La fertilidad, en "chirucas" o cremallera
Desde hace siglos, el santuario de Nuestra Se?ora de N¨²ria predica en el desierto de los descre¨ªdos una soluci¨®n al descenso de natalidad que experimenta Catalu?a. El tratamiento propuesto es bien sencillo. Basta con que una mujer en edad f¨¦rtil introduzca la cabeza en el interior de la olla de San Gil al tiempo que toca la campana tantas veces como hijos desee engendrar. Seg¨²n la leyenda, la Virgen de N¨²ria atender¨¢ sol¨ªcita su petici¨®n sin que se conozca l¨ªmite alguno a su benevolencia. Fue precisamente el ermita?o Gil quien, calzando unas r¨²sticas alpargatas y como pre¨¢mbulo de su penitencia, ascendi¨® hasta el valle de N¨²ria por escarpados y pedregosos montes mucho antes de que la invenci¨®n de las chirucas o del tren cremallera hiciera accesible al com¨²n de los mortales este trayecto desde Ribes de Freser. En el interior de una miserable covacha levant¨® una peque?a capilla dedicada a la Virgen, ante cuya imagen se postr¨® a diario durante tres o cuatro a?os para purgar sus pecados. No pod¨ªa imaginar que, con el tiempo, el perol en el que coc¨ªa el potaje a los pastores de la zona y la campana con la que los llamaba a la mesa ser¨ªan casi tan venerados como la imagen de la Virgen. Todas estas reliquias quedaron enterradas en la cueva durante mucho tiempo. Un nuevo peregrino, Amadeo de Dalmacia, guiado por la inspiraci¨®n divina, los redescubri¨® y mand¨® erigir la primera capilla. Desde este momento, N¨²ria se convierte en un importante santuario mariano y los gozos que a su imagen cantan por todo el pa¨ªs santeros y mendigos contribuyen a incrementar su popularidad. No es casualidad que el libro Hist¨°ria i miracles de la sagrada imatge de Nostra Senyora de N¨²ria, escrito por el devoto cl¨¦rigo Francesc Mar¨¨s, se convierta en 1666 en un aut¨¦ntico best-seller de la literatura religiosa de todos los tiempos. Pero a la mayor¨ªa de los peregrinos de N¨²ria ya no les mueve la fe, sino la variada oferta tur¨ªstica que ofrece el valle, transmutado en una especie de Port Aventura del monta?ista dominguero. Lejos de la alegr¨ªa mortificadora con que san Gil ascend¨ªa por las laderas monta?osas, los viajeros contempor¨¢neos deben enfrentarse a un primer trauma antes de iniciar la ascensi¨®n: la imperiosa necesidad de abandonar su veh¨ªculo en Ribes de Freser o Queralbs. La mayor¨ªa prefiere el entra?able tren cremallera, ¨²nico de estas caracter¨ªsticas en el pa¨ªs. En un trayecto de 12,5 kil¨®metros marcado por la belleza del paisaje, el trenecito supera t¨²neles y viaductos, hasta calzarse los engranajes dentados que le permitir¨¢n superar los ¨²ltimos siete kil¨®metros del camino, con una pendiente del 15% y un desnivel de casi 1.000 metros. Los m¨¢s nost¨¢lgicos se inclinan por recorrer el Cam¨ª Vell de N¨²ria a pie, una ruta m¨ªtica para el excursionismo catal¨¢n que parte de Queralbs. La iglesia rom¨¢nica de Sant Jaume, del siglo XII, es una parada obligada en este municipio, aunque la segunda residencia del presidente Pujol tambi¨¦n atrae a los excursionistas m¨¢s fisgones. El paisaje casi port¨¢til del valle, de un kil¨®metro de largo por medio de ancho, constituye un perfecto compendio de ciertas actividades ancestrales, un t¨ªmido retorno a la vieja lucha entre el hombre y la naturaleza. Montando a caballo, remando en las barquitas del lago, practicando el tiro con arco, devorando sabrosas carnes asadas a la piedra o genuinas truchas de r¨ªo, el turista puede desprenderse de su costra urbana y hacer aflorar su naturaleza salvaje. Antes de esa transformaci¨®n, cualquier ex recluta deber¨¢ superar el impacto de un macizo edificio con reminiscencias cuartelarias y proceder a integrarlo en el verdor de la ladera. El urbanita conseguir¨¢, con mucho menor esfuerzo, borrar la sesgada l¨ªnea del cielo metropolitano que lleva impresa en las retinas y sustituirla por las arm¨®nicas ondulaciones de las cimas coronadas por pinos negros. Con un poco de suerte, sabr¨¢ vislumbrar en alguna de esas lejanas cumbres un correoso isard (rebeco), el animal m¨¢s representativo del territorio, y tomar¨¢ buena nota de su infatigable derroche de libertad y energ¨ªa. Quiz¨¢ entonces, pose¨ªdo por el gusanillo del monta?ismo, se anime a emprender alguna modesta ascensi¨®n. Si la semilla del rebeco arraiga con fuerza, el gran reto es el Puigmal, la monta?a reina del Pirineo oriental. Llegar a su cima, de 2.914 metros, y gritar a los cuatro vientos los versos de mos¨¦n Cinto Verdaguer extra¨ªdos del poema Canig¨® constituye el aut¨¦ntico bautismo de un excursionista: "Tota la terra, que el meu cor estima, des d"ac¨ª es veu en serres onejar". Pero la excelsa monta?a no est¨¢ al alcance de todos. Para contentar a los visitantes con un recalcitrante apego urbano, los que a las primeras de cambio se ven aquejados del s¨ªndrome de abstinencia automovil¨ªstico y consumista, los responsables del complejo Vall de N¨²ria han abierto una bien surtida tienda. Entre sus estantes, muchos avispados veraneantes advierten de inmediato que no hace falta dejarse las piernas trotando por las monta?as para empaparse de todas las esencias del valle. Se venden. Y caben en una maleta. Un tiesto con una Flor de Nieve, ejemplar cultivado de la misma especie protegida que crece en la alta monta?a, concentra la naturaleza m¨¢s salvaje. La colonia Vall de N¨²ria, con esencia de lirios, desprende el aroma de las monta?as.
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