Yeltsin toma represalias

Es f¨¢cil calificar a Boris Yeltsin de d¨¦spota exc¨¦ntrico y bebedor. Ser¨ªa un error. Ha demostrado repetidamente que es un t¨¢ctico audaz y de ¨¦xito. Una vez m¨¢s ha tomado la iniciativa destituyendo a los cuatro meses al Gobierno de Sergu¨¦i Kiriyenko y nombrando nuevamente a V¨ªktor Chernomirdin. Desafortunadamente, la brillantez t¨¢ctica de Yeltsin queda m¨¢s que contrapesada por sus fallos estrat¨¦gicos. Con Rusia ahog¨¢ndose en una crisis financiera que la poca vista de Chernomirdin y la inconsciencia de Yeltsin han contribuido a crear, las esperanzas de reforma deben estar pr¨¢cticamente muertas. Desde un punto de vista puramente pol¨ªtico, el juego de las sillas puede funcionar. Se ha distanciado otra vez de un Gobierno asociado con un humillante fracaso. Ha vuelto a traer a un hombre que lidera el segundo grupo parlamentario y que cuenta con fuertes v¨ªnculos con poderosos intereses empresariales (. ..). Chernomirdin posee poco carisma y menos credibilidad, pero el cambio puede dar a Yeltsin la garant¨ªa que necesita para sobrevivir hasta el final de su mandato. Todav¨ªa la estrategia puede fallar. Una raz¨®n podr¨ªa ser que un hombre tan pr¨®ximamente asociado con el origen del problema no es una soluci¨®n convincente. Otra es que el presidente ha lanzado a Rusia hacia un limbo de duraci¨®n desconocida cuando hay que tomar dif¨ªciles decisiones sobre la reestructuraci¨®n financiera y monetaria y la pol¨ªtica fiscal (...).

24 de agosto