La piel
Hay un capitalismo fibroso y redondo que es Occidente, mientras ha venido creciendo sobre ¨¦l una piel de diferente grosor que representan, por ejemplo, Latinoam¨¦rica y Asia. Estas epidermis o econom¨ªas perif¨¦ricas poseen la condici¨®n de propagar sus c¨¦lulas con enorme facilidad y de crear grandes fen¨®menos en cuanto excrecencias.De una de esas excrecencias se constituy¨® en poco tiempo la consistencia dura de Jap¨®n, que, desde el exterior, fue penetrando como un acero en el n¨²cleo central del sistema y hasta la misma alcoba de los Siete Grandes. Ahora, esa lanza del mundo asi¨¢tico ha entrado en incandescencia perversa y quema a derecha e izquierda; prende algunos fuegos en las ¨¢reas de Occidente, pero carboniza bosques enteros de empleo y prosperidad en su vecindario. Aqu¨ª a¨²n funcionan algunos cortafuegos, muros que contrarrestan las llamas financieras de millones de toneladas de corrupci¨®n, pero entre los vecinos asi¨¢ticos, peor pertrechados, apenas salidos de la miseria, los enseres y los seres arden como trapos.
El desplome de las bolsas mundiales nada tiene que ver con una cat¨¢strofe natural, aunque la din¨¢mica del espect¨¢culo total pretenda investirlo con la misma escenograf¨ªa. Tras esa hecatombe hay una deliberada estafa, tras los millones de muertos e indigentes que provocar¨¢ la recesi¨®n se agrupa un pu?ado de famosos asesinos. Al otro lado de la pobreza que cubrir¨¢ como una pelagra m¨¢s la piel de Asia se agazapa una partida de magnates que ya ajustan su poder a la magnitud del mundo. Ojal¨¢ hablar as¨ª fuera todav¨ªa demagogia. Una sucesi¨®n de infames prenden fuego a los montes para especular con la madera; otra partida de desalamados calcina gigantescas plantaciones de hombres, mujeres y bienes para sacarle provecho a las convulsiones del capital.
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