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E. CERD?N TATO Lo inquietante de estos d¨ªas de mudanzas y desplazamientos no consiste en que los turistas desfilen hacia sus pucheros de legumbres y monoton¨ªa, sino que los ministros y los secretarios de Estado regresan a la vaciedad de sus despachos. Los turistas ejercen el verano como un sacerdocio solar: toman sus ba?os, sestean, juegan a los naipes o al domin¨®, se dejan el pellejo en la arena, como alimentos enlatados y consumen su n¨®mina en sus mand¨ªbulas salobres y perfumadas en las freidur¨ªas de boquerones. La liturgia de los pol¨ªticos conectados al poder es m¨¢s suntuosa y enigm¨¢tica: practican el pal¨¦ por televisi¨®n, se sumergen en piscinas de agua lustral, visitan los palacios de temporada y hasta engendran ideas. Lo inquietante no es que practiquen el pal¨¦ y que pretendan materializarse en el resplandor cortesano, sino que engendran ideas. Engendrar ideas a treinta y tantos grados de temperatura y con una luz cegadora es como fre¨ªr la sustancia encef¨¢lica en el asfalto de una avenida neoyorquina: un grave peligro para su autor y para el vecindario. Y engendrar ideas cuando el term¨®metro de la opini¨®n p¨²blica se ha resuelto en una llamarada, adem¨¢s de un grave peligro es tambi¨¦n una debilidad. Lo inquietante es que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se haya echado a las playas de Oropesa, a los palacios de Mallorca o a los jardines de la Moncloa con un p¨¦ndulo de zahor¨ª buscando desesperadamente el centro. A estas alturas de su gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar no hace sino confesar impl¨ªcita y no tan impl¨ªcitamente que el partido que preside ha sido y es un partido de la derecha mazorral, con un ligero ba?o de cosm¨¦tica derretida por tantos calores y tantos errores. Y no valen ni el p¨¦ndulo, ni la varita m¨¢gica, ni el milagro. No vale retirar de la escena a ?lvarez Cascos y algunos otros de su mismo talante que son el verdadero rostro de nuestra virulenta reacci¨®n patria. Ya es tarde para rectificar. El centro est¨¢ muy solicitado. Y el centro es geom¨¦tricamente un punto sin dimensiones y pol¨ªticamente una renuncia penosa. El presidente Aznar debe resignarse a convivir consigo mismo. Lo cual no es bueno ni malo. Es peor.
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