La necesidad de planificar estrat¨¦gicamente
El autor defiende que la coordinaci¨®n entre municipios debe ser un esfuerzo permanente no puede ser sustituido por ejercicios de autoridad supramunicipal
El futuro est¨¢ en las ciudades, es una realidad cada vez m¨¢s inevitable, y con mayor raz¨®n en el llamado mundo de la econom¨ªa y los mercado globales. Una econom¨ªa que sobrepasando el propio poder de las autoridades nacionales, y sustentada en el de los capitales financieros y en las redes y estructuras corporativas gestionadas a trav¨¦s de las nuevas tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n, viene generando progresivos y preocupantes procesos de deslocalizaci¨®n y desregulaci¨®n de las actividades econ¨®micas tradicionales.En este nuevo mundo que se acerca ya al siglo XXI, la cuesti¨®n fundamental para los espacios de m¨¢xima concentraci¨®n de actividad y poblaci¨®n, como son las ciudades, reside en saber c¨®mo est¨¢n de preparados para afrontar los retos que tienen por delante, a fin de lograr trabajo y calidad de vida a todos los ciudadanos sin exclusi¨®n.
En palabras de J.K. Galbraith (Una sociedad mejor), las cuestiones a plantearse son: "?Cu¨¢l es la naturaleza de una sociedad mejor? y ?c¨®mo se puede hacer que el futuro sea m¨¢s seguro y mejor para todos?". Buena parte de la respuesta se encuentra en el reforzamiento de los valores democr¨¢ticos, en la participaci¨®n de todos los ciudadanos para determinar sus objetivos como sociedad y las acciones para lograrlos, y en la descentralizaci¨®n de los ¨¢mbitos de decisi¨®n y de poder que contrapesen los cambios de escala en las decisiones de orden econ¨®mico y geopol¨ªtico. Muy f¨¢cil de decir pero dif¨ªcil de aplicar, como siempre. ?C¨®mo se puede entender en relaci¨®n con el manejo actual de nuestras ciudades y regiones?
Pues es aqu¨ª donde el papel de ¨¦stas adquiere una importancia crucial, en lo que significa de espacio m¨¢s apropiado para la defensa de los valores denominados "patrimoniales" (culturales, sociales, ambientales, etc¨¦tera), acumulados por la sociedad, as¨ª como en su mejor preparaci¨®n y proximidad para asumir el ejercicio real de la participaci¨®n sin exclusi¨®n.
Empieza a ser cada vez m¨¢s claro que los poderes p¨²blicos resultan por s¨ª solos insuficientes para asumir la responsabilidad de las decisiones que el asunto requiere. Pues ya no basta con la bondad de los programas y la eficiencia en la gesti¨®n de lo p¨²blico por un lado y la eficacia y competitividad en la gesti¨®n de lo privado por otro. Es preciso su concurrencia y complicidad. Porque se trata de hacer frente a una competencia cada vez m¨¢s brutal entre las ciudades, donde, por ejemplo, ni la localizaci¨®n de los capitales, ni la cercan¨ªa de los mercados resulta ya determinante para las nuevas implantaciones productivas.
Los factores clave ser¨¢n la preparaci¨®n de la gente, la capacidad de operar en las nuevas redes y por tanto de estar muy estrechamente comunicados con el resto del mundo, de estar preparados para los nuevos mercados laborales y las nuevas oportunidades ocupacionales, de la calidad de nuestros servicios y nuestra eficiencia en su gesti¨®n, as¨ª como de la capacidad de comprender equilibradamente las relaciones con el entorno regional m¨¢s pr¨®ximo, creando nuevos espacios competitivos y arm¨®nicos.
Se necesita, pues, un ejercicio mayor de corresponsabilidad entre todos y, en consecuencia, de participaci¨®n y de consenso. Ejercicio que hoy puede hacerse desde la planificaci¨®n estrat¨¦gica. Como as¨ª se viene haciendo en ciudades como Barcelona, pionera desde el a?o 1988, Bilbao, M¨¢laga, Valencia o Zaragoza, en Espa?a; y de numerosas ciudades en Iberoam¨¦rica, en Europa o en EEUU. Y con un apreciable ¨¦xito, a juzgar por los resultados expuestos en la reciente conferencia anual celebrada en Guadalajara (M¨¦xico) por el Centro Iberoamericano para el Desarrollo Estrat¨¦gico Urbano (CIDEU). Asociaci¨®n ¨¦sta que agrupa a m¨¢s de cincuenta ciudades implicadas ya en procesos de planificaci¨®n estrat¨¦gica, y que cuenta con el auspicio de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno Iberoamericanos y el respaldo de la Agencia espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional.
