Chernomirdin 2
La pol¨ªtica rusa parece que vuelve indefectiblemente siempre al punto de partida. Y en ese est¨¦ril tejer y destejer se mueve el presidente ruso, Bor¨ªs Yeltsin, que, a los cinco meses del nombramiento y cuatro de ejercicio del joven funcionario Sergu¨¦i Kiriyenko, con el rublo devaluado en un 50% y la reforma en ruinas, se sit¨²a de nuevo en la primera casilla del tablero y devuelve la jefatura del Gobierno al veterano funcionario V¨ªktor Chernomirdin, despedido entonces casi en la ignominia. Aunque en la Rusia de Yeltsin las predicciones son un bingo de azar incalculable, Kiriyenko ten¨ªa que estar l¨®gicamente liquidado desde que la semana pasada proclam¨® que s¨®lo se devaluar¨ªa el rublo casi pasando por encima de su cad¨¢ver. Sus restos mortales ya los tenemos, pero ?y el rublo?Pese a todos los pesares, la divisa rusa se hab¨ªa sostenido durante el ¨²ltimo a?o, alrededor del 70% de la econom¨ªa del pa¨ªs se halla privatizada y la devaluaci¨®n no tendr¨ªa por qu¨¦ ser un desastre al favorecer las exportaciones y mejorar la liquidez del Gobierno. Y, sin embargo, Kiriyenko ha tenido en los ¨²ltimos d¨ªas que consolidar a largo plazo la deuda interior y establecer una moratoria de 90 d¨ªas del pago de la deuda exterior. ?A qu¨¦ se debe semejante desastre?
Los casi 23.000 millones de d¨®lares que Rusia recibi¨® en pr¨¦stamo hace s¨®lo unas semanas ya han sido engullidos, repartidos o malgastados para ning¨²n fin restaurador de la econom¨ªa; la desconfianza generalizada hacia el rublo hace que las grandes compa?¨ªas, que en su d¨ªa fueron estatales y hoy est¨¢n en manos de paniaguados del poder, prefieran una econom¨ªa de trueque a una dineraria y abonen sus impuestos con servicios en lugar de efectivo; ello se presta, naturalmente, a una valoraci¨®n arbitraria y desmesurada de esos servicios, am¨¦n de impedir que el Gobierno allegue recursos para atender sus necesidades, y, finalmente, los grandes inversionistas extranjeros han huido de Rusia ante la penalizaci¨®n de unas cargas desorbitadas, que ¨¦sas s¨ª que se exigen en especie.
Chernomirdin, gato viejo, est¨¢ tratando de recomponer una alianza en la Duma para que la ratificaci¨®n parlamentaria de su nombramiento no se convierta en un calvario como la de Kiriyenko. Se est¨¢ entrevistando para ello con casi todo el arco pol¨ªtico y anuncia un Gobierno de gran coalici¨®n, lo que puede ser bueno porque ser¨¢ m¨¢s representativo, o no tanto si su composici¨®n hace que se autocancelen los sacrificios que la reforma precisa y que los dirigentes occidentales, con Kohl a la cabeza, le han exigido. Al mismo tiempo, este Chernomirdin vuelve con fuerza, y m¨¢s bien parece que es Yeltsin el que se le encomienda para que le reconcilie con los grandes lobbies econ¨®micos, a cambio de lo cual el apparatchik podr¨ªa ser el candidato investido por Yeltsin en las pr¨®ximas presidenciales.
Sacar a Rusia del pantano va a ser, en definitiva, mucho m¨¢s dram¨¢tico hoy que hace dos o tres a?os. Un presupuesto con una fuerte reducci¨®n del d¨¦ficit, por demoledor que sea para las econom¨ªas familiares, parece imperativo; como lo son unas cuentas claras e impuestos cobrados en efectivo que permitan el abono de 8.000 millones de d¨®lares en atrasos a empleados del Estado, y, lo que es m¨¢s problem¨¢tico, una renovaci¨®n a fondo de la clase pol¨ªtico-industrial, para lo que el nuevo jefe de Gobierno no parece el m¨¢s indicado.
Yeltsin no ha hecho hasta la fecha m¨¢s que maniobrar para ser candidato en el a?o 2000, lo que hoy parece muy lejano; pero si quiere que la posteridad no abomine de ¨¦l, bien har¨ªa en reemprender otra vez la reforma, ya que ha vuelto al punto de partida.
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