EEUU-islam: las siete claves de un enfrentamiento
No estemos hastiados ni permanezcamos indiferentes. Lo que acaba de ocurrir entre Estados Unidos y algunas organizaciones isl¨¢micas en esta vuelta de vacaciones es sencillamente grave. Muy grave. En mi opini¨®n, y a pesar de la enorme diferencia en el n¨²mero de v¨ªctimas, tiene mayores consecuencias que la guerra del Golfo en 1991. Recordemos los hechos. 1. Durante la segunda quincena de julio, en la prensa estadounidense, en la israel¨ª, pero tambi¨¦n en la iran¨ª, s¨®lo se hablaba de la personalidad de un millonario saud¨ª que estableci¨® su cuartel de verano en Afganist¨¢n y a quien, al parecer, se deben las victorias logradas por los estudiantes fan¨¢ticos, los talib¨¢n. El saud¨ª tiene por nombre Osama Bin Laden. Su fotograf¨ªa muestra a un hombre atildado y que posa ante la c¨¢mara como un actor estadounidense en un papel tenebroso. Quer¨ªa nada m¨¢s y nada menos que declarar la guerra a EE UU. El viernes 7 de agosto, a las 10.30, tuvieron lugar simult¨¢neamente dos atentados delante de las embajadas estadounidenses en Nairobi, Kenia, y en Dar es Salam, Tanzania. Estos atentados, sobre todo el primero, provocaron m¨¢s de 250 muertos y cerca de un millar de heridos. EE UU consider¨® que hab¨ªa sido desafiado y atacado en el coraz¨®n. En ninguna canciller¨ªa se pensaba que la agresi¨®n pod¨ªa permanecer sin respuesta.
2. El jueves 20 de agosto, a las 13.30 en Washington: Al Gore, el vicepresidente; Sandy Berger, asesor de Seguridad Nacional; William Cohen, secretario de Estado de Defensa, y Madeleine Albright, secretaria del Departamento de Estado, telefonearon a una decena de jefes de Estado y de Gobierno en el mundo. Se repartieron las tareas. A cada interlocutor le dijeron lo mismo: "En estos mismos momentos en que le estoy hablando, est¨¢n cayendo unos misiles sobre siete campos de entrenamiento instalados por los terroristas en la frontera entre Pakist¨¢n y Afganist¨¢n y sobre una f¨¢brica de productos qu¨ªmicos en Sud¨¢n. Hemos reunido pruebas de que el estado mayor de Osama Bin Laden se refugiaba en estos campos cerca de Jartum para preparar otros actos terroristas de gran envergadura". Eran las 19.30 en Jartum y las 22.00 en Kabul. Primeras reacciones: el alem¨¢n Helmut Kohl dijo que lo comprend¨ªa. El brit¨¢nico Tony Blair dijo que estaba de acuerdo. El primer ministro japon¨¦s, Keizo Obuchi, se?al¨® que era inevitable. Como fueron "informados" pero no consultados, los franceses tomaron nota y los rusos se indignaron. En todo el mundo ¨¢rabe-musulm¨¢n hubo un silencio tan pronto consternado, tan pronto embarazoso. Kofi Annan confes¨® su perplejidad. Era un punto muy importante, tal y como vamos a ver.
3. Los ataques partieron de buques de guerra que navegaban en las aguas del mar de Arabia y del mar Rojo. Se iniciaron simult¨¢neamente a una distancia de aproximadamente 4.000 kil¨®metros gracias a unos misiles de crucero Tomahawk dirigidos por sat¨¦lite, que pueden transportar 450 kilos de explosivos cada uno y que vuelan a una velocidad de entre 1.800 y 2.800 kil¨®metros por hora. Otro punto esencial: EE UU no necesit¨® enviar nada a la regi¨®n. A¨²n dispone ah¨ª de 25.000 soldados, 175 aviones y 25 buques de guerra, siete de los cuales est¨¢n equipados con misiles Tomahawk. Este punto es crucial: la importancia de la presencia militar estadounidense en los dos mares que bordean Arabia Saud¨ª y en varias bases en el territorio de la tierra santa musulmana. El acuerdo excepcional que el rey de Arabia Saud¨ª concedi¨® a los estadounidenses para disponer de fuerzas destinadas a atacar a Irak era un acuerdo limitado en el tiempo. El rey, guardi¨¢n de los lugares santos de La Meca, se sirvi¨® de numerosos textos del Cor¨¢n para que se admitiera esta blasfemia. Pero se comprometi¨® a hacer que los "infieles" del otro lado del Atl¨¢ntico se marcharan del suelo sagrado una vez que las hostilidades hubieran terminado. Pero la continuaci¨®n de esta ocupaci¨®n es lo que se ha utilizado como arma de imprecaci¨®n y de guerra en todas las mezquitas de los pa¨ªses musulmanes agitados por el islamismo desde 1991.