Y ?qu¨¦ es la planificaci¨®n estrat¨¦gica de ciudades? Pues un m¨¦todo participativo sin exclusiones de todas las esferas p¨²blicas y privadas de una ciudad o espacio urbano para diagnosticar conjuntamente la situaci¨®n actual de la ciudad (diagn¨®stico basado en la determinaci¨®n de sus potencialidades y debilidades internas, y sus oportunidades y amenazas externas) y para comprometerse en un objetivo com¨²n a lograr en el mediano plazo, a trav¨¦s de un conjunto de acciones y medidas consensuadas que permitan situarse en mejores condiciones frente a un escenario posible de futuro. Se trata, pues, de compartir el poder democr¨¢ticamente en lo que ¨¦ste tiene de definici¨®n de objetivos y de an¨¢lisis de la situaci¨®n. Incrementando con ello las dosis de democracia participativa alcanzadas por nuestra sociedad en estos ¨²ltimos a?os y combatiendo el exceso de mercado con la defensa de los valores.
?C¨®mo se encuentra, pues, Madrid y su ¨¢rea de influencia respecto de este futuro inmediato? Por razones que no es el objeto aqu¨ª valorar, el posible primer plan estrat¨¦gico de la ciudad, promovido y dirigido por el entonces concejal de Cultura y director de Promadrid, no lleg¨® a desarrollarse, dejando en suspenso las expectativas y esfuerzos de muchos actores sociales, econ¨®micos y administrativos que en ¨¦l participaron.
Ni los programas municipales, por un lado, ni el reci¨¦n aprobado Nuevo Plan General desde el neoliberalismo urban¨ªstico que otorga al mercado inmobiliario la soluci¨®n a casi todo, responden en el fondo ni en la forma al modelo propuesto. Como tampoco es el caso de los planes de las universidades, de los sectores empresariales, o de los ministerios en lo que afecta a esta ciudad. Se trata en casi todos ellos de planes sectoriales con bajo nivel de conexi¨®n entre s¨ª, basados en su propia coherencia interna t¨¦cnico-pol¨ªtica, y elaborados bajo procesos m¨¢s bien informativos que participativos. Es decir, planes que caminan en direcciones distintas, desaprovechando esfuerzos que, sumados, multiplicar¨ªan los resultados. Pero, sobre todo, que carecen de una visi¨®n global y compartida de la ciudad del futuro que todos deseamos. En el orden regional, la situaci¨®n no es menos distinta, incluso para el propio Plan Regional de Estrategia Territorial, que dirige el impulsor del mencionado primer plan estrat¨¦gico de Madrid.Tal vez la ¨²nica excepci¨®n en el entorno metropolitano sea el municipio de Alcobendas, que dispone desde hace a?os de un plan estrat¨¦gico de ciudad y cuyos resultados son apreciables en la calidad de vida de este municipio.
Concluyendo, Madrid y su entorno metropolitano necesitan de ese proyecto global de ciudad a medio plazo, que permita concentrar la ilusi¨®n de todos en una tarea com¨²n. Necesitan del planeamiento estrat¨¦gico para situarse en ese futuro inmediato que es el siglo XXI en mejores condiciones de competitividad y con mejor calidad de vida con las que afrontarlo.
Un planeamiento estrat¨¦gico que, en mi opini¨®n, debiera contemplarse desde, al menos, cuatro ¨¢mbitos territoriales: municipio de Madrid, municipios del sur metropolitano, del Corredor del Henares, del espacio subregional oeste y del norte. Estableci¨¦ndose entre ellos una instancia de coordinaci¨®n horizontal con la participaci¨®n del Gobierno regional. Porque la coordinaci¨®n y la cooperaci¨®n entre municipios debe ser un ejercicio y un esfuerzo permanente que no puede ser sustituido siempre por ejercicios de autoridad supramunicipal.
Unos planes estrat¨¦gicos, finalmente, que permitan la participaci¨®n sin exclusiones de todos los sectores activos de la sociedad madrile?a: empresarios, sindicatos, asociaciones culturales, sociales, instituciones p¨²blicas, universidades, expertos, colegios profesionales, etc¨¦tera. Liderados por los alcaldes como m¨¢ximos representantes de las ciudades y los ciudadanos con independencia de los signos pol¨ªticos de procedencia. En definitiva, y retomando las palabras de Galbraith, se precisan planes que cumplan "el primer requisito para lograr una buena sociedad: una expresi¨®n m¨¢s perfecta de la voluntad democr¨¢tica; una democracia genuina e incluyente".
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