Cortina de humo

Nadie duda de que la casi totalidad de los incendios que est¨¢n arrasando los montes gallegos, y que ya se han cobrado una vida en Ourense, son intencionados. La Xunta, por boca de su presidente y de los consejeros m¨¢s cualificados en la materia, lo atribuye a una presunta trama organizada de incendiarios, de la que, sin embargo, no se aportan mayores datos. Las juventudes del PP han arriesgado la teor¨ªa de que se tratar¨ªa de "grupos vinculados con el nacionalismo radical gallego", interesados en desprestigiar la pol¨ªtica de la Xunta. Y ello, sin perjuicio de que tambi¨¦n la ola de incendios se deba a que ¨¦ste es "el peor a?o del siglo", seg¨²n Manuel Fraga, en Galicia como en Brasil, M¨¦xico o Indonesia, por efecto de la corriente de El Ni?o.Una cosa o la otra. Si la proliferaci¨®n de incendios se debe a esos grupos coordinados, no se entiende qu¨¦ relaci¨®n puedan tener con esa corriente oce¨¢nica.

Los sucesivos Gobiernos de Fraga han presentado el Plan Infoga de lucha contra los incendios forestales, que en 1990 comenz¨® a aplicar Jos¨¦ Manuel Romay como uno de sus m¨¢s relevantes ¨¦xitos de gesti¨®n. La situaci¨®n actual contradice esa autocomplacencia, y la Xunta, en su an¨¢lisis, s¨®lo acierta a extender cortinas de humo para, en definitiva, no aceptar el fracaso de su pol¨ªtica, centrada en el montaje de dispositivos de extinci¨®n, que durante unos d¨ªas, los de m¨¢s calor, se demostraron insuficientes, y sobrados en cuanto aparecieron unas ligeras lluvias.

El ¨¦nfasis que la Xunta pone en la extinci¨®n se ha reforzado socialmente con la creaci¨®n de empleo temporal en las brigadas que paga la Administraci¨®n. Las penurias de profesionalidad y coordinaci¨®n de estos bomberos espor¨¢dicos, aunque les sobre arrojo en sus cometidos, se acompa?an de pr¨¢cticas de clientelismo pol¨ªtico en su contrataci¨®n, seg¨²n los sindicatos, lo que afecta a la eficacia de un sistema que, por lo dem¨¢s, soslaya la adopci¨®n de medidas preventivas.

Los expertos atribuyen el incremento de los fuegos forestales, en Galicia como en el resto de Europa, al progresivo abandono de las zonas rurales y, por ende, de los montes; a las pol¨ªticas comunitarias de reducci¨®n de excedentes agr¨ªcolas, que no incentivan su limpieza, y el mantenimiento, pese a lo anterior, de las pr¨¢cticas tradicionales de quemas agr¨ªcolas y de pastos. Ninguna pol¨ªtica que pretenda acabar con los incendios puede ignorar esos factores, y de ah¨ª que las soluciones requieran de procesos complejos e integrados, orientados en ¨²ltima instancia a una reordenaci¨®n del modelo de explotaci¨®n de los montes. Que tambi¨¦n generar¨ªa empleo.

Pero esta opci¨®n preventiva reclama una pol¨ªtica de consenso, con la oposici¨®n y las organizaciones econ¨®micas y sociales, en particular con las comunidades rurales directamente implicadas, que la Xunta, por arrogancia, no parece dispuesta a aceptar. Prefiere fiarlo todo a la actuaci¨®n policial.

No hay constancia, sin embargo, de que la investigaci¨®n policial haya clarificado por qu¨¦ los fuegos menudean en determinadas comarcas y no en otras. Como tampoco la detenci¨®n de m¨¢s de 300 incendiarios desde 1990 -casi 70 en lo que va de a?o- ha permitido aminorar los incendios de los ¨²ltimos d¨ªas. Dada la alta incidencia de la intencionalidad, las causas de los fuegos vendr¨ªan a coincidir con los motivos que tienen quienes los provocan, y los hay de lo m¨¢s variopinto, por m¨¢s que la Xunta trate de encajarlos a presi¨®n en su ya famosa "trama organizada". Todo, para no apear su pol¨ªtica forestal de la peana en que la mantiene como un incuestionable ¨¦xito de gesti¨®n.