4. Lo habitual es tranquilizarse ante tales incidentes, se?alando que el islamismo no tiene futuro pol¨ªtico y que ah¨ª est¨¢ el ejemplo iran¨ª para ilustrarlo. Uno se tranquiliza a¨²n m¨¢s al observar que las organizaciones terroristas, lejos de tener como ¨²nico objetivo EE UU y sus aliados, contemplan como enemigos predilectos, antes incluso que los "infieles" jud¨ªos y cristianos, a todos los musulmanes que consideran herejes o ap¨®statas puesto que se convierten en c¨®mplices de Sat¨¢n. Una hip¨®tesis que tambi¨¦n se comprueba en numerosas situaciones: en tal o cual regi¨®n del Magreb, de Oriente Pr¨®ximo o de Asia, el mundo musulm¨¢n no se opone en modo alguno al resto de la humanidad, aunque sea estadounidense, sino que se encuentra, como todas las dem¨¢s naciones, como todas las dem¨¢s civilizaciones, atravesado por corrientes transversales. Los conflictos son, por tanto, interiores y, a grandes rasgos, oponen fuerzas tradicionalistas m¨¢s o menos fan¨¢ticas a fuerzas modernizadoras m¨¢s o menos occidentalizadas. A lo que se a?aden conflictos de proximidad y de soberan¨ªa entre naciones musulmanas, en el estilo cl¨¢sico del siglo XIX. Lo vimos a lo largo de la monstruosa guerra que enfrent¨® a los musulmanes iran¨ªes y a los musulmanes iraqu¨ªes y que en total provoc¨® cerca de un mill¨®n de muertos. Por lo tanto, podr¨ªamos decir que, desde la implosi¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el final de la guerra fr¨ªa, el peor enemigo de los musulmanes son los musulmanes, sean cuales sean las imprecaciones l¨ªricas contra los dem¨¢s.
5. Los expertos ¨¢rabes de Beirut y de Londres, que examinaron con lupa los ¨²ltimos comunicados de los talib¨¢n y de los sudaneses, descubrieron un islamismo ultraortodoxo. Hay que ser ling¨¹ista y te¨®logo para sacar tales conclusiones. Pero, seg¨²n estos expertos, nos encontramos ante un "fundamentalismo radical" anterior tanto al colonialismo occidental como a la constituci¨®n del Estado de Israel. Este mismo fundamentalismo xen¨®fobo (anta?o puramente hechizante) termin¨® por desaparecer cuando los diferentes nacionalismos ¨¢rabes y asi¨¢ticos tuvieron la ocasi¨®n de se?alar objetivos pol¨ªticos ajenos al islam. Francia, Gran Breta?a e Israel, sucesivamente, provoca-
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ron hostilidades cuya violencia no necesitaba del auxilio de la religi¨®n. Fueron los estadounidenses quienes, para luchar contra un progresismo ¨¢rabe manipulado por la Uni¨®n Sovi¨¦tica, decidieron contribuir a la resurrecci¨®n de un islamismo pol¨ªtico opuesto al "materialismo ateo" de los comunistas.
6. Todo cambi¨®, lo hemos visto, con la implosi¨®n del comunismo sovi¨¦tico. Puede decirse que, en Occidente, George Bush, el predecesor de Clinton en la Casa Blanca, fue el que mejor comprendi¨® este cambio. Al releer algunos de sus discursos que precedieron a la guerra del Golfo, al conocer las conversaciones que mantuvo con los diferentes jefes de Estado (1) y, por ¨²ltimo, al comprender hasta qu¨¦ punto se preocup¨® por poner de su lado, en cada momento, al Tercer Mundo en general y a los Estados ¨¢rabes en particular, nos decimos que est¨¢bamos ante una verdadera visi¨®n del mundo y que la Historia todav¨ªa no ha hecho justicia a este hombre. La obsesi¨®n de George Bush era triple: a) nunca dar la impresi¨®n de hacer algo sin el apoyo total y la garant¨ªa de Naciones Unidas; b) disponer de un respaldo declarado y sin reservas del mayor n¨²mero posible de Estados ¨¢rabes y musulmanes, y c) dar la impresi¨®n de estar acompa?ado por el entusiasmo de todas las naciones de Europa: Gran Breta?a y Alemania, por supuesto, pero tambi¨¦n Francia. Esta triple obsesi¨®n constitu¨ªa una verdadera filosof¨ªa pol¨ªtica. Y encontramos la prueba en la preocupaci¨®n de George Bush y de su secretario de Estado, James Baker (2), para procurar que Israel no participase en la coalici¨®n. Se hac¨ªa una guerra de derecho contra un Irak agresor de "una naci¨®n soberana, vecina, ¨¢rabe y musulmana". No se llevaba a cabo una cruzada sionista. A este respecto resultaba muy f¨¢cil hablar de disfrazar las cosas, de falsos pretextos o de coartada. Y en Francia no dej¨® de hacerse. Queda que esta preocupaci¨®n formal, superestructura de la ambici¨®n imperial de EE UU, no era s¨®lo respetuosa con los s¨ªmbolos del derecho, sino que tambi¨¦n y, sobre todo, revelaba una observaci¨®n muy atenta de lo que estaba en juego en el conflicto. Bush se cuidaba de no enfrentar a Occidente ni con el islam ni con el mundo ¨¢rabe.
