"Es f¨¢cil descubrir al 'patero': es el ¨²nico con chaleco salvavidas"
Los guardias civiles que patrullan el Estrecho est¨¢n cansados de detener a inmigrantes clandestinos, aunque creen que su trabajo sirve, al menos, para evitar que perezcan en el mar
Son las diez de la noche. Como cada d¨ªa, una lancha del Servicio Mar¨ªtimo de la Guardia Civil en Algeciras, con cinco tripulantes, sale a patrullar el estrecho de Gibraltar. En la oscuridad absoluta de la noche, s¨®lo se valen de su radar, que detecta cualquier embarcaci¨®n, pero ¨²nicamente si se encuentra a menos de dos millas de la patrullera. ?Qu¨¦ buscan? Pues lo que haya, pero todos reconocen que lo que de verdad desean encontrar es una lancha con traficantes de hach¨ªs. Aprehender 500, 600 kilos de droga, es lo que les motiva y les "pone a cien", lo que les hace sentirse realmente "¨²tiles a la sociedad". Pero su misi¨®n no es s¨®lo la droga. Est¨¢n ah¨ª cada noche, navegando durante diez, 12 horas, para localizar alguna de las m¨²ltiples pateras que cruzan el Estrecho repletas de hombres -y de una o dos mujeres- que sue?an con el para¨ªso europeo. Todos los guardias civiles tienen alrededor de 30 a?os, llevan varios navegando el Estrecho y han perdido la cuenta de los inmigrantes que han detenido. "Bueno, si me apuras igual unos 500". Siempre es lo mismo: se detecta la embarcaci¨®n y se acercan a ella de modo que el viento no lleve el ruido hacia la patera. Hasta que no la tienen a la vista no saben si es una lancha de traficantes de droga o de hombres. Una vez que avistan ese trozo de madera -"a veces parecen ata¨²des"- repleto de miradas desesperadas, vienen los problemas.
La patrullera es diez veces mayor que la fr¨¢gil patera, y con la ola que forma podr¨ªa hacer volcar. Dicen que se han acostumbrado, pero algunas veces a¨²n les parece incre¨ªble que se mantenga a flote con la carga que lleva. Se acercan despacio.
Una vez, en aguas de Ceuta, tuvieron que dejar que volviera a tierra y que all¨ª fuera interceptada. Estaba tan llena -38 marroqu¨ªes- que cuando la descargaron, la h¨¦lice no tocaba el agua. Adem¨¢s, iba a la deriva porque el piloto, o patero como lo llaman ellos, hab¨ªa soltado el motor para confundirse entre los dem¨¢s pasajeros. ?sa es una de las obsesiones de los agentes: identificar al patero. Es el ¨²nico que ha cometido un delito, que se ha lucrado. "Bueno, a veces no es tan dif¨ªcil, porque es el ¨²nico que lleva chaleco salvavidas", ironiza un guardia. Luego ser¨¢ acusado de un delito contra los trabajadores, penado con hasta tres a?os de c¨¢rcel. "Pero en un mes est¨¢ en la calle con una fianza", se quejan.
El ¨²ltimo eslab¨®n
La mayor¨ªa de las veces los pateros, que son el ¨²ltimo eslab¨®n de una red, no son identificados y vuelven a Marruecos o Argelia repatriados como los dem¨¢s. Entre los inmigrantes reina la ley del silencio. "Imag¨ªnate t¨² cuando vuelvan all¨ª si los jefes se enteran que han largado. No s¨®lo les cae una paliza, sino que adem¨¢s se pueden olvidar de repetir el viaje". La primera sensaci¨®n que tienen Rafael, ?ngel, Miguel, Julio y Juan Miguel, los tripulantes de esta patrullera, cuando suben a los inmigrantes a bordo, es de una impotencia total. Los inmigrantes no son violentos, se resignan. "Cuando nos ven saben que todo ha acabado. Han estado currando como bestias para ahorrar el precio del viaje, y en una noche, en un momento, lo pierden todo, y lo saben nada m¨¢s vernos. Para nosotros es muy duro pero... es nuestra obligaci¨®n", explica el cabo Rafael, el patr¨®n.
Las primeras palabras de los inmigrantes suelen ser nombres de ciudades o de pa¨ªses: Almer¨ªa, Barcelona, Italia, Francia. All¨ª tienen familiares, es all¨ª donde se dirig¨ªan, y a veces hacen un intento desesperado para que los agentes les dejen marchar. "Son buenos trabajadores, vienen a hacer los trabajos que nosotros ya no queremos, no hay un espa?ol que se meta a trabajar en un invernadero a 50 grados, y a m¨ª que vengan no me parece mal, aunque tiene que haber alg¨²n tipo de control", dice Rafael. Miguel est¨¢ de acuerdo, y aporta algunas ideas. "Las organizaciones no gubernamentales, en vez de armarla cada vez que hay alg¨²n muerto, pod¨ªan ir a Huelva, a los freseros, y ver cuantos trabajadores necesitan. Luego se van a Marruecos, reclutan a los que haga falta, y se los traen legalmente".
