La mar de juergas
Ibiza de noche refleja los deseos m¨¢s secretos de Europa y los complace como hac¨ªa Astart¨¦, la diosa cartaginesa del amor y la carne: a base de baile. Tal vez porque la isla fue un d¨ªa ocupada por Cartago y sus dioses tienen hoy las discotecas en Ibiza un poder absoluto. Por falta de tiempo o dinero, no todo el mundo puede danzar en las panzas de estos becerros de oro. Para solventarlo, Carlos Hern¨¢ndez, director de la oficina ibicenca Servicio de Ocio Mar¨ªtimo (SOM), tuvo la idea hace ya cuatro a?os de ofertar un paquete l¨²dico para un nuevo turista joven: el nocturno. "Decid¨ª ofrecer diariamente en veranos y hasta final de septiembre la posibilidad de ir a Ibiza en barco una noche y volver al d¨ªa siguiente. S¨®lo pod¨ªa hacerse desde D¨¦nia, el puerto m¨¢s cercano, a 56 millas". Las buenas relaciones de Hern¨¢ndez con la familia del actual ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, verdadero bar¨®n inmobiliario insular, le hicieron negociar con Pitra, una l¨ªnea naviera perteneciente a su grupo empresarial. Encontr¨® que el barco Isla de Ibiza ten¨ªa traves¨ªas regulares diarias. Pact¨® m¨¢s tarde con el legendario club Privilege (antes Ku) y el after-hours Space, los dos de Ibiza, su participaci¨®n en el proyecto. Ambos coinciden en estar relacionadas con los negocios de Matutes, puesto que son empresas del ministro del PP las que forman el 50% de la sociedad que regenta Privilege (Cafecer S.L.) y el local de Space pertenece a su empresa Pidesa, aunque tiene arrendada esta sala. Finalmente, el servicio, que comercializa en toda la Comunidad la agencia mayorista Calima, ha quedado como un bus mar¨ªtimo para buscar el delirio a precio de saldo. Por 11.000 pesetas (el precio del pasaje regular) el usuario pasa la noche en Ibiza, saliendo de D¨¦nia a las 7 de la tarde, para volver desde el puerto de San Antonio al mediod¨ªa o medianoche siguientes (el regreso es abierto), con derecho a franquear las puertas de Privilege y Space. Compradas en la isla, las entradas de estos super-clubes valen 6.000 pesetas cada una, con lo que la ventaja es evidente. En lo que va de verano, el n¨²mero de usuarios de esta opci¨®n llega a 700. Parte de ellos viajan en despedidas de soltero/a (el novio o la novia entran gratis en el pack), integradas generalmente por un tipo de asistente infrecuente en la petulante Ibiza nocturna. Como El Meli, antiguo cortador de cuernos de toro que concurr¨ªa tocado de gorro playero un s¨¢bado de agosto a la despedida de su colega Fernando (quien puso 100.000 pesetas de fondo com¨²n). Con 14 amigos subidos al barco, todos de Castell¨®n y sus alrededores y, cubata en mano, claman "festa total... i avant!". Uno de ellos, Antonio, pas¨® hace unas semanas por la isla y sabe c¨®mo est¨¢ el asunto: "Lo que m¨¢s me gust¨® fue ver drag-queens, que en Castell¨®n no hay, y me flip¨® un t¨ªo con 20 piercing en los morros. Pero las copas van a 1.500 en las discotecas, y recomend¨¦ que traj¨¦ramos provisiones". El grupo lleva dos neveras repletas de bebida en el barco, de las que dar¨¢n buena cuenta. Las 47 personas que utilizan la oferta este s¨¢bado -casi todos espa?oles- llevan una media de 16.000 pesetas para gastar en la isla. Viajan en peque?os grup¨²sculos provenientes de Valencia o Alicante, y se agolpan en la parte superior del barco, tocada con una barra musical a ritmo de chunda-chunda. ?ngela, de 23 a?os, cajera de un Pryca de Alicante, es una de ellas. "Estoy pensando d¨®nde me voy a cambiar, aunque no llevo mucha ropa", dice, ense?ando una mochila del tama?o de un monedero. Pocas parejas en esta historia, quiz¨¢s s¨®lo Javi y Mari, de Valencia, de 29 y 27 a?os, que, no vienen a la isla en plan cari?itos sino "a muerte". Conforme el barco se acerca a San Antonio, el abrevadero expende mayor cantidad de alcohol, se utilizan m¨¢s los lavabos y brota un aroma a ciertas hierbas. La mayor¨ªa de usuarios del bono son trabajadores que el lunes deben fichar. El barco y la isla componen para ellos la desesperada de lo que es una v¨¢lvula de escape en tiempos fr¨ªgidos. En cuanto la nave atraca en Ibiza pasadas las 11 de la noche, se diseminan por este Cana¨¢n. Utilizan el disco-bus, autocares que se ramifican a trav¨¦s de la ¨ªsla y cuyo uso incluye la oferta. Sobre las tres, los peregrinos marinos aparecen en el primer templo, Privilege. La sociedad que lo regenta, en la cual est¨¢n imbricadas las empresas Matutes, cambi¨® el primitivo nombre de Ku por ¨¦ste. El motivo, dejar de pagar por el derecho de utilizarlo a un anterior propietario y diferenciarse de las discotecas Ku que surgen como hongos por doquier. Como el resto de salas, Privilege se ha abalanzado este a?o en brazos de los promotores de fiestas ingleses. Clubbers anglosajones e italianos pecho-lobo son lo que m¨¢s se ve en la isla, que aporta una madrugada est¨¦tica menos colorista que otros a?os. Este s¨¢bado, Privilege tiene su fiesta Brasil, de iconograf¨ªa carioca. Javi, Mari y otros valencianos no asimilan bien el house suavesito y latino de la cabina. Deciden irse a un apartamento a descansar y prepararse para el Space. En la puerta del Privilege, aparece Emilio, un joven pasajero de Alicante, asustado porque ha perdido el ticket con el billete de vuelta a D¨¦nia. Carlos Hern¨¢ndez, que sale del club en ese momento, le facilita uno gratis para devolverle la fe en las buenas obras. A partir de las 8 llega el punto de cocci¨®n para el brutal Space, que celebra su multitudinario d¨¦cimo aniversario. Naci¨® el mismo a?o que el acid-house (y que el ¨¦xtasis) y se ha convertido en referencia hedonista planetaria para satisfacci¨®n de su administrador, Pepe Rosell¨®. En la terraza, pinchar¨¢ m¨¢s tarde el gran Carl Cox. Poco ligue en el Space, pese a que re¨²ne a las mayores bellezas de la isla. Los del barco, ni se lo plantean. No vienen a eso, sino a escapar. Algunos, cerca del mediod¨ªa, no pueden evitar la sonrisa "extasiada" colgada del careto, otros se sobreponen sentados a las copas y el cansancio. En el parking, la polic¨ªa cachea a quien le viene en gana de modo muy anti-tur¨ªstico, y el primer grupo de regreso al Isla de Ibiza (con los de la despedida especialmente derrotados) se arrastra hacia el puerto. M¨¢s de 20 volver¨¢n a las doce de la noche, como Javi, que ha dejado durmiendo a su novia Mari mientras ¨¦l la espera saltando en el Space para enlazar con el Bora-Bora, otro after-hours. La traves¨ªa se pasa durmiendo en coma a ritmo de las olas. Volver a la realidad demuestra que todo lo que sube, baja.
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