Dos puertos y un poema
Siempre que caminamos por los montes de Miraflores escuchamos la voz de Vicente Aleixandre: "Desde esta cima solitaria os miro,/ campos que nunca volver¨¦is por mis ojos...". Se objetar¨¢ que esta audici¨®n no es un fen¨®meno paranormal, sino una mera asociaci¨®n de ideas: all¨ª verane¨® desde 1927 hasta casi el final de sus d¨ªas, en 1984; all¨ª sigue en pie su casa Vistalegre; all¨ª, en la plaza del pueblo, yace el ¨¢lamo muerto junto a una inscripci¨®n del poeta... Normal que suene su voz, y no la Conga de Jalisco. A nosotros, empero, nos gusta creer en algo m¨¢s misterioso. Plat¨®n dec¨ªa que la poes¨ªa era "esa cosa liviana, alada y sagrada". Seg¨²n esta definici¨®n, que los siglos no han mejorado, la poes¨ªa es equiparable a un p¨¢jaro del que nada sabemos, salvo que siente predilecci¨®n por las cumbres. (C¨®mo se explica, si no, que el marqu¨¦s de Santillana, G¨®ngora, Morat¨ªn, Jovellanos, Gautier, Mesa, Machado, Panero, Rosales y Aleixandre hayan consagrado cientos de poemas al Guadarrama). A nosotros nos gusta creer que ese p¨¢jaro plat¨®nico y montaraz canta sin distinci¨®n para todos: luego est¨¢ el caminante que lo asocia a un poema; el vaquero que lo confunde con un acentor, y el dominguero que, mientras prende la barbacoa en el puerto de Canencia, no oye m¨¢s que sus tripas, el meg¨¢fono del heladero y el llanto de Vanessa D¨¦sir¨¦e. Hoy hemos vuelto a o¨ªr su canto: "Sobre el remoto llano, all¨ª sin l¨ªmites,/ se ve un mapa extendido./ Guadalix est¨¢ pr¨®ximo. Y es Bustarviejo este otro./ Y a la derecha, Chozas -m¨¢s chozas y a¨²n m¨¢s chozas-./ Y m¨¢s all¨¢, a la izquierda, ese otro grupo:/ Torrelaguna. ?Torre? Cual siempre. ?Laguna? ?Dios la diera!/ Y al fondo, Cabanillas. Y Navalafuente. Colmenar m¨¢s visible./ Colmenar Viejo. Todo antiguo, y lo mismo./ Y el llano inmenso, hermoso: pero no para hombres". El poema se titula El pueblo est¨¢ en ladera. Chozas es el antiguo nombre de Soto del Real. El pueblo, Miraflores. Y la ladera sobre la que se asienta, y que tama?as tierras se?orea, la del cerro Perdiguera. El Perdiguera alza sus 1.866 metros a medio camino entre los puertos de Canencia y de la Morcuera, en una serrezuela -de Miraflores o de la Morcuera- que es prolongaci¨®n de la Cuerda Larga. Del primer puerto sale, a mano izquierda seg¨²n se llega por la carretera de Miraflores, una pista se?alada con trazos de pintura blanca y roja -sendero GR-10.1-, que a los dos kil¨®metros pasa junto a la casa del Hornillo; rebasada ¨¦sta, nuevo desv¨ªo a la izquierda y nueva pista que asciende trazando una gran zeta por el pinar, hasta alcanzar un collado desde el que ya se divisa la vertiente meridional de la sierra. Aqu¨ª se ha de abandonar la pista y, atravesando una portilla, continuar por la cresta con rumbo sur para ganar, como a una hora y media, el cerro Perdiguera. Un v¨¦rtice geod¨¦sico, una antena y un generador e¨®lico coronan esta eminencia desde la que se otean todos los pueblos que se?al¨® Aleixandre; a poniente, la Najarra, "monta?a hirviente que en su entra?a/ s¨®lo piedras agita"; y abajo, "la llanura con una sed enorme de perderse". Desde aqu¨ª seguiremos el cortafuegos que corre por las cumbres hacia el noroeste hasta salir de nuevo, en otra hora, al GR-10.1, que cogeremos a la derecha para regresar al puerto de Canencia. Por este camino cruzaremos los arroyos del Toril y del Sestil del Ma¨ªllo entre pinos silvestres y abedules; acebos resplandecientes y corpulentos abetos de Douglas, cuyas ac¨ªculas, al estrujarlas, exhalan un sutil aroma a mandarina. Sombras, luces y fragancias que son, para quien sabe apreciarlas, otra forma de poes¨ªa.
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