El ¨¢ngel de la guarda de los reclusos
Un cepillo de dientes es un objeto de lujo en muchas prisiones de otros pa¨ªses. Sobre todo si se carece de ayuda fuera de la c¨¢rcel, como le ocurre a la mayor¨ªa de los espa?oles condenados en el extranjero. Pero los presos del penal de El Sal¨¦ en Rabat (Marruecos) tienen su propio ¨¢ngel de la guarda. Es el c¨®nsul Juan Gonz¨¢lez Cebri¨¢n. Un funcionario que se preocupa por hacer m¨¢s llevadera la vida de los reclusos del pa¨ªs en el que est¨¢ destinado. En esta c¨¢rcel un buhonero proporciona a los reclusos pasta, jab¨®n o cualquier objeto de uso personal que le pidan. El pago no es un problema. Los gastos los liquida con Gonz¨¢lez Cebri¨¢n. Pero, adem¨¢s, el c¨®nsul hace llegar cada mes un sobre con una asignaci¨®n econ¨®mica a cada preso.
Se cumple as¨ª con una norma interna del Ministerio de Asuntos Exteriores, que instaur¨® en los a?os ochenta el ministro socialista Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, y que establece un m¨¢ximo por preso y mes de "hasta 100 d¨®lares estadounidenses [unas 15.000 pesetas] para necesidades inmediatas". Sin embargo, su aplicaci¨®n es discrecional y, en la pr¨¢ctica, depende del titular de la oficina consular el que estas ayudas lleguen a manos de los reclusos. Muy pocos lo hacen.
"Su familia le manda dinero"
"Se dan situaciones muy injustas", asegura el senador socialista Ignacio D¨ªez, y explica el caso de Teresa Santaliestra, presa en Tailandia. Cuando D¨ªez pregunt¨® al c¨®nsul espa?ol en este pa¨ªs si le enviaba a la detenida alg¨²n tipo de ayuda econ¨®mica, ¨¦ste le contest¨®: "No hace falta, porque su familia le manda dinero". El padre de Teresa, seg¨²n D¨ªez, est¨¢ jubilado y "hace ¨ªmprobos esfuerzos" para mandarle dinero a su hija y vivir de su pensi¨®n. La indiferencia sobre los presos se convierte a veces en exceso de celo. A los presos en Colombia se les exige una "declaraci¨®n de pobreza" para recibir esta ayuda, un documento obsoleto que ya pocos organismos espa?oles proporcionan. Esto a?ade enormes problemas burocr¨¢ticos a los que ya se enfrentan a diario los familiares de los reclusos. Su tr¨¢mite puede tardar cinco o seis meses y mientras no reciben ni una peseta.
Pero al menos a ellos tarde o temprano les llega. La situaci¨®n es dram¨¢tica en los pa¨ªses m¨¢s pobres, donde la falta de atenci¨®n de las autoridades espa?olas se suma a la dificultad de las familias para hacerles llegar sus ayudas. Pa¨ªses como Francia y Alemania -donde se encuentra el mayor n¨²mero de condenados espa?oles: 278 y 131, respectivamente- no acusan este problema. En estos dos pa¨ªses muchos de los condenados espa?oles prefieren no ser repatriados.
Entre los casos m¨¢s duros est¨¢ el de los pa¨ªses sin oficinas consulares. Es la situaci¨®n de Eslovenia, donde actualmente existe un solo un preso espa?ol. La representaci¨®n m¨¢s cercana est¨¢ en Viena. As¨ª, la atenci¨®n de las autoridades consulares se convierte no en un derecho, sino en un milagro.
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