7. Durante cierto tiempo, esta estrategia tuvo ¨¦xito. Se puede decir incluso que los acuerdos de Oslo logrados entre palestinos e israel¨ªes ilustran esta filosof¨ªa a la que nos hemos referido. En efecto, si reflexionamos sobre ello, uno de los aspectos verdaderamente revolucionarios de estos acuerdos fue la decisi¨®n tomada por Isaac Rab¨ªn y Yasir Arafat de iniciar una l¨®gica com¨²n de combatir a todos los extremistas, tanto palestinos como israel¨ªes. Y esto fue lo que pareci¨® inaceptable a los enemigos de la paz. El asesino jud¨ªo de Rab¨ªn no se equivoc¨® de objetivo, como tampoco se equivocaron de objetivo el asesino egipcio de Sadat y el asesino argelino de Budiaf. La construcci¨®n com¨²n que hubiera podido proseguirse en Palestina ten¨ªa ya unas repercusiones considerables. Se advert¨ªa claramente en Egipto, donde Sadat volv¨ªa a aparecer como un precursor, y en Arabia Saud¨ª, donde se empezaba a encontrar una excusa para la ocupaci¨®n de la tierra santa musulmana por las fuerzas estadounidenses. Tras el tercermundismo, el progresismo ¨¢rabe y el arabismo, cuya primac¨ªa sobre el resto no se supo asegurar porque el pueblo iraqu¨ª no tuvo la suerte de tener a la cabeza a un visionario o simplemente a un realista, se produjo, por lo tanto, una vuelta al islamismo en las condiciones m¨¢s ca¨®ticas, antes de pasar a ser las m¨¢s organizadas. Y este islamismo se encarga de todas las ambiciones frustradas de los movimientos anteriores. Es el producto explosivo de todos los fracasos, de todas las divisiones, de todos los errores. Se convierte en el recurso de los adalides del honor ¨¢rabe-musulm¨¢n que, al no encontrar ya sobre la tierra con qu¨¦ alimentar sus ambiciones, buscan en el cielo las fuerzas que provocar¨¢n el aniquilamiento de sus enemigos, en el abismo al que ellos mismos se habr¨¢n lanzado. Al no poder lograr la victoria, se refugian en la salvaci¨®n. El error de Clinton durante la ¨²ltima crisis del Golfo fue no haber comprendido esto y haber pretendido solucionar la crisis sin los ¨¢rabes, sin los musulmanes, sin Naciones Unidas. Afortunadamente, estuvo Francia y el secretario general de la ONU. Al final de esta exposici¨®n tal vez se comprenda mejor que todo lo que puede enemistar a Occidente en su potencia con el mundo ¨¢rabe-musulm¨¢n en su simbolismo es funesto para el siglo XXI. No hay que transformar el enfrentamiento de culturas en choque de civilizaciones.
1. En especial, las apasionantes conversaciones en el transcurso de la reuni¨®n en Colorado, poco antes de la muerte de Fran?ois Mitterrand, entre Margaret Thatcher, George Bush, Helmut Kohl, Mija¨ªl Gorbachov y, precisamente, Mitterrand.
2. James Baker pasar¨¢ a la historia de las relaciones entre EE UU e Israel como el ¨²nico hombre de Estado cuya firmeza logr¨® doblegar la arrogancia de los representantes de la derecha israel¨ª. Y ello, con la completa conformidad de Isaac Rab¨ªn y contra el deseo del grupo de presi¨®n neoyorquino.
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