Se quejan del comportamiento de algunas ONG. Dicen que cuando llegan a puerto con los detenidos, cuando de verdad hacen falta, a las tres o las cuatro de la ma?ana, nunca est¨¢n. El que est¨¢ es un cura del que s¨®lo saben hablar bien. El padre Isidoro se dedica a traer, a cualquier hora de la noche, ropa seca para los inmigrantes. Se lleva la mojada para d¨¢rsela a los siguientes. En el bar del puerto se encargan de preparar los bocadillos para los que llegan exhaustos y hambrientos. "De todo menos de cerdo, ya sabes", explica Juan Miguel.
?stos guardias civiles no se dedican s¨®lo a detener a los inmigrantes. Reflexionan sobre el problema, y lo ven muy claro. Mientras en Marruecos y en otros pa¨ªses sigan teniendo problemas de democracia y pobreza, seguir¨¢n llegando. Adem¨¢s, culpan a la televisi¨®n -que se recibe perfectamente en Marruecos- de vender un mundo irreal, una Europa id¨ªlica. Tambi¨¦n colaboran los inmigrantes que viven en Francia o Alemania y regresan a sus pueblos de vacaciones. (Por Algeciras pasan cientos cada d¨ªa). "Llegan all¨ª con sus Mercedes y los amigos piensan: pero yo soy tonto, ?qu¨¦ narices hago aqu¨ª?".
Reconocen que la soluci¨®n policial "llega a pocos sitios", que es imposible impermeabilizar la costa. La tentaci¨®n es muy fuerte. En los d¨ªas claros de poniente, que son muchos en esta ¨¦poca, desde Marruecos se distingue perfectamente la silueta de la costa espa?ola. "Es imposible, por mucha valla y mucha frontera que pongas, impedir que ellos se las salten. Si hab¨ªa gente que hasta saltaba el muro de Berl¨ªn, con lo que era eso" dice Juan Miguel.
El teniente coronel Jos¨¦ Carlos D¨ªaz Trigo, jefe de la Comandancia de Algeciras, explica que los marroqu¨ªes ven la costa tan cerca que a veces usan m¨¦todos inveros¨ªmiles para cruzar el Estrecho: un pedal de los que se alquilan en las playas, una barca de pl¨¢stico con remos, e incluso unas simples aletas y una tabla de corcho.
Inmigrantes en el monte
Los inmigrantes, cuando consiguen llegar a la costa de Algeciras, se quedan en el monte, esperando la oportunidad para viajar a Almer¨ªa, o fuera de Espa?a. Aqu¨ª es donde act¨²an Francisco Miguel y Jos¨¦ Mar¨ªa, que patrullan las zonas m¨¢s inh¨®spitas del monte de Algeciras con un Patrol. En dos a?os trabajando, Francisco Miguel, con 22 a?os, ha detenido a unos 50 inmigrantes. Algunos vagaban por la carretera, pero a la mayor¨ªa los encontr¨® de noche, pateando el monte con una linterna. Reconoce que "se cuelan m¨¢s de los que se pillan", y recorriendo el monte con el Patrol es f¨¢cil ver por qu¨¦. Kil¨®metros de maleza, infinidad de escondites, y contra eso, un coche con cuatro hombres. Los dos cuentan c¨®mo una noche llegaron cuatro pateras a la vez. Ah¨ª estaba casi toda la dotaci¨®n de la Guardia Civil en Algeciras, pero los inmigrantes eran m¨¢s. "Unos 120". S¨®lo consiguieron detener a la mitad, los dem¨¢s huyeron por el monte.
Lo primero que hacen los inmigrantes cuando llegan es cambiar la ropa mojada por una seca, que traen en una bolsa o les proporciona la organizaci¨®n. Las zonas m¨¢s escondidas del monte est¨¢n plagadas de pantalones, zapatillas, e incluso un hiyab, un pa?uelo de mujer. Luego intentan llamar a un taxi que les lleve a alg¨²n sitio donde puedan encontrarse con sus familiares y ponerse a trabajar.
Los guardias civiles prefieren detener a narcotraficantes que a inmigrantes clandestinos, pero tampoco creen que deba dejarse entrar sin ning¨²n control a todos los que quieran trabajar en Espa?a. No quieren sentirse "frustradores de sue?os", como dice Miguel. Pero creen que su trabajo es ¨²til. Sobre todo porque, seg¨²n ellos, si no estuviesen ah¨ª para interceptarles, la mayor¨ªa de los inmigrantes clandestinos morir¨ªa en el intento de llegar a Europa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Campamentos acogida
- Inmigrantes magreb¨ªes
- Refugiados pol¨ªticos
- Repatriaci¨®n
- Expulsiones
- Polizones
- Pateras Mediterr¨¢neo
- Tr¨¢fico inmigrantes
- Redes ilegales
- Pateras Estrecho Gibraltar
- Pateras
- Deportaci¨®n
- Extranjeros
- Asilo pol¨ªtico
- Aguas territoriales
- Estrecho Gibraltar
- Inmigraci¨®n irregular
- Incidentes
- Estad¨ªsticas
- Cooperaci¨®n policial
- Ayuda social
- Guardia Civil
- Inmigrantes