el l¨ªmite de velocidad (50 kil¨®metros por hora), cuando est¨¢n inmersos en un atasco. Lo normal es circular a m¨¢s de 50 en cuanto la v¨ªa est¨¢ m¨ªnimamente despejada. En la Castellana, por ejemplo, basta con clavar la aguja del cuentakil¨®metros en 50 para verse rebasado por el resto de coches. Respetar el l¨ªmite puede ser incluso peligroso para los otros veh¨ªculos m¨¢s r¨¢pidos.
Los 90 kil¨®metros por hora de velocidad m¨¢xima permitidos en la M-30 resultan cortos para el ritmo de vida de los madrile?os. En dicha v¨ªa de circunvalaci¨®n, los coches rebasan el l¨ªmite sin preocuparse de los radares de la Polic¨ªa Municipal. Para circular por la M-30 en paralelo al resto de veh¨ªculos es preciso subir la aguja del cuentakil¨®metros hasta cifras de tres d¨ªgitos.
A pesar de las elevadas velocidades que se alcanzan en la M-30, los conductores se permiten todo tipo de piruetas: se saltan las isletas y se cuelan por el arc¨¦n ante la m¨¢s m¨ªnima retenci¨®n. Las peores son las motocicletas que circulan a m¨¢s de 100 kil¨®metros por hora en un metro de arc¨¦n. Los problemas surgen con los veh¨ªculos averiados, que generan aut¨¦nticas situaciones de peligro.
Adelantamientos.
Cualquier hueco sirve para merendarse al coche de delante. Y es que hay conductores impacientes que practican el eslalon al volante sin complejos, pese a que el art¨ªculo 48 de la ordenanza proh¨ªbe de forma expresa circular en zigzag. Uno de los circuitos preferidos es el paseo del Prado y su continuaci¨®n en la Castellana, donde se ven este tipo de haza?as por doquier. Y ello ante la mirada pasiva de los agentes municipales, que s¨®lo se dedican a regular el tr¨¢fico en las confluencias de las avenidas principales. Este problema se agrava por la noche, que es cuando se producen los accidentes m¨¢s graves.
Dobles filas.
Si algo crispa los nervios de los conductores es la facilidad con que algunos ciudadanos estacionan sus coches en dobles y triples filas. Un ejemplo: la zona comercial de la calle de Serrano, donde campan por sus fueros. Las se?oras aparcan sus veh¨ªculos delante de las tiendas en busca de una nueva pieza para el armario. Los ejecutivos escogen las puertas de los bancos para dejar sus deportivos mientras hacen cualquier gesti¨®n en la sucursal de turno. No faltan los osados que estacionan en el carril-bus. Esto obliga a los autobuses a salirse de su recorrido, lo que, consecuentemente, provoca frenazos entre el resto de autom¨®viles.
Las dobles filas que se forman en la calle de Alcal¨¢ a la puerta del Casino de Madrid son ya un cl¨¢sico de las noches de fin de semana. Algunos conductores se quejan de que la Polic¨ªa Municipal no hace nada al respecto. Sin embargo, en la cercana carrera de San Jer¨®nimo, los agentes cortan la calle para que la gr¨²a se lleve todos los coches mal aparcados, aunque no entorpezcan la circulaci¨®n.
Vigilancia policial.
En los d¨ªas de mucha circulaci¨®n, la Polic¨ªa Municipal no levanta cabeza. En ordenar el tr¨¢fico se le va todo el tiempo. Los veh¨ªculos gozan de cierta impunidad en mitad de la riada de coches porque la polic¨ªa no da abasto. Si los agentes emplearan parte de su tiempo en parar y sancionar a los conductores, la circulaci¨®n ser¨ªa un caos a¨²n mayor.
A dos ruedas.
Entre los jinetes madrile?os, los hay para todos los gustos. Desde los que quitan los silenciosos de los tubos de escape, para que su moto haga un ruido ensordecedor, hasta los que se olvidan del art¨ªculo 18 y circulan sin los cascos de protecci¨®n debidamente homologados. La nueva ordenanza proh¨ªbe de forma expresa hacer caballitos (circular sobre la rueda trasera). Esta pr¨¢ctica es mayoritaria en los j¨®venes.
Conductores al habla.
Un vicio reciente y cada vez m¨¢s extendido es colgarse del tel¨¦fono celular. El art¨ªculo 24 de la ordenanza introduce una novedad con respecto a la de 1985: "Se proh¨ªbe expresamente utilizar tel¨¦fonos m¨®viles cuando se est¨¦ conduciendo". Y es que resulta harto complicado manejar el volante y la palanca de cambios mientras se habla.
Los conductores no suelen salirse de la circulaci¨®n cuando reciben una llamada o la inician ellos. En Madrid destaca la escasez de conductores que disponen del sistema de manos libres en su tel¨¦fono, el ¨²nico permitido por la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico (DGT) para hablar por el m¨®vil mientras se conduce.
Los sufridores del tr¨¢fico.
La nueva ordenanza de circulaci¨®n pretende convertir la capital en una urbe m¨¢s grata para los viandantes. Misi¨®n imposible o, cuando menos, complicada. Y es que el riesgo de sufrir un atropello para los viandantes ha aumentado en la capital: en el primer semestre de este a?o se han producido 885 atropellos frente a los 874 del mismo periodo del pasado a?o. Son frecuentes los coches que se saltan los sem¨¢foros en rojo, que aceleran en ¨¢mbar, que aparcan en medio de los pasos de peatones o que ignoran las aceras rebajadas para las sillas de ruedas y de beb¨¦s.
Cinturones de seguridad.
S¨®lo los taxistas, los repartidores y las mujeres embarazadas en avanzado estado de gestaci¨®n est¨¢n liberados de llevar puesto el cintur¨®n de seguridad. Sin embargo, los madrile?os se olvidan a menudo de su obligaci¨®n de ir atados y no resulta raro verles arrancar e iniciar la marcha sin el cinto protector